Monseñor del Río se alegra de tener fieles patriotas, leales y entregados

Arzobispo castrense: "La Iglesia acompaña a quienes luchan por la paz"

Monseñor Juan del Río, hasta ahora obispo de Asidonia-Jerez, es el nuevo Arzobispo castrense de España. En una entrevista a Alfa y Omega declara estar contento de tener como fieles a un exponente cualificado de nuestro pueblo, avezado, por su propia vocación de servicio social, en la práctica de grandes virtudes humanas: patriotismo, lealtad, disciplina, laboriosidad, generosidad y entrega. Respecto a las voces que piden la supresión de los capellanes castrenses, monseñor Del Río asegura que son "las mismas que postulan, con auténtico y paradójico marchamo de inquisición laica, la exclusión de la religión católica del espacio público"

(Juan L. Vázquez/Alfa y Omega) Monseñor Juan del Río, hasta ahora obispo de Asidonia-Jerez, es el nuevo Arzobispo castrense de España, sucediendo a monseñor Francisco Pérez. En esta entrevista a Alfa y Omega desvela las claves de esta nueva etapa en su ministerio

¿Cómo ha recibido su nombramiento como Arzobispo castrense?

Con sorpresa y disponibilidad. La vida de un sacerdote y de un obispo es una permanente opción de servicio a la Iglesia como ella quiere ser servida. Ésa es la lectura de fe que he intentado poner en práctica en el ejercicio de mi ministerio y con la que me he sentido siempre muy feliz. También he experimentado una gratitud grande al Santo Padre por haber depositado en mí su confianza para esta nueva tarea.

¿Qué gratificaciones, y también qué dificultades, cree que puede encontrar en el desempeño de su nueva labor?

Ciertamente, es una jurisdicción eclesiástica peculiar, debido a su carácter personal y no territorial, con una larga tradición de cuatro siglos de presencia pastoral en medio de la familia castrense, empezando por quien hace su cabeza -Su Majestad el Rey y su Casa- y siguiendo en sus distintos Ejércitos, Armas y Cuerpos, así como en la Guardia Civil. Esta cualidad personal, lejos de ser una dificultad, es una riqueza, al tener como fieles a un exponente cualificado de nuestro pueblo, avezado, por su propia vocación de servicio social, en la práctica de grandes virtudes humanas: patriotismo, lealtad, disciplina, laboriosidad, generosidad y entrega.

Algunas voces piden la supresión de los capellanes castrenses. ¿Qué opina al respecto?

Suelen ser las mismas que postulan, con auténtico y paradójico marchamo de inquisición laica, la exclusión de la religión católica del espacio público. La presencia eclesial en el ámbito militar constituye un aporte importante para los militares creyentes, dando sentido religioso a su entrega y servicio. Quienes piden la supresión de los capellanes, además de privar a una parte de españoles del derecho a la justa libertad religiosa, desconocen la gran labor que realizan los capellanes y privan a los miembros de las Fuerzas Armadas de la ayuda y del aliento espiritual tan necesarios en su vocación, sobre todo en los momentos de dolor y sufrimiento.

A veces no se entiende bien la vinculación de la Iglesia con el Ejército. ¿Qué decir a ello?

Con todo respeto para quienes así piensan, considero que se dejan llevar por una visión simplista e ingenua, así como de desconocimiento del verdadero papel de nuestro Ejército al servicio de nuestro pueblo y en favor de la paz y la convivencia en libertad. La Iglesia no puede dejar de acompañar a quienes se empeñan en la causa de la paz, sobre todo cuando ellos mismos experimentan el sufrimiento para evitárnoslo a nosotros y a pueblos enteros.

Usted es Presidente de la Comisión episcopal de Medios de Comunicación, ¿qué le parece la información religiosa que se hace en España?

Pienso que hay buenos profesionales, aunque entre todos -Iglesia, medios y público- hemos de lograr un estatuto más digno para esta información especializada, que contempla una parte importante de la vida de las personas y de la sociedad como es la religión, y que no puede ser ignorada ni ideologizada por los medios y sus profesionales, ni tampoco dificultada por las fuentes eclesiales, ya que tenemos la obligación de ser transparentes y facilitar el trabajo de los informadores. Por último, al público, especialmente a los católicos, le cabe el deber de reclamarla en los medios y que su tratamiento sea el adecuado. Muchas veces no es reconocible la Iglesia real en la que presentan muchos medios de comunicación desde posicionamientos ideológicos que impiden una información veraz y respetuosa. Además, por nuestra parte no hemos de dejar, sin más, la imagen de la Iglesia a merced de opiniones ajenas, sino que hemos de trabajarla institucionalmente con una cuidada política informativa.

¿Cómo ve la información religiosa y la información sobre la Iglesia que se hace desde dentro?

Creo que, salvo honrosas excepciones, hemos de ganar todavía más en profesionalidad. Por otro lado, a veces me da la sensación de que nuestros medios y la información religiosa que se refleja en ellos están muy atomizados y más preocupados por lo negativo y en remarcar los rasgos distintivos que nos diferencian que aquellos otros que nos unen y son comunes. En definitiva, necesitamos una comunicación más positiva y más de comunión.

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