(Vida Nueva) En el resto de seminarios vascos la situación es similar: En Bilbao había 537 candidatos al sacerdocio en 1966 y 403 en Vitoria. Ahora, en cambio, hay cuatro seminaristas en todo el País Vasco: tres en Bilbao y uno en Vitoria.
Otra razón de la caída de vocaciones, que según Uriarte, se ha vivido anticipadamente en Euskadi, la sitúa el obispo en “la irrupción masiva de la nueva sensibilidad cultural, sobre todo, juvenil”. Aunque a la hora de hacer autocrítica, el prelado reconoce que “no siempre hemos tenido la valentía de ofrecer a algunos jóvenes cristianos algo que resulta extraño e impopular a la mayoría. Hemos confundido el ‘no hay cantera’ con el ‘no quedan piedras valiosas en las viejas canteras de la Iglesia’”.
A lo largo de todo el reportaje, la periodista Isabel Urrutia hace un recorrido por las tres provincias eclesiásticas vascas, exponiendo sus particularidades. En el caso de Vizcaya -que según el coordinador federal de Cristianos socialistas, Carlos García de Andoin, siempre ha contado con un clero con una gran “sensibilidad social”-, el año 1968 se podría decir que marcó un antes y un después en la vida diocesana. Lo que ocurrió fue que, tras dos encierros de protesta de sacerdotes vizcaínos que denunciaban la falta de “libertad”, se constituyó el movimiento ‘Gogortasuna’ (’Resistencia’), reflejo de un sector minoritario del clero que justificaba la fuerza como “una vía de liberar al pueblo vasco de la opresión”, cuyos miembros fueron suspendidos a divinis por el obispo Gúrpide. En la época actual, con Ricardo Blázquez al frente de la diócesis, se habla de que “soplan nuevos vientos”.
En Guipúzcoa la situación actual es de expectación, ante el próximo cambio de obispo, ya que Juan María Uriarte ha cumplido los 75 años. Según Juan María Arrieta, que fue rector del seminario de San Sebastián desde 1990 hasta 2007, hay cierto temor a un “cambio radical” en la identidad de la diócesis, que se caracteriza por “la corresponsabilidad y una participación notoria de los laicos; el acogimiento desde el punto de vista socio-laboral y familiar, un especial interés por el mundo de la inmigración y la pastoral carcelaria”. El reportaje también se detiene en otras etapas del obispado guipuzcoano, como la de José María Setién (1979-2000), apartado en el que la periodista ofrece datos de un revelador informe sociológico sobre los sacerdotes diocesanos realizado por Javier Elzo.
La diócesis de Vitoria, en cambio, presenta algunas singularidades con respecto al resto de provincias vascas, como por ejemplo, el hecho de que “el factor político-nacional nunca tuvo la fuerza y beligerancia de Vizcaya y Guipúzcoa”, en palabras de José Ignacio Calleja, profesor de Moral Social Cristiana en la Facultad de Teología de Vitoria. Asimismo, la caída de las vocaciones religiosas fue más tardía que en las otras diócesis. Actualmente, según Calleja, el clero de la diócesis de Vitoria es muy similar al resto del País Vasco.
Los retos de futuro, según Luis Alberto Loyo, párroco de la catedral bilbaína de Santiago, pasan por asumir que la Iglesia vasca atraviesa una situación crítica: “La Iglesia de antes ya no volverá; se ha cerrado una etapa, y lo que viene, por fuerza, tiene que ser distinto”.