(VIS) Esta mañana a las 10,00, después de saludar en papamóvil a los más de 100.000 fieles que llenaban la Pradera del santuario de Lourdes, Benedicto XVI celebró la Santa Misa para conmemorar el 150 aniversario de las apariciones de la Virgen María a Bernadette.
"En este día en el que la liturgia de la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz -dijo el Papa- el Evangelio que acabamos de escuchar nos recuerda el significado de este gran misterio. (...) El Hijo de Dios se hizo vulnerable, tomando la condición de siervo, obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por su Cruz hemos sido salvados".
"El instrumento de suplicio que mostró, el Viernes Santo, el juicio de Dios sobre el mundo, se ha transformado en fuente de vida, de perdón, de misericordia, signo de reconciliación y de paz. (...) La Iglesia nos invita (...) a dar gracias a Dios porque de un árbol portador de muerte, ha surgido de nuevo la vida".
"Es significativo -observó-, que en la primera aparición a Bernadette, María comience su encuentro con la señal de la Cruz, (...) una iniciación a los misterios de la fe. La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, (...) nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte. (...).El poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza. Este misterio de la universalidad del amor de Dios por los hombres, es el que María reveló aquí, en Lourdes".
"La Iglesia ha recibido la misión de mostrar a todos el rostro amoroso de Dios, manifestado en Jesucristo. (...) Él nos hará libres para amar como Él nos ama y para construir un mundo reconciliado. Porque, con esta Cruz, Jesús cargó el peso de todos los sufrimientos e injusticias de nuestra humanidad. Él ha cargado las humillaciones y discriminaciones, las torturas sufridas en numerosas regiones del mundo por muchos hermanos y hermanas nuestros por amor a Cristo".
La celebración del jubileo de las apariciones de Nuestra Señora en Lourdes, señaló el Papa, "nos ha permitido entrar en una senda de fe y conversión. Hoy, María sale a nuestro encuentro para indicarnos los caminos de la renovación de la vida de nuestras comunidades y de cada uno de nosotros".
"Jesús, nacido de María, es el Hijo de Dios, el único Salvador de todos los hombres, vivo y operante en su Iglesia y en el mundo. La Iglesia ha sido enviada a todo el mundo para proclamar este único mensaje e invitar a los hombres a acogerlo mediante una conversión auténtica del corazón. Esta misión, que fue confiada por Jesús a sus discípulos, recibe aquí, con ocasión de este jubileo, un nuevo impulso".
El recorrido jubilar tras las huellas de Bernadette recuerda "lo esencial del mensaje de Lourdes. Bernadette era la primogénita de una familia muy pobre, sin sabiduría ni poder, de salud frágil. María la eligió para transmitir su mensaje de conversión, de oración y penitencia, en total sintonía con la palabra de Jesús: "Porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla". Es, pues, una auténtica catequesis la que también a nosotros se nos propone, bajo la mirada de María".
Cuando la “Hermosa Señora” revela su nombre a Bernadette: “Yo soy la Inmaculada Concepción”, (...) le desvela (...) la gracia extraordinaria que Ella recibió de Dios. (...) María es la mujer de nuestra tierra que se entregó por completo a Dios y que recibió de Él el privilegio de dar la vida humana a su eterno Hijo".
"Ella es (...) la imagen de la nueva humanidad. De esta forma, al presentarse en una dependencia total de Dios, María expresa en realidad una actitud de plena libertad, cimentada en el completo reconocimiento de su genuina dignidad".
"Este privilegio nos concierne también a nosotros, porque nos desvela nuestra propia dignidad de hombres y mujeres, marcados ciertamente por el pecado, pero salvados en la esperanza, una esperanza que nos permite afrontar nuestra vida cotidiana".
"La vocación primera del santuario de Lourdes es ser un lugar de encuentro con Dios en la oración, y un lugar de servicio fraterno, especialmente por la acogida a los enfermos, a los pobres y a todos los que sufren. (...) María sale a nuestro encuentro como la Madre. (...) Mediante la luz que brota de su rostro, se trasparenta la misericordia de Dios. (...) María nos recuerda aquí que la oración (...) debe tener un puesto central en nuestra vida cristiana, (...) es indispensable para acoger la fuerza de Cristo".
El Santo Padre subrayó que "la presencia de los jóvenes en Lourdes es también una realidad importante. (...) Cuando María recibió la visita del ángel, era una jovencita en Nazaret, que llevaba la vida sencilla y animosa de las mujeres de su pueblo. Y si la mirada de Dios se posó especialmente en Ella, fiándose, María quiere deciros también que nadie es indiferente para Dios. (...) No dejéis que las dificultades os descorazonen. María (...) conocía cuánta era su debilidad ante la omnipotencia de Dios. Sin embargo, dijo “sí” sin vacilar. Y gracias a su sí, la salvación entró en el mundo, cambiando así la historia de la humanidad".
"¡El mensaje de María es un mensaje de esperanza para todos los hombres y para todas las mujeres de nuestro tiempo, sean del país que sean!”, exclamó el pontífice. “Me gusta invocar a María como “Estrella de la esperanza” (...) que nos ilumina y nos orienta en nuestro caminar. Por su sí, por el don generoso de sí misma, Ella abrió a Dios las puertas de nuestro mundo y nuestra historia. Nos invita a vivir (...) en una esperanza inquebrantable, rechazando escuchar a los que pretenden que nos encerremos en el fatalismo".