(Vatican Insider)
En la cúpula de la Compañía de Jesús existe preocupación por la “universidad rebelde” del Perú. Varios jesuitas creen posible revertir la drástica decisión de la Santa Sede de quitarle a esa casa de estudios sus títulos de “Pontificia” y “Católica”. Y están dispuestos a empujar para lograrlo. Con esa convicción viajó a Lima el prepósito general de la orden, Adolfo Nicolás. Allí presidirá la 25 asamblea de la Conferencia de Provinciales jesuitas en América Latina, con un ojo puesto en el incierto futuro de la ex PUCP.
Este domingo 28 de octubre inició la visita del superior, quien permanecerá en la capital peruana hasta el 4 de noviembre. Entre otras actividades Nicolás asistirá a la Universidad Antonio Ruiz de Montoya el miércoles 31 e impartirá una conferencia sobre el tema “La colaboración en la misión” el domingo 4 en la iglesia de Fátima del barrio Miraflores.
Su estancia en Lima le permitirá verificar la situación en la ex Pontificia Universidad Católica del Perú. Más de tres meses pasaron desde que la Sede Apostólica anunció el quite de los títulos, luego que el claustro se negó –durante años- a modificar sus estatutos internos para adherir a la legislación eclesiástica vigente en materia de universidades católicas.
Pero el decreto con el cual se prohibió a las autoridades de ese centro educativo utilizar sus denominaciones, firmado por el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, y fechado el 11 de julio, no determinó el final de la controversia. Para la Santa Sede no se trata de un caso cerrado, ni mucho menos. Nadie, en su sano juicio, podría considerar factible que la Iglesia dé por perdida a la universidad más importante del Perú.
La posición de los jesuitas sobre el tema quedó plasmada en una carta escrita en agosto por el provincial para el Perú, Miguel Cruzado Silveri, y dirigida al presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Salvador Piñeiro. En la misma calificó de “lamentable” la situación pastoral surgida del enfrentamiento entre la jerarquía eclesiástica y la ex PUCP.
Silveri, en resumen, adhirió a la postura de los directivos universitarios. Pese a que estos se han negado, una y otra vez, a aceptar cualquier directiva emanada por Roma, incluso aquellas con aval del Papa. Hacia el final de su misiva consideró posible la reanudación de conversaciones para alcanzar un acuerdo definitivo.
Que se deba recuperar el diálogo parece inevitable. La actual situación no ayuda a ninguna de las partes. Si el rector Marcial Rubio decide mantener su actitud de rebeldía sumará más descrédito al ya cosechado. Y aunque la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) permita a la institución continuar emitiendo títulos profesionales con su nombre original, los mismos se devaluarán enormemente desde el plano moral. Estarán siempre vinculados a una realidad que no existe, una universidad repudiada por el pontífice.
Como lo dijo arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, el asunto ya no está en su jurisdicción sino bajo el poder de Roma. Pero, en los hechos, El Vaticano se encuentra atado de manos para hacer valer jurídicamente su quite de títulos. Aunque se ha planteado la posibilidad de apelar al Concordato firmado por la Santa Sede y el Perú, se trata de una vía poco transitable. Más difícil sería llevar el caso al tribunal de La Haya, especialmente porque la Santa Sede no es un miembro de pleno derecho en las Naciones Unidas.
Así las cosas lo mejor sería una solución consensuada. En esta pulseada la universidad cuenta con un aliado clave: el nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller. Doctor honoris causa y gran amigo de la ex PUCP.
Pero los vientos podrían cambiar también en Lima. Para el catedrático Mario Castillo Freyre “la posición del rector ha variado y hoy busca una solución a través del diálogo”. Y apuntó: “(Rubio) no está en el plan de una separación radical con la Iglesia, está en el problema del entrampamiento originado por posiciones radicales, del cual es difícil salir. No sabemos si esto acabará bien o mal. Pero estamos haciendo el intento”.
Serafines susurran.- Que Benedicto XVI está especialmente preocupado por los seminarios y la preparación al sacerdocio. Por ello, luego de mucho meditar y rezar, decidió hacer una mini reorganización de la Curia Romana sobre este tema. Él mismo la anunció el pasado sábado, en la última sesión de trabajo del Sínodo de los Obispos. Ante el pleno de esa asamblea episcopal informó que -en breve- la competencia sobre los seminarios pasará de la Congregación para la Educación Católica, donde se encontraba hasta ahora, a la Congregación para el Clero. Un cambio por demás lógico,considerando que las casas de formación de los futuros presbíteros no se circunscriben únicamente a ofrecer instrucción católica sino que deberían ser, en realidad, un pasaje clave en el proceso de formación integral del clero.
En esta reforma el Papa decidió trasladar la competencia sobre todo el manejo de la catequesis del dicasterio para el Clero al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Con este cambio el Papa dejó en claro su deseo de dar un nuevo impulso a la catequesis ordinaria en la Iglesia, en un intento por hacerla más incisiva y actual.
El principal “damnificado” de este enroque pontificio es el prefecto para la Educación Católica. Zenon Grocholewski. El cardenal polaco se aferró, con uñas y dientes, a mantener a los seminarios bajo su jurisdicción. Casi dos años se atrasó esta reorganización a causa de sus resistencias. Pero finalmente sucumbió ante los numerosos y múltiples argumentos presentados por su colega y prefecto del Clero, Mauro Piacenza.
Querubines replican.- Que, como lo sostuvimos en este espacio, es clarísimo el mensaje enviado por Benedicto XVI a los prelados italianos y europeos con motivo del próximo Consistorio del 24 de noviembre, en el cual serán creados seis nuevos cardenales, ninguno de ellos originario del “viejo continente".
Para todos aquellos que ya piensan en una Iglesia eurocéntrica y sueñan con el regreso de los fastos de un Papa italiano, Joseph Ratzinger tuvo palabras esclarecedoras. Las pronunció el sábado, justo después de anunciar la reorganización de competencias en la Curia. Entonces dijo: “Con este pequeño consistorio he querido completar el consistorio de febrero, en el contexto de la Nueva Evangelización, con un gesto de la universalidad de la Iglesia, mostrando que la Iglesia es Iglesia de todos los pueblos, habla en todas las lenguas y es siempre Iglesia de Pentecostes; no es Iglesia de un continente, sino Iglesia universal. Efectivamente, era esta mi intención; expresar este contexto, esta universalidad de la Iglesia”. Quien quiera oir, ya sabe.