(Info-RIES/Radio María) Manuel Guerra comenzó afirmando que “no se puede hablar de algo sin saber qué es, al menos de un modo genérico”. Preguntado por la definición de “secta”, el experto aclaró que “es una pregunta realmente difícil de responder. Todavía no se ha llegado a un acuerdo. La definición de ‘secta’ tiene que aunar dos vertientes, a saber, las creencias y el comportamiento. Puede haber comportamientos sectarios en organizaciones que no son secta. Tras describir unas 1.500 sectas en mi Diccionario enciclopédico de las sectas, he exprimido el jugo o notas comunes”.
Por eso, Guerra proporciona los siguientes rasgos principales o definitorios: “secta es la clave existencial, teórica y práctica (o sea, abarca toda la vida de un individuo, y las creencias) de los que pertenecen a un grupo autónomo (ya que si no es autónomo será secta la entidad mayor a la cual pertenece), no cristiano (para ser cristiano protestante basta con creer en la Santísima Trinidad, en la divinidad de Jesucristo, y aceptar el bautismo como medio de incorporación a Cristo), fanáticamente proselitista (trata de imponer por la fuerza, no sólo de exponer), exaltador del esfuerzo personal (en las sectas casi nunca se reza, es todo a base de esfuerzo, de técnicas y de recursos), y por último, espera un cambio, ya colectivo, de la humanidad (maravilloso o catastrófico), como individual (la transformación del hombre en una especie de superhombre)”.
Los católicos y las sectas
Manuel Guerra también comentó en la entrevista el documento que publicó la Santa Sede en 1986 sobre el fenómeno de las sectas, fruto de un intenso trabajo compartido por varios dicasterios romanos. Dicho documento “presenta las sectas, primero, como un problema serio de no fácil solución; segundo, como un signo de los tiempos; tercero, como un reto que reclama nuestra respuesta; y por último, las sectas son un kairós u oportunidad para la nueva evangelización”. Esto, “con tal que su existencia nos lleve a los católicos a una mayor generosidad en la entrega y amor a Dios y a los demás, a una renovación humana y sobrenaturalmente más eficaz de la pastoral”.
Para el experto de la RIES, “la actitud del católico ante las sectas, como ante cualquier problema, no debe ser pasiva. No debe ser agresiva, sino positiva. Según san Pablo, hasta es conveniente que haya sectas, con tal que nos incite a ser más santos. Y debe ser una actitud activa. Las sectas deben ser una exigencia de más santidad personal, más apostolado, y sobre todo, más unidad en torno al Papa y a los obispos en comunión con él”.
También insistió en la importancia del conocimiento del fenómeno sectario, cuando dijo que “ante todo, hay que conocer la realidad. No se puede remediar un mal ni sanar una infección si no se es consciente de su existencia. El conocimiento de las sectas es el primer paso para ser fiel a Jesucristo en su Iglesia, sin dejarse seducir por sirenas engañosas. Al mismo tiempo, es necesario avanzar en la formación doctrinal, bíblica, dogmática, moral, social, etc., en la vibración interior, o sea, vida de oración, y en el dinamismo apostólico”.
Realidad en España
Preguntado por la forma de conocer las sectas que están implantadas en España y Latinoamérica, sus datos y su realidad, propuso que los oyentes se acerquen a sus obispados o a sus parroquias a preguntarlo: “¿cuántas sectas hay en esta demarcación? Y fácilmente la respuesta es negativa”. Y explicó que en el año 2000 la secretaría de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales “envió una encuesta a todas las diócesis españolas. Varios meses más tarde, se elaboró un informe a partir de las respuestas. Resulta sintomático que sólo respondieran 17 diócesis, y que dos de ellas dijeran que en su territorio no había sectas ni nudos de la red de Nueva Era, ni muestras de esoterismo, ocultismo, videntes, etc.”.
“Seguramente –continuó– en todas las provincias y diócesis hay al menos testigos de Jehová, mormones, y uno o más grupos gnósticos. Este informe inventariaba solamente 55 sectas, pero las diócesis que respondieron, exceptuadas las de Alcalá, Orihuela-Alicante y Málaga, no eran aquellas en las que hay una mayor implantación de sectas en España, a saber, Barcelona y su entorno, la Comunidad de Madrid, la costa levantina y andaluza y las Islas Canarias”.
Además, Guerra hizo alusión a que “en los últimos años los inmigrantes han introducido en España no pocas sectas de origen africano y americano. Esto quiere decir que a nivel eclesiástico se desconoce la situación de las sectas en España, y que no hay una pastoral organizada (especializada) a este respecto. Todos estaremos de acuerdo en que no vamos a estar esperando a que vengan los feligreses al redil material de las iglesias o templos. Como dijo un padre sinodal, Jesucristo nos ha enviado a pescar hombres, no a guardar peceras”.