(Luis F. Pérez/InfoCatólica) El cardenal recuerda que los españoles compartimos «una historia y un proyecto común hecho por caminos diversos» y señala que «la misma unidad de esta más que milenaria Nación», es `un bien moral´», al mismo tiempo que advierte que también es un bien «salvaguardar el respeto debido a las diferencias e identidad de las entidades que integran dicha unidad: un respeto, al que se tiene derecho, que ha de permitir su propio desarrollo en solidaridad con las otras legítimas diferencias».
El cardenal asegura que España la forman personas y pueblos que son «parte de un organismo vivo, de un cuerpo gestado, crecido y desarrollado en un complejo proceso histórico; ahí `el todo´ no puede anular a las diferentes partes o impedir el desarrollo propio de cada una de ellas; ni cada una de las partes puede impedir el desarrollo `del todo´ separándose o aislándose de él. La unidad del organismo vivo permite ser y desarrollarse al conjunto y a sus miembros».
Ante las amenazas secesionistas unilaterales, el prelado español explica que ante el bien común «corresponde a todos cuantos son afectados por una decisión que les atañe y que tiene sus repercusiones en el conjunto que forman».
«Vivimos un momento en que la solidaridad ha de ser potenciada al máximo», sentencia el cardenal. Y añade que «es la hora del esfuerzo común, solidario: esto trae bien a todos y no dificulta ningún camino propio».
«Quiero mucho a España -afirma don Antonio-; como algunos saben, me es muy querida particularmente Cataluña, como también lo son mi tierra y patria valenciana o Castilla o La Mancha o Extremadura o Andalucía o Murcia o Madrid, comunidades a las que me siento unido por haberlas servido en mi misión eclesial, o el resto de las otras regiones y comunidades autónomas que configuran nuestra Patria común en esa riqueza pluriforme que se debe respetar, favorecer y potenciar».
Es por ello que «ante esta situación crítica y crucial, en la proximidad de la fiesta de la Inmaculada, como ejercicio de la caridad social y como un deber del cuarto mandamiento que manda honrar también a la Patria, me atrevo a pedir que elevemos nuestra plegaria a Dios, insistente e intensa, por España, por la integridad y unidad de España y el progreso y futuro de todos los pueblos que la forman en diversidad y riqueza plural dentro de un proyecto común».
El Prefecto de Culto Divino ruega a «Jesucristo, Señor de la historia, Luz, Paz, Verdad, Sabiduría, unidad, para las gentes y los pueblos, nos haga vivir estos momentos con serenidad, lucidez, altura de miras, sentido común, y responsabilidad moral. Que conceda luz, prudencia, sabiduría, discernimiento y acierto a los políticos, a los gobernantes, a las instituciones del Estado, y a todos los ciudadanos para buscar y encontrar salidas conformes con el bien común, justas y razonables, a esta situación».
El prelado pide que «en las decisiones y proyectos no se olvide jamás la precarísima y delicadísima situación por la que atraviesa España, que con estas incertidumbres y estos movimientos pudiera empeorar y agravarse, y que, como siempre, tal debilitamiento, aún mayor, afectaría de manera especial y más dura a los últimos, los pobres, los parados, los inmigrantes, etc».