InfoCatólica / Razones para nuestra esperanza / Archivos para: Octubre 2013

15.10.13

La reproducción humana artificial –2

(Continúa mi resumen de la instrucción Donum Vitae de la Congregación para la Doctrina de la Fe).

5. La segunda parte –Intervenciones sobre la procreación humana

La consolidación de la práctica de la fecundación in vitro ha requerido formar y destruir innumerables embriones humanos. Todavía hoy presupone una superovulación en la mujer: se recogen varios óvulos, se fertilizan y después se cultivan in vitro durante algunos días. Habitualmente no se transfieren todos a las vías genitales de la mujer; algunos embriones, denominados normalmente “embriones sobrantes", se destruyen o se congelan. Algunos de los embriones ya implantados se sacrifican a veces por diversas razones: eugenésicas, económicas o psicológicas. Esta destrucción voluntaria de seres humanos o su utilización para fines diversos, en detrimento de su integridad y de su vida, es contraria a la doctrina sobre el aborto procurado.

Sin embargo, este tipo de abusos no exime de una profunda y ulterior reflexión ética sobre las técnicas de procreación artificial consideradas en sí mismas, haciendo abstracción, en la medida de lo posible, del aniquilamiento de embriones producidos in vitro. Se considerarán en primer lugar los problemas planteados por la fecundación artificial heteróloga y luego los relacionados con la fecundación artificial homóloga.

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14.10.13

La reproducción humana artificial –1

Lamentablemente, la reproducción humana artificial se ha difundido mucho y hoy en día la mayoría de las personas, incluyendo a muchos católicos, tiende a aceptarla sin reflexionar lo suficiente acerca de su moralidad. El categórico rechazo de la doctrina católica a la inseminación y la fecundación artificiales es demasiado poco conocido. Tal vez también tú, estimado lector, hasta hoy has pensado que no hay nada malo en esas técnicas. Si fuera así, espero que este capítulo contribuya a abrir tus ojos. Quiera Dios que reconozcas la inmoralidad de la reproducción humana artificial y des testimonio de este aspecto de la doctrina moral católica con tus palabras y obras.

1. ¿Qué dice el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica sobre este tema?

El Compendio del Catecismo resume de la siguiente manera la doctrina católica sobre la reproducción humana artificial:

“¿Por qué son inmorales la inseminación y la fecundación artificiales?

La inseminación y la fecundación artificiales son inmorales porque disocian la procreación del acto conyugal con el que los esposos se entregan mutuamente, instaurando así un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Además, la inseminación y la fecundación heterólogas, mediante el recurso a técnicas que implican a una persona extraña a la pareja conyugal, lesionan el derecho del hijo a nacer de un padre y de una madre conocidos por él, ligados entre sí por matrimonio y poseedores exclusivos del derecho a llegar a ser padre y madre solamente el uno a través del otro.

¿Cómo ha de ser considerado un hijo?

El hijo es un don de Dios, el don más grande dentro del matrimonio. No existe el derecho a tener hijos (“un hijo pretendido a toda costa”). Sí existe, en cambio, el derecho del hijo a ser fruto del acto conyugal de sus padres, y también el derecho a ser respetado como persona desde el momento de su concepción.

¿Qué pueden hacer los esposos cuando no tienen hijos?

Cuando el don del hijo no les es concedido, los esposos, después de haber agotado todos los legítimos recursos de la medicina, pueden mostrar su generosidad mediante la tutela o la adopción, o bien realizando servicios significativos en beneficio del prójimo. Así ejercen una preciosa fecundidad espiritual.”

(Catecismo de la Iglesia Católica – Compendio, nn. 499-501).

2. La instrucción Donum Vitae

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12.10.13

Declaración del Pontificio Consejo para la Familia sobre la llamada "reducción embrionaria"

El Pontificio Consejo para la Familia, invitado a expresar su posición sobre la llamada “reducción embrionaria", tras haber consultado a la Congregación para la Doctrina de la Fe, publica la siguiente Declaración.

Hoy son menos raros los casos de embarazos múltiples, esto es, cuando el seno materno es compartido por varios embriones. Suelen presentarse ya sea por la aplicación de la estimulación ovárica en caso de infertilidad o por la fecundación artificial, sobre lo cual el Magisterio se ha ya pronunciado (Cong. Doct. Fe, Inst. Donum vitae, II). Hay que tener en cuenta las situaciones difíciles y aun dramáticas que el uso de tales técnicas pueden originar. No se puede omitir una llamada a la responsabilidad a aquellos médicos que ponen en riesgo la vida de la madre y de los hijos concebidos por falta de pericia y precaución o en la aplicación de las técnicas de fecundación artificial. (*)

Es frecuente la afirmación, por parte de algunos, de que los embarazos múltiples no pueden llegar a término, sea por la muerte espontánea en el útero de los embriones o por su nacimiento prematuro no viable. Añaden además que si los nascituros llegan al parto, la dificultad obstétrica (con el consiguiente peligro para la madre) es mayor. Con estos presupuestos ellos concluyen que podría justificarse la selección y eliminación de algunos embriones para salvar a los otros, o al menos uno de ellos. Por este motivo se ha introducido la técnica denominada “reducción embrionaria".

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3.10.13

Reflexiones sobre el naturalismo metodológico en la ciencia –4

Para leer las tres primeras partes de este trabajo, pulse los siguientes enlaces:
Parte 1
Parte 2
Parte 3

En este artículo analizaré el naturalismo metodológico de la ciencia desde el punto de vista teológico. Para ello me limitaré a citar y comentar brevemente tres textos del último Concilio ecuménico.

En primer lugar citaré un texto del Vaticano II sobre la justa autonomía de la realidad terrena.

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1.10.13

Hacia una «psicología sana» (Dr. Pablo Verdier Mazzara)

1. La psicología y la psiquiatría, por tratar directamente del hombre, necesitan, más que cualquier otra disciplina científica, dialogar con una recta filosofía y teología. Pío XII, en una serie de célebres discursos pronunciados con ocasión de congresos profesionales, enunció los principios de antropología y moral sobre los que debía descansar ese diálogo. Durante el Concilio Vaticano II, los Padres conciliares tuvieron in mente tales discursos acuñando la fórmula «psicología sana» (1). Con ella se referían a aquella psicología que no solo no entra en contrariedad con las verdades de la fe y la moral, sino que positivamente se funda y se nutre de los principios de la antropología cristiana. Desafortunadamente, la psicología y la psiquiatría han seguido caminos que, en su conjunto, no son compatibles con aquellas formulaciones papales (2). Privadas del encuentro con la filosofía cristiana y la teología, estas ciencias humanas se ven tentadas de reducirse a ciencias naturales (3). Ello se observa, por ejemplo, en el reduccionismo neurobiológico, en el que la mente se reduce e identifica con las funciones de su soporte biológico, el cerebro; en el reduccionismo dinámico, en el que todas las instancias motivacionales y eficientes del psiquismo se reducen a uno de sus dinamismos parciales; en el reduccionismo naturalista, que considera al hombre exclusivamente en su realidad histórica-intramundana. Se abre así no solo una brecha entre estas ciencias y la antropología y la moral cristianas, sino que aquellas ciencias con sus postulados han venido a interpelar y sustituir implícitamente a la doctrina católica sobre el hombre y sobre el bien y el mal moral.

Psicólogos y psiquiatras habrán de cultivar pues otras disciplinas que les formen en aquellas realidades humanas que su ciencia no les informa. “La labor de curar a los otros y de asegurar su equilibrio psíquico-social –decía Juan Pablo II– es, en efecto, importante y delicada. Quienes se dedican a esa labor, además de un conocimiento científico, deben poseer una gran sabiduría” (4). Esta sabiduría, que es filosófica, rescata realidades humanas no verificables empíricamente y que por tanto la ciencia ‘no ve’, pero que son supuestos implícitos del terapeuta que inciden en la comprensión del cuadro clínico y en la atención del paciente. Recordemos algunas de ellas, mostrando su importancia capital en el ámbito clínico.

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