(ZENIT) En esta segunda parte de la entrevista concedida a Zenit con motivo de la aprobación definitiva de los Estatutos del Camino Neocatecumenal, el español Kiko Argüello explica algunas de las notas características de este itinerario catecumenal, como los seminarios “Redemptoris Mater”, la liturgia o las familias en misión.
-En las celebraciones litúrgicas el Camino Neocatecumenal introduce una serie de novedades que, en algunos casos, han provocado fricciones, como el cambio de lugar del rito de la paz, la forma de realizar la Comunión, o las celebraciones realizadas de noche, especialmente la Vigilia Pascual, en que la Eucaristía dura hasta el alba. ¿Podría explicar a qué obedecen estos cambios?
Estos cambios no son novedades, sino que suponen una vuelta a tradiciones antiguas. En toda la Iglesia de Oriente, el rito de la paz se realiza después de la oración de los fieles, siguiendo la frase que dice el Evangelio, “antes de presentar tu ofrenda en el altar, vete a reconciliarte con tu hermano”.
Nosotros, al hacer un itinerario catecumenal abierto a los alejados de la Iglesia, viviendo en una comunidad cristiana en la que aparecen nuestros problemas y defectos más profundos, el rito de la paz, estando presente el Cuerpo de Cristo, era conflictivo porque la gente se movía mucho para ir a perdonarse, a reconciliarse con algún hermano. Entonces preguntamos si era posible trasladar el rito al lugar actual, como sabíamos que se hacía en el rito Ambrosiano, para no romper la solemnidad del momento de la Comunión, y esto se ha comprendido perfectamente.
Respecto a la Vigilia Pascual, el mismo Concilio ha ayudado a su recuperación. Muchos teólogos y liturgistas han insistido en la importancia de esta noche en la que no se duerme, la noche de la Pascua, de nuestra salvación. El celebrar esta noche ha ayudado a muchos hermanos de Madrid, por ejemplo, que se iban de vacaciones después del Viernes Santo (en España esos días son festivos), a vivir de una forma nueva la Semana Santa.
En esto, como en tantas otras cosas, hemos actuado siempre con buena intención, buscando ayudar al hombre de hoy a redescubrir su fe y a vivir el Evangelio.
-Una de las acusaciones que se hace al Camino es que las comunidades “viven” al margen de la parroquia.
¡Todo lo contrario! El Camino nace en la parroquia, vive en ella y está a su servicio. El Estatuto definitivo indica incluso que las Eucaristías que celebran las comunidades neocatecumenales forman parte de la pastoral litúrgica de la parroquia, y están abiertas a todo el que quiera participar en ellas.
Ahora bien, el vivir la fe en una comunidad pequeña es importantísimo, donde los hermanos se conocen, se ayudan incluso económicamente, rezan juntos. Uno de los mayores problemas que tiene el hombre moderno, y cada vez más, es la soledad. Hay mucha gente viviendo sola en las ciudades. Como en los primeros tiempos del cristianismo, el testimonio de los cristianos a través del amor mutuo es necesario, era lo que sorprendía a los paganos, que decían: “mirad cómo se aman”. Como dice San Pablo, el cristiano está llamado a amar al otro, pero especialmente al hermano en la fe.
También hay que tener en cuenta que muchas personas que entran en el Camino estaban alejados de la fe, son “hijos pródigos” que vuelven a la Casa del Padre, y hay que tener mucha misericordia con ellos hasta que su fe madure y se puedan integrar plenamente en la parroquia. En este sentido, es muy importante la labor de los párrocos, para explicar esto y que no se generen suspicacias.
-Otra de las cuestiones que llaman la atención, y más dado que usted es el autor, son las imágenes religiosas propias del Camino, y que en realidad son iconos de origen cristiano oriental, que usted ha reproducido y contribuido a popularizar. ¿Por qué este tipo de arte y no otro?
Porque hace falta una síntesis, una inculturación de la fe, una estética que hoy falta en Occidente. Es muy importante que la Iglesia reflexione sobre con qué estética piensa evangelizar el mundo. En el pasado, la Iglesia tuvo su estética, en el arte bizantino, en el barroco, el románico o el gótico. Hoy esto no existe, se construyen parroquias que estéticamente no tienen significado. La Iglesia participa del mismo desconcierto cultural que domina en el arte al Occidente.
Nosotros hemos visto que es muy importante recuperar la tradición. Hasta la llegada del Renacimiento, la estética de Oriente y Occidente era común, hasta Cimabue. Con Giotto comienza una separación que dura hasta nuestros días, y la razón fundamental es que el arte occidental pierde el canon. Antes, un autor no podía pintar como quería el arte sacro, porque no tenía una razón meramente estética sino evangelizadora. Por eso debía ajustarse a un canon, y eso en Oriente se ha conservado.
Por tanto, la recuperación de este tipo de arte en el Camino obedece a dos cuestiones: la primera, la recuperación del canon, y la segunda, tender puentes con la Iglesia de Oriente. Por eso para nosotros es muy importante cómo se construyen los templos, con una estética determinada que remite al arte oriental, en la que las pinturas forman una “corona mistérica” que recoge los momentos más importantes de la Vida de Cristo, en la que la Eucaristía hace presente al Cielo en la tierra... Poco a poco, con muchas dificultades, hemos ido recuperando esto.
-¿Este acercamiento a la Iglesia Oriental tiene un significado ecuménico que no estaba presente en los inicios del Camino?
Efectivamente, nosotros estamos sorprendidos de los milagros que estamos viendo. Nunca habríamos abierto seminarios, y ya llevamos unos 70, ni tampoco habríamos pensado en la misión “ad gentes” ....
También la Iglesia ortodoxa, que está presente en esta región, se ha interesado, porque han visto que nuestra catequesis es la misma, y se han sentido identificados con nuestra estética, perfectamente oriental. Vinieron a ver el mural sobre el Juicio Final que hemos pintado en la Domus Galilaeae y se han visto como en su casa, con el mismo espíritu. Estaban muy sorprendidos y se preguntaban qué pasa en la Iglesia católica. Y lo que pasa es sencillamente lo que decía el Concilio Vaticano II, el espíritu que tiene el Papa, la comunión entre las Iglesias.
-La Domus Galilaeae, la Casa que ha abierto el Camino en Galilea, en el Monte de las Bienaventuranzas, ¿con qué sentido nace?
Esta Casa, edificada sobre unos terrenos de la Custodia de Tierra Santa, nació como un deseo de acoger a los hermanos de las comunidades que terminaban el Camino (la última etapa de este “itinerario bautismal” consiste en la renovación solemne de las promesas bautismales la noche de la Pascua ante el obispo, tras lo cual, la comunidad entera realiza una peregrinación de varios días a Tierra Santa).
Sin embargo, también en esto hemos sido superados, porque esta Casa está suponiendo un puente de unión imprevisto entre la Iglesia católica y el pueblo hebreo. Este año han venido a visitarnos cerca de 700 autobuses llenos de hebreos, y se quedan sorprendidos al ver que allí tenemos la Torah, los Diez Mandamientos, en relación con las Bienaventuranzas, que cantamos el Shemá (un canto que recoge en hebreo el primer mandamiento de la ley de Dios: “Escucha Israel, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”).
El Ministro de Turismo de Israel vino a la Domus a conocernos, y nos preguntó de dónde le venía al Camino este amor al pueblo hebreo. Yo le contestaba que para los cristianos, la historia del pueblo hebreo era como un “catecumenado” que llevaba a Cristo, por eso las raíces del cristianismo son hebreas. En el Camino resuenan con fuerza las palabras de Juan Pablo II, que los judíos son “nuestros hermanos mayores en la fe”, evitando juzgarles, ya que el mismo San Pablo explica que les ha sido puesto como un “velo” para que no reconozcan al Mesías hasta que entren los gentiles.
-Otra de las notas características del Camino es, como usted señalaba anteriormente, el carácter misionero, con la creación de los seminarios diocesanos misioneros “Redemptoris Mater” o las familias en misión. ¿Podría explicar en qué consisten?
Los “Redemptoris Mater” son seminarios diocesanos, del obispo, con la particularidad, como señalaba el anterior arzobispo de Madrid, el cardenal Suquía, de que la diócesis debía respirar “por dos pulmones, uno diocesano y otro para el mundo”. El Concilio Vaticano II, en los arts. 9-10 de la Presbyterorum Ordinis, dice que en la ordenación de todo sacerdote debe estar “la solicitud por todas las Iglesias”. Los seminaristas de un “Redemptoris Mater” saben que pueden ser enviados a cualquier lugar del mundo, allí donde los obispos los soliciten. Pero estos seminarios son del obispo, nosotros no tenemos autoridad alguna sobre el clero.
Respecto a las familias en misión, la iniciativa surgió a raíz del Sínodo de los Obispos de Europa en el año 1985, cuando Juan Pablo II, analizando la situación de secularización de Occidente, especialmente en lo que respecta a la destrucción de la familia, dice a los obispos, sorprendentemente, que el Espíritu Santo ya estaba respondiendo a esta necesidad, y que era necesario dejar los modelos de evangelización de siempre y ver dónde el Espíritu estaba suscitando la respuesta. Desde entonces, familias del Camino han ido allí donde los obispos las solicitan.
Luego está la “mision ad gentes”, “misión entre los gentiles”, que ha surgido en los últimos años. El Papa había hablado también de volver al primer modelo apostólico, que nace en torno a las casas y en pequeñas comunidades. En los Hechos de los Apóstoles encontramos varias de estas comunidades, como el caso de Ninfa, o de Aquila y Priscila. Nosotros en el Camino hemos visto que volver a este modelo es muy importante, especialmente en aquellos lugares donde la secularización ha borrado todas las huellas de cristianismo, una nueva “implantario ecclesiae”. Para ello son como siempre los obispos quienes solicitan esta misión, y van varias familias con sus hijos, acompañadas de un sacerdote.
Pero hay más, y es que hemos visto también la necesidad de enviar “comunidades en misión”, es decir, comunidades que han terminado el Camino, que ya tienen una madurez en la fe, que son enviadas, a petición de los párrocos, a parroquias que atraviesan dificultades, para ayudarlas. Por ejemplo, en Roma hay 12 comunidades que se han ofrecido al Vicario para ir a las parroquias más necesitadas de las afueras.
-La aprobación de los Estatutos supone por tanto un punto de llegada, pero seguramente también un punto de partida. ¿Qué viene ahora?
Lo que viene es poder ofrecernos a los obispos, ya con garantias de que esto es algo de la Iglesia, para la nueva evangelización. Lo que viene ahora es dar un salto a la nueva evangelización. Porque la felicidad consiste en dar la vida por los hombres, y es a eso a lo que los cristianos estamos llamados.