(Pablo J. Ginés/La Razón) Las personas necesitadas son a menudo mujeres solas, a cargo de sus hijos o, a veces, de sus parientes ancianos. También muchos hombres que trabajaban en hostelería y construcción, que ahora están en paro. Abundan las mujeres inmigrantes que acaban de llegar a España para reunirse con sus maridos, y descubren que él ha perdido su trabajo recientemente. Y están las viudas con pensiones diminutas, un caso pertinaz de pobreza creada directamente por el Estado. En los locales de Cáritas se están viendo ahora más rostros de españoles, familias que vivían con lo justo, ahora se les «ha acabado el paro», y piden ayudas para material escolar de sus hijos, alimentación, búsqueda de empleo. Hay también una cantidad importante de inmigrantes «con papeles», que habían permanecido «estables» en su trabajo durante varios años, y que ahora han perdido su puesto laboral. Ecuatorianos y bolivianos acuden a Cáritas pidiendo asesoría para regresar a su país. Toda esta población ve agravada su situación por el imparable aumento de las hipotecas y el encarecimiento de los alimentos de primera necesidad.
El presidente de Cáritas, Rafael del Río, presentó estos datos ayer junto con la Memoria 2007, que detalla las actividades de la entidad caritativa de la Iglesia. En 2007 invirtió 200 millones de euros, un 8 por ciento más que en el año anterior. Atendió a casi un millón de personas en España y 9,3 millones en otros 44 países.
Casi 30 millones se gastaron en ancianos, 26,5 en cooperación internacional, 23,5 millones en empleo y 20,4 millones en atención primaria. Los gastos de gestión se han reducido y no llegan ni al 7 por ciento, en parte gracias a sus 56.000 voluntarios. El 61 por ciento de sus recursos llegan de fuentes privadas, con sólo un 39 por ciento de financianción pública.