“La Iglesia débil morirá, la Iglesia mártir vivirá para siempre”. De eso está convencido Youannes Samir. No es un cristiano cualquiera, es un sacerdote católico de Egipto. Acompaña un grupo de jóvenes cuya principal preocupación no es elegir una sede para su retiro o su peregrinación anual, sino estar preparados para morir por Cristo y por la verdad. Y no tienen miedo. Saben que ofrecerán su vida de un momento a otro, es sólo cuestión de tiempo.
Originario de El Menia, Samir divide temporalmente su ministerio pastoral entre Roma y El Cairo. Es uno de los 17 millones de cristianos egipcios, casi el 20 por ciento de los habitantes. Un número mucho más alto de la lastimosa cifra oficial que considera a esa minoría por abajo del 5 por ciento de la población.
Desde la caída del presidente Hosni Mubarak, en enero, las cosas han ido de mal y peor para los cristianos. La “primavera árabe” sólo logró favorecer a los fundamentalistas, mientras el control del poder está en manos de un consejo militar con los mismos personajes del pasado.
Apenas este fin de semana constantes enfrentamientos en la Plaza Tahir del Cairo dejaron unos 20 muertos y centenas de heridos. Prueba concreta que nada ha cambiado. Y las elecciones parlamentarias están previstas para el 28 de noviembre. La violencia no busca otra cosa que reprimir la incipiente democracia, la carne de cañón son los cristianos. Como nos advirtió Samir apenas unos días atrás, en la entrevista que reportamos abajo, habrá más sangre en el futuro próximo de Egipto. Y la Iglesia tendrá nuevos mártires.
Tras la revolución de enero, ¿cómo es la situación actual, especialmente para los cristianos, en Egipto?
La revuelta se hizo por la libertad de todos, de los cristianos, los musulmanes y de los demás grupos, para que se tengan iguales derechos, ante el gobierno y la Constitución. Por desgracia se ve ahora que los actuales responsables del país están reduciendo la revolución a favor de algunos grupos fundamentalistas. Incluso los musulmanes moderados no quieren esto, pero está ocurriendo.
Luego de la caída de Mubarak ¿cómo cambió la situación política en general?
La verdad es que ahora estamos peor, la vida misma de la gente está siempre en peligro porque falta la policía, no puedes caminar solo por las calles especialmente cuando existen tensiones entre musulmanes y cristianos, no puedes sentirte seguro. Originalmente la política debía abrirse a todos pero ahora un grupo quiere conquistar el campo y excluir a todos los demás, diciendo que son espías o están en contra del país, con calumnias.
En el poder está el Consejo Militar, por desgracia su comportamiento favorece a los Hermanos Musulmanes y los salafistas, dos grupos fundamentalistas, y no a la democracia.
Antes era igualmente mala la situación sólo que no podíamos hablar, ahora al menos podemos expresarnos. Esto no significa que (con Hosni Mubarak) estábamos mejor, algunos quieren hacer pasar esta idea pero no es verdad. En este momento podemos defender nuestros derechos, antes no.
Esto los expone un poco, porque si salen y exigen sus derechos, pueden ser perseguidos.
Antes la persecución era sutil, ahora es muy clara. La Iglesia copta es la única que tiene un calendario de sus mártires, por lo tanto nosotros no tenemos miedo a la muerte. Si nosotros salimos a las calles para pedir nuestros derechos y somos asesinados, martirizados, eso no nos produce terror. Al contrario, eso nos motiva más a exigir lo que nos corresponde. Como sacerdote estoy seguro que vamos a obtener nuestros derechos, de una u otra manera los lograremos.
¿Quiénes están dispuestos al martirio?
Todos son jóvenes. En aquel momento de la revolución del 25 de enero, los jóvenes –cristianos y musulmanes- fueron los únicos que lograron desbaratar la situación para hacer caer al dictador. Incluso ahora, los que dicen estar listos para el martirio, son los mismos jóvenes: están verdaderamente convencidos y no tienen miedo, como la autoridad eclesiástica. Saben que hay una manifestación y salen a las calles con la convicción de que quizás no volverán a su casa, pero participan lo mismo.
¿Ustedes cómo juzgan la llamada “primavera árabe”?
Hay dos lecturas de esta “primavera”, por un lado la visión fundamentalista según la cual el objetivo es expandir el imperio musulmán en todo el mundo. Ellos están seguros que lo podrán hacer, en Europa e incluso en América. Por otra parte existe una concepción de la “primavera árabe” como el florecer de una cultura noble, pero a esta la sostienen muy pocos. La voz que vence es la del fundamentalismo y eso da miedo, por el futuro del país.
Entonces el movimiento de la “primavera árabe”, que algunos en Occidente ven con esperanza, ¿está siendo usado por los extremistas?
Demasiado “buenismo” en Occidente hace mal y destruye. Porque es verdad que, siendo cristianos, debemos amar y comprender al otro, pero debemos ser también la voz que grita en el desierto. Jesús era así, si veía una cosa incorrecta la decía, aunque le costase la vida. Eso hacemos nosotros hoy en Egipto.
¿Qué mensaje dan estos jóvenes cristianos a la Iglesia universal?
Algunos dicen que nosotros buscamos la protección internacional, pero eso no vale nada; ni siquiera pretendemos que los musulmanes, nuestros vecinos, nos defiendan. Nosotros podemos defendernos, no tenemos miedo. Queremos hacer entender a todo el mundo que la igualdad es justa. Si nosotros, en nuestro mismo país, somos tan duramente maltratados, se debe saber que ahí existe una Iglesia sufriente, viva.
Estoy seguro que nosotros, los cristianos en Egipto, no desapareceremos. Somos más de 17 millones. La Iglesia débil morirá, la Iglesia mártir vivirá para siempre.
¿Qué sucederá en Egipto?
Tengo tanto miedo por el futuro. Existen dos posibilidades, si el 28 de noviembre pasa bien entonces habrá una gran esperanza de volver a tiempos del esplendor egipcio. Pero si con la violencia, el mal y el poder, se busca hacer callar las voces libres, entonces por desgracia habrá más sangre, más persecución: primero contra los cristianos y luego contra todos aquellos que digan la verdad. Ellos serán asesinados.