(InfoCatólica*) El pasado 6 de agosto de 2008, fiesta de la Transfiguración de nuestro Señor Jesucristo, Schola Veritatis, Asociación Privada de Fieles, aprobada canónicamente por el Señor Obispo de Tarazona, realizó la toma de hábitos. Posteriormente Monseñor Demetrio Fernández presidió la Eucaristía en que se inauguró la vida de esta comunidad contemplativa en la parroquia de Magallón. La comunidad femenina está formada por contemplativas de clausura, procedentes de Chile. También han llegado dos jóvenes que están en proceso de discernimiento vocacional. Uno de ellos ingresará en el seminario de Tarazona en el próximo curso.
Reproducimos a continuación la crónica que las religiosas han hecho de la inauguración oficial de su estancia en la localidad zaragozana.
Fiesta de la Transfiguración del Señor
“Contempladlo y quedaréis radiantes,
Vuestro rostro no se avergonzará” (Ps. 33)
Gran misericordia nos ha hecho el Señor, al conceder a su pobre comunidad de Schola Veritatis la sobreabundancia de su gracia. Como Padre providente no deja de satisfacer los deseos de sus fieles, dándonos infinitamente más de lo que podemos esperar o pedir.
Es así como, después de la llegada de la comunidad a la diócesis de Tarazona y de haberse establecido en Magallón, procedimos a pedirle a Monseñor Demetrio que viniera a celebrar una Misa con nosotros dando comienzo formal a nuestra estancia en la diócesis. También le solicitamos autorización para que, tanto el Padre Pedro Pablo como las hermanas de la comunidad contemplativa comenzáramos a usar el hábito propio nuestro. La fecha de la ceremonia se fijó para el día 6 de Agosto, fiesta de la Transfiguración del Señor.
Dando gracias a Dios que nos hubiera concedido estos dones, sin nosotros merecerlos ni esperarlos en tan corto tiempo de vida en la Iglesia, comenzamos a prepararnos espiritual y materialmente. Como hijas de San Benito, preparamos cuidadosamente la liturgia de ese día, aprendiendo y ensayando los cantos para la Santa Misa. También nos dedicamos a terminar los últimos detalles de nuestros hábitos, que ya traíamos relativamente listos desde Chile.
Días antes de la celebración nos reunimos en Capítulo con el Padre para determinar cómo sería la ceremonia de la toma de hábito. No queriendo inventar nada nuevo, nos acogimos a la riquísima tradición monástica, buscando cómo manifestar en un mismo rito los elementos propios de nuestro carisma: una vida orientada hacia la soledad del desierto como nuestro Padre San Bruno, con una liturgia según el espíritu de nuestro Padre San Benito y un importante acento en el estudio, siguiendo a nuestro Padre Santo Tomás de Aquino. Es así como, revisando los Estatutos de la Orden Cartujana y el ritual benedictino, llegamos a una hermosa síntesis.
Los días 4 y 5 de Agosto fueron de retiro. El primer día por la mañana nos reunimos para estudiar la ceremonia, que tendría lugar después del canto de Laudes. Fuimos repasando las preguntas que tendríamos que responder y las preciosas oraciones que recitaría el Padre. Por la tarde tuvimos una liturgia penitencial y recibimos el sacramento de la confesión. Al día siguiente nos dedicamos a preparar la capilla, procurando que, en medio de la sobriedad del lugar, estuviera lo más digna posible para el Señor. Esa noche quedaron puestos en la Sacristía los hábitos.
La mañana del 6 de Agosto cantamos a las 6 de la mañana las Laudes y luego pasamos al Capítulo el Padre y las hermanas. La ceremonia fue sumamente sencilla, pero cargada de significado. En ella quedó de manifiesto el contenido de nuestro carisma y el espíritu en el cual el Señor nos ha dado vivir. Recibirían el hábito, además del Padre, Madre Mª Benedicta, superiora de la comunidad y profesa temporal, y las hermanas Mª Magdalena, Mª Gertrudis y Mª Gracia, novicias.
El Padre se puso su santo hábito de Schola Veritatis, túnica negra y escapulario blanco con bandas laterales, siguiendo la tradición cartujana. Luego fue pasando cada hermana, por orden monástico, y de rodillas respondió algunas preguntas que le hizo el Padre. Después, postrada, suplicó “por amor de Dios, ser admitida a la comunidad como la más humilde servidora de todas”. Luego de una pequeña monición, cada una se arrodilló delante del Padre y, juntando las manos entre las suyas, fue recibida en la Comunidad. Terminó esa primera parte del rito con una hermosa oración, en la que pedimos al Señor su gracia para dar testimonio de la verdad en una liturgia exultante, prolongada en la soledad y el silencio.
Después procedió el Padre a bendecir los hábitos, dispuestos en la tradición de la Iglesia como signo de consagración a Dios y separación del mundo. Luego el Padre fue cortando la larga trenza que cada una tenía. Después vestimos la túnica negra y el escapulario blanco. En privado, una de las postulantes, nos terminó de cortar el pelo y nos puso la toca. Luego regresamos al Capítulo donde la Madre, ya revestida con su velo negro, nos impuso el velo blanco a las otras tres hermanas novicias. Al finalizar recibimos la bendición.
Ya revestidas con el santo hábito fuimos conducidas por el Padre a nuestro lugar en el Coro, con lo cual se simboliza el lugar central que tiene en nuestra vocación la alabanza divina y la oración por toda la Iglesia. Ahí entonamos el Sub tuum praesidium, suplicando el auxilio de nuestra Reina y Madre. De la capilla pasamos a las celdas, donde fuimos introducidas en nuestras celdas, que son nuestros oratorios personales. Esto simboliza la importancia de la guarda de la celda como lugar de unión con Dios, siguiendo la tradición cartujana. Ahí se nos hizo entrega del Catecismo de la Iglesia Católica, en el cual encontramos la Palabra de Dios escrita y transmitida, auténticamente interpretada por el Magisterio de la Iglesia, y los Estatutos de nuestra Asociación, la senda por la cual caminamos a la santidad dentro de la Iglesia. Acabada la ceremonia, nos quedamos un momento rezando en nuestras celdas.
La Santa Misa se celebró a las 10:30 de la mañana. Presidió Monseñor Demetrio y concelebraron el Padre José Mª Iraburu y el Padre Pedro Pablo. Participó también Carmen Ruiz, virgen consagrada. Fue muy hermosa, con canto gregoriano. En la homilía el señor Obispo nos habló en primer lugar del Evangelio que la liturgia de la Iglesia pone para esta fiesta. La transfiguración de Jesús en presencia de los tres Apóstoles es un anticipo de la gloria definitiva y última de Cristo en su resurrección y a la cual estamos todos llamados a participar. En esta escena se nos muestra la luz del Rostro glorioso de Cristo, del cual los cristianos debemos ser un reflejo en el mundo. “Contempladlo y quedaréis radiantes”. Así mismo resaltó la importancia de esta fiesta para la comunidad de Schola Veritatis, que en este día se transfiguraba también, revistiéndose de la gloria del Señor. Nos exhortó a ser testigos de la luz ante el mundo de hoy, que tanto lo necesita. Nuestra humilde misión y vocación, en una vida oculta con Cristo en Dios, es de enorme eficacia para la Iglesia. También hizo suyas las palabras del Apóstol San Pedro: “Qué bien se está aquí”, para expresar la maravilla que es el vivir en el Corazón de Jesús, en el corazón de la Iglesia. Agradeció finalmente a todas las personas que, dando de lo suyo, habían hecho posible nuestra presencia en la diócesis y manifestó su gran alegría por tenernos aquí. Todos nos quedamos profundamente impresionados, pues ¿qué somos nosotros para recibir de Dios tantos dones?
Acabada la Eucaristía nos sacamos una foto a la salida de la capilla y luego nos reunimos con Monseñor, donde tuvimos una alegre y tranquila conversación. Estamos inmensamente agradecidos del Señor, que ha querido regalarnos tan buen padre en la persona de nuestro Obispo.
No queda más que seguir cantando las misericordias del Señor, que “ha mirado la humillación de su esclava” y “no nos trata como merecen nuestros pecados”. Suplicamos su misericordia para perseverar fieles a nuestra vocación y podamos contribuir, en nuestra pequeñez, a la obra de la Iglesia. Que, así como nos ha vestido con un traje de bodas, nos conceda también la gracia de revestirnos de la gloria de su Unigénito, Jesucristo. A quien sea dado el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.