(Alfa y Omega) Tras el No de Dublín al Tratado de Lisboa, que reformaba la Constitución de la Unión Europea -después de que Francia y Holanda votaran también No, en 2005, al proyecto constitucional europeo, y obligaran a refundir lo principal de aquélla en el Tratado de Lisboa-, se plantean no pocas dificultades para el futuro inmediato de la Unión. Pero el No irlandés puede ser también una oportunidad para avanzar hacia la integración, si saben extraerse lecciones de este revés. Monseñor Aldo Giordano, Observador permanente de la Santa Sede ante el Consejo de Europa, en Estrasburgo, ha comentado a Radio Vaticano: «Sobre el referéndum irlandés deben ser los políticos quienes lo juzguen. Ciertamente, son señales que los responsables de la Constitución europea deben tener en cuenta. La Iglesia católica está naturalmente interesada en la Gran Europa, no sólo en las naciones de la Unión Europea. Nos interesa sobre todo la Europa de la Historia, de la cultura, la que hoy tiene que saber confrontarse con el mundo. La Iglesia mira con mucho interés hacia todo aquello que puede contribuir a una mayor estabilidad y unidad de Europa. Europa debe reencontrar sus fundamentos, sus raíces, la base de sus valores. Europa necesita una idea, pero también que los europeos se comprometan en un proyecto. Hoy no basta, pues, la vacía retórica de los valores. No podemos decir que Europa se compromete a favor de la dignidad humana si, antes, no tratamos de precisar concretamente qué significa la dignidad humana, dónde está su fundamento y cuáles son los proyectos concretos que podemos intentar para defender la dignidad humana. Si no, las palabras se quedan vacías. Por otra parte, nos interesa una Europa que tenga en cuenta los desafíos del mundo, que son muchísimos. Nos preocupa sinceramente que estos desafíos se tomen en serio y como europeos queremos dar nuestra contribución, no a una Europa que trata de convertirse en una fortaleza mirándose sólo a sí misma, sino a una Europa que reencuentre su identidad, su vocación, ya que sólo así será capaz de afrontar los grandes desafíos del mundo. Si se preocupa de verdad del hambre, la ecología, la paz, será una Europa en la que confiarán los pueblos, y en la que los jóvenes sentirán que merece la pena ser protagonistas».
Frente a las minorías alérgicas
En la entrevista, monseñor Giordano habla también sobre la contribución de las Iglesias y las comunidades eclesiales al actual proceso de integración europea: «Yo noto que hay una gran expectación por parte de la política respecto a la voz de la Iglesia sobre los grandes temas éticos: la vida humana, la educación, la familia, la justicia, la paz... Cuanto más unidos estemos como cristianos, más atención suscitaremos sobre estas cuestiones éticas en los ámbitos políticos. Hay minorías muy críticas respecto a la Iglesia, pero creo que son sólo minorías. Si logramos plantear propuestas serias y maduras y no poner en circulación maquillaje de las religiones, máscaras del cristianismo, las minorías críticas y alérgicas dejarán de negar a la religión su espacio propio. Sería una arrogancia por parte de los gestores de la cosa pública pensar que ellos solos pueden responder a interrogantes tan enormes como el sentido de la vida, de la convivencia, de la paz. Urge crear espacios en los que todas las fuerzas y todos los que tengan algo que decir puedan hacerlo».
Razones tras el No de Irlanda a Europa
Con el rechazo de Irlanda al Tratado de Lisboa, «la misma idea de Europa es puesta en tela de juicio», constata el diario de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, en un artículo publicado el 15 de junio. «Es evidente la falta de percepción por parte de algunos de los valores fundantes del proyecto europeo», añade. «El ideal europeo hoy está más lejos de los pueblos. Quizá por un defecto de comunicación. Quizá por el desparpajo con el que se relega a un segundo plano la misma historia del continente».
Avvenire, el diario de la Conferencia Episcopal Italiana, europeísta desde su nacimiento, sin dejar de reconocer los puntos positivos del Tratado de Lisboa, ha subrayado los aspectos que preocupan a los católicos. En el artículo 9, por ejemplo, el Tratado habla genéricamente del «derecho a casarse» y del «derecho a constituir una familia», sin especificar que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, dejando la puerta a otro tipo de uniones. Esta referencia tampoco deja claros cuáles son los derechos de los niños, en particular en el caso de adopción.
Algunos países europeos tienen miedo de que este artículo sirva para forzar las leyes nacionales y obligarles a adoptar el matrimonio homosexual. Apelándose al artículo 9, por ejemplo, podría presentarse un recuso ante el Tribunal Europeo de Justicia y al de los Derechos Humanos para lograr lo que no prevén la inmensa mayoría de legislaciones nacionales europeas.
Por su parte, la agencia SIR, de la Conferencia Episcopal Italiana, ha publicado un editorial en el que reconoce que, para responder a los interrogantes que plantea el No irlandés, no basta con continuar como si nada hubiera ocurrido y hacer que entre en vigor el Tratado. «La señal de alarma que llega de Irlanda», según la agencia, recuerda que la Unión Europea avanzará «si respeta y valora las especificidades nacionales en un contexto más amplio de integración y colaboración, según dos principios fundamentales: solidaridad y subsidiariedad».