(El Punt Avui/InfoCatólica) El cardenal milanés Gianfranco Ravasi ha venido expresamente a Barcelona a participar en el Atrio de los Gentiles, un espacio de diálogo abierto entre creyentes y gentiles en torno al arte, la belleza y la trascendencia. Organizado por el Pontificio Consejo de la Cultura, que él dirige, y el arzobispado de Barcelona, el evento fue una idea de Benedicto XVI, preocupado por el desconocimiento de Dios.
- Su presencia en Barcelona para el Atrio de los Gentiles da más fuerza a este evento. ¿Tan importante es para el Vaticano?
Es importante por dos razones. Primero porque pertenece a un itinerario que estamos haciendo en muchas ciudades de Europa. En segundo lugar, porque Cataluña representa un horizonte muy importante para la cultura, para la ciencia, para el arte ... Tiene una sensibilidad particular, una identidad muy marcada que nos interesa.
- Por eso el título de' "Arte, belleza, trascendencia" casa muy bien con Barcelona.
Sí, pero no sólo por la tradición artística profundamente creyente que tenéis, como Gaudí, sino por los demás artistas (Dalí, Picasso, Tàpies, Miró ...) que, a pesar de estar alejados de la religión, a través de su arte se acercaron a la espiritualidad y al diálogo, al misterio del ser. Como dijo Joan Miró, "el arte no representa lo visible, sino lo invisible que hay en el visible" y esta es también la tarea de las religiones. La belleza, pues, además de ser un campo en el que se pueden encontrar los creyentes y los no creyentes es necesaria porque une, y más ahora en tiempos de crisis. La gente aunque tenga dificultades se enamora y el amor es una parte de la belleza.
- Esto que dice es muy bonito, pero en Occidente la gente se aleja de la religión católica.
Ha habido un divorcio entre la fe y la cultura después de que durante siglos y siglos estuvieron profundamente unidas. Esta unión ha formado la historia. Es tan cierto que en un museo como el MNAC, donde estamos ahora, no se pueden comprender las imágenes y los símbolos, las narraciones bíblicas sin la fe, sin comprender la religión. Pero ahora se ha consumado este divorcio y eso es negativo tanto para la fe como para la cultura. Para la fe porque pierde la dimensión de la belleza, que es una dimensión constitutiva hacia lo eterno, lo infinito. Y para la cultura porque pierde la dimensión de profundidad. El arte contemporáneo a veces puede representar insatisfacción pero sin fe se queda parado, a la superficie, anclado en la banalidad. Hallándose fe y cultura se hacen un servicio recíproco.
- ¿Hay que volver al conocimiento de la religión y de la cultura?
La finalidad fundamental de la cultura, como de la religión, es buscar una respuesta última, profunda a la existencia del ser. Un escritor americano fuertemente anticristiano, Henry Miller, dijo: "El arte, como la religión, no sirven de nada, a excepción de mostrar la esencia de la vida, que no es poco. "
- La Iglesia de Barcelona está muy unida a Roma.
Es verdad que hay mucha relación, entre otras cosas por el gran trabajo que ha hecho el cardenal Martínez Sistach. Los lazos se estrecharon mucho cuando el Papa vino a Barcelona y cuando en Roma se hizo una gran exposición de Gaudí. Desde Italia se conoce muy bien Cataluña. Se percibe su país como una identidad muy fuerte y yo, que soy milanés, me siento más cerca.
- En Roma, pues, se conoce la identidad propia de Cataluña.
Vemos su identidad abierta. Y esto es así por la tradición que tiene de grandes artistas, de científicos, por la industria, por el mar, por el puerto ...
- ¿Actos como el Atrio de los Gentiles tendrán una continuidad?
El siguiente paso entre creyentes y no creyentes es dialogar sobre ciencia. Hay temas, como bioética, muy interesantes.