(ACI/InfoCatólica) Benedicto XVI explicó que el joven rico mencionado en el Evangelio “era una persona que desde su juventud observaba con fidelidad todos los mandamientos de la Ley de Dios, pero que no había encontrado la verdadera felicidad; y por esto le pregunta a Jesús sobre cómo hacer para ‘para heredar la Vida eterna’”.
“Por una parte él se siente atraído, como todos, por la plenitud de la vida; por la otra, estando acostumbrado a contar sobre sus propias riquezas, piensa que también la vida eterna se pueda de alguna manera ‘adquirir’, tal vez observando algún mandamiento especial”, indicó. El Papa señaló que el Señor “comprende el deseo profundo” que hay en el joven rico y “posa su mirada llena de amor sobre de él: la mirada de Dios”.
Sin embargo, explicó el Santo Padre, el Señor conoce el punto débil del joven, el apego a muchos bienes, y por ello le propone “darlo todo a los pobres, de modo que así, su tesoro –y por lo tanto su corazón– ya no esté más sobre la tierra, sino en el cielo, y añade, ‘ven y sígueme’”. El joven rico, dijo el Papa, “en vez de acoger con gozo la invitación de Jesús, se fue apenado, porque no es capaz de despegarse de sus riquezas, que nunca podrán darle la felicidad y la vida eterna”.
Imposible para los hombres pero posible para Dios
Benedicto XVI recordó que luego Jesús dio a sus discípulos y a nosotros la enseñanza de “‘¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!’. Ante estas palabras, los discípulos permanecieron desconcertados; y todavía más aún después de que Jesús hubo añadido: ‘Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios’”.
El Papa recordó que el Señor confortó a sus discípulos diciendo que “para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”.
“Dios puede conquistar el corazón de una persona que posee muchos bienes e impulsarla a la solidaridad y a compartir con quien tiene necesidad, con los pobres, es decir, a entrar en la lógica del don. En este modo se coloca sobre el camino de Jesucristo, el cual –como escribe el apóstol Pablo– ‘siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza’”.
Citando a San Clemente de Alejandría, el Santo Padre exhortó a que “esta parábola enseñe a los ricos que no deben descuidar su salvación como si ya fuesen sido condenados, ni deben arrojar al mar la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino que deben aprender en algún modo a usar la riqueza y procurarse la vida”.
El Papa recordó que la historia de la Iglesia “está llena de ejemplos de personas ricas, que han usado los propios bienes en modo evangélico, alcanzando también ellos la santidad”. “Pensemos en San Francisco, en Santa Isabel de Hungría o San Carlos Borromeo”, indicó el Santo Padre, y pidió “que la Virgen María, Sede de la Sabiduría, nos ayude para acoger con gozo la invitación de Jesús, para entrar en la plenitud de la vida”.