(La Prensa) Aunque el cardenal hizo una rotunda defensa del respeto y la obediencia que se debe a la autoridad civil legítimamente constituida o aceptada por el pueblo, subrayó que sus límites los marca la actuación verdadera en bien de la comunidad, de manera que el marco jurídico-legal aprobado por los representantes del pueblo debe ser en ese sentido.
“Hay que obedecer al gobierno en todas las leyes y normas que tienen como meta los derechos humanos y sus deberes correspondientes“, dijo durante su acostumbrada misa dominical en la Catedral Metropolitana, durante la cual exigió a la clase gobernante una efectiva separación entre Iglesia y Estado, pero en el sentido correcto de la acepción, pues separación no quiere decir “contraposición ni mutua negación“, como algunos malinterpretan.
“El reino del César y el reino de Dios no necesariamente se oponen, acuña una sentencia doctrinal decisiva para iluminar la conducta de los hombres ante la autoridad humana y divina, las relaciones de los ciudadanos con el Estado y de todos con Dios; dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios“, dijo el prelado católico al señalar que con esa sentencia Jesús de Nazareth fue el primero en la historia en abogar por la separación entre religión y política.
Sin embargo, subrayó que la autoridad humana no es absoluta y tiene como campo de su autonomía el bienestar social, el cual exige que se respete la ley natural y no se oponga a los designios de Dios con leyes injustas o inhumanas.
No hace falta que se ponga el nombre de Dios al frente de la Constitución, explicó el prelado, sino que en cada ley se respete su presencia en la conciencia de los creyentes, “para lo cual los gobernantes deben legalizar y proteger en la práctica la libertad de conciencia, de religión y de culto, a fin de que los ciudadanos puedan profesar, privada y públicamente su amor y respeto a Dios, como individuos y como grupo“.
Es por ello, dijo, que la Iglesia puede y debe meterse en política “como lo hizo Jesús“ de Nazareth, es decir, recordando a sus feligreses que deben respetar a la autoridad en todo lo que sea para beneficio de la comunidad y recordando a la autoridad civil que debe proteger los deberes humanos sin oponerse a los deberes divinos.