(Vatican Insider)
La auditoría ordenada por la Santa Sede a la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) comenzará en breve. Se trata de una visita apostólica comisionada desde el más alto nivel de la Curia Romana. El responsable de la investigación, el cardenal Peter Erdó, llegará a Lima el próximo lunes 5 de diciembre y recopilará los datos necesarios para mediar en un conflicto difícil. ¿Lo logrará?
El Vaticano tiene la voluntad de cerrar un problema añejo, que debió estar solucionado al menos hace 10 años. Una disputa eclesiástica y jurídica por la legítima autoridad sobre esa casa de estudios, cuyos directivos se declararon en abierta rebeldía primero ante su gran canciller, el arzobispo limeño Juan Luis Cipriani Thorne y luego ante las directivas de la Congregación para la Educación Católica de la Sede Apostólica.
Por esta razón y para lograr un acercamiento entre las partes se designó como auditor a Erdo, arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría). No es un improvisado, más bien es un “peso pesado” del mundo católico europeo y un personaje que goza de toda la confianza del Papa. En sus pesquisas no estará solo, contará con el apoyo de dos especialistas en derecho canónico y peritos en universidades católicas.
Es un prelado de carrera ascendente, con un rol importante también en la Curia Romana: es miembro de las congregaciones para la Educación Católica, para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos y del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica.
Lleva consigo un mandato de primer orden. Este proceso de visita apostólica fue puesto bajo el control de la Secretaría de Estado, la oficina de política interior y exterior de mayor importancia en El Vaticano. Un gesto patente de la preocupación por solventar un problema que puede salirse de control, con nefastas consecuencias para la Iglesia en América Latina.
Así las cosas el trabajo del visitador será clave. A su llegada a Lima se alojará en la nunciatura apostólica, que espera por la llegada de su nuevo titular, el estadounidense James Patrick Green, nombrado para el puesto en octubre pasado pero del cual podría no tomar posesión sino hasta enero próximo. Por esto sería factible que la investigación a la PUCP tenga lugar en ausencia del representante diplomático papal.
Un rápido desahogo de la visita a la universidad evitará que se “contamine” con la elección del próximo presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), que tendrá lugar en una asamblea prevista para la tercera semana de enero. Una reunión que marcará la salida de escena de su actual líder, el controvertido arzobispo de Trujillo Héctor Miguel Cabrejos Vidarte.
De todas maneras la estadía en Lima del enviado pontificio no durará más de dos semanas. Se entrevistará con las autoridades académicas y con los sacerdotes jesuitas que trabajan en la PUCP. Hará lo propio con el gran canciller, el cardenal Cipriani. Obviamente escuchará el parecer del presidente de los obispos, Cabrejos y también se reunirá con representantes del gobierno peruano.
Preguntará, escuchará y tomará nota. No dará instrucciones ni favorecerá a algunas de las partes, ofrecerá la oportunidad a que todos transmitan su versión. Luego, con todos los datos en mano, volverá a Hungría para reincorporarse a sus labores pastorales, donde retomará sus actividades como líder de los obispos locales y como presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), el máximo organismo de representación de los obispos en el “viejo continente”.
Entonces dedicará parte de su tiempo a redactar un informe pormenorizado, que incluirá propuestas concretas y que entregará al Vaticano en breve.
En ese ejercicio le ayudará su especialización en derecho canónico, particularmente para encontrar una solución definitiva al problema en la universidad peruana, cuyas autoridades han rechazado adecuar sus estatutos a la constitución apostólica “Ex Corde Eclessiae”, el documento que norma a todas las instituciones de educación superior católicas en el mundo.
La PUCP es un caso raro y único. De las nueve universidades católicas existentes en ese país sudamericano, ocho se rigen por dicha constitución apostólica. Una no, justamente la Pontificia. Una situación anómala que la Santa Sede desea arreglar, pese a la resistencia del rector Marcial Rubio y la Asamblea Universitaria. Ellos prefieren no cambiar nada y permanecer como hasta ahora, con independencia absoluta de la arquidiócesis limeña, garante final de la catolicidad en ese centro de educación.
Con esa postura las autoridades están negando, de hecho, el espíritu original de la universidad fundada el 24 de marzo en 1917 por el sacerdote Jorge Dintilhac y la Congregación de los Sagrados Corazones, en adhesión a la Iglesia católica.
Vinculación ratificada el 30 de septiembre de 1942 cuando la Santa Sede le concedió el título de Pontificia, incluyéndola de hecho en un selecto grupo de instituciones en el mundo que se caracterizan por su filial respeto al magisterio papal. Por ese tiempo el rico pensador peruano, José de la Riva-Agüero y Osma, donó su herencia a la universidad, condicionando el apoyo a su fidelidad católica.
Por todas estas razones los colaboradores de Benedicto XVI pretenden alcanzar solución al problema; buscan evitar una ruptura definitiva que los obligue a tomar medidas drásticas como la de quitar los títulos de “pontificia” y “católica” a la casa de estudios, una acción extrema que sentaría un pésimo precedente. Por ello decidieron mandar al visitador, una mano tendida para alcanzar un acuerdo. Podría ser la última.