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4.11.17

(221) En el centenario de la muerte de León Bloy

El invendible cantor del Absoluto falleció un día como ayer, 3 de noviembre de 1917. Un mes después, su esposa Juana escribe en el prefacio de En tinieblas, la última y más genial obra de su esposo:

«En la hoja parroquial de Bourg-la-reine de diciembre de 1917 puede leerse:

[…] Léon Bloy, 71 años…

De entre los difuntos cuyos recientes funerales se han anunciado, séanos permitida una mención particular al señor Léon Bloy, escritor vigoroso y original que nos lega un crecido número de obras. A otros les corresponderá hablar de la fogosidad de su polemismo, de las prendas de un estilo que suscitaba “la admiración de las personas cultas, incuidas las que se contaban entre sus adversarios”.

A nosotros nos corresponde hablar del cristiano convicto al que veíamos todos los días en el comulgatorio hasta el instante mismo en que, vencido por la enfermedad, debió resignarse a permanecer en su casa. Contaba con numerosos amigos, conversos algunos; uno de éstos me decía al siguiente día de las exequias:

Somos muchos los que, merced a él, hemos vuelto al redil”. Si su lenguaje incurrió en exageración o en violencia, Dios se apiadará de todo el bien que quiso hacer, y del que efectivamente hizo”.

Esta mención lapidaria de Léon Bloy me complace»

A continuación, Juana Bloy, con intensa emoción, confiesa:

«ha sido la Iglesia la que ha hablado por boca del humilde cura de su parroquia, ante la muerte y a un paso de la eternidad; a qué más puede aspirar un cristiano, sino a que se diga de él: “Dios se apiadará de todo el bien que quiso hacer, y del que efectivamente hizo”.»

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León Bloy nació en Périgueux el 11 de julio 1846 y falleció el día 3 de noviembre de 1917. Muy joven marcha a la capital francesa, y muy joven conoce las dificultades económicas y la pobreza extrema, que siempre aceptó para configurarse con Cristo, el Pobre de los pobres; y permanecer invendible e insobornable, —y así poder escribir, con total libertad, sobre la soberanía absoluta de Dios.

Ya con veintipocos años era un católico ferviente y apologeta apasionado. Conoce a los grandes escritores franceses de la época, entre ellos a Huysmans, del que dice en su Diario que pasó seis años catequizándolo; o Jules Barbey d´Aurevilly, cuyas palabras prologan una de sus obras maestras, El mendigo ingrato (1892-1895).  En su Diario de 1892, se queja: «Cementerio de Montparnasse. ¡Sigue sin cruz la tumba de D´Aurevilly!»

Su devoción por la Virgen de la Salette se fue intensificando a lo largo de los años. También por la hoy Beata Ana Catalina Emmerick, de la cual afirmaba con admiración: «a su lado, los poetas áureos parecen mierdecillas de mosquito». Mucho le impresionaba cómo describía la degollación del Bautista, con un “instrumento singular y terrible” parecido a una trampa cazalobos de cuchillas afiladas.

Pero a quien más admiraba León Bloy era a su santa esposa Juana, cuyos pensamientos, de profundísima originalidad e inspiración cristiana, recoge fielmente en sus Diarios:

«Juana me dice: —cuando te vas de este mundo, nunca estás solo. »

«Palabras de mi querida Juana: —Corre el dicho de que las gentes sin Dios sufren más que los otros. Debe ser eso un lugar común. Me parece, por el contrario, que el sufrimiento profundo no puede ser conocido más que por los amigos de Dios.»

«Juana me dice en el cementerio:—hay que cavar  y bajar en el seno de la tierra hasta el lecho de los muertos. Entonces se encontrará la Alegría. »

«Hablo a Juana del misterio de la vida, que no es otro que Jesús: Ego sum vita»

«La muerte de un cristiano no es más que un inmenso acto de humildad —Juana»

No se entiende a Bloy sin su esposa, sin su matrimonio, sin su familia, sin sus amigos y benefactores, instrumentos todos ellos, según su fe insobornable, de la providencia divina.

Muchos se han convertido gracias a Bloy. Desde Anne-Marie Roullet, la prostituta a la que convierte al catolicismo, y que luego será la Verónica de su novela El Desesperado. Hasta el joven Maritain, o Ernst Jünger, lector asiduo de Bloy, —quien comenta en Radiaciones I cómo Léon Bloy está entre aquellos espíritus de extrema lucidez, que han vislumbrado el abismo a que conduce la Modernidad,
como «augures de las profundidades del Maelstrom al que hemos descendido».

León Bloy es el anti-Nietzsche. El defensor de Dios en un mundo que quiere matar a Dios.  Impresiona tanto como la pobreza extrema en que vivió, el sentido profundamente sobrenatural y providencialista de su vida.

En una anotación del Diario, cuenta cómo su esposa Juana sale a buscar desesperadamente algun socorro económico para poder comprar alimento para sus hijas. Están desesperados y no encuentran ayuda de nadie. Y ella va a reclamarle, a pedirle merced al Señor a la Iglesia. Al regresar, llena de unción, le comenta lo que ha visto:

«Martes de Carnaval. Juana regresando de la iglesia: —recordándole a Jesús nuestra extrema indigencia, le decía: Dadme lo que hay en vuestra Mano, abrid vuestra Mano. Entonces, Él ha abierto SU MANO y he visto que estaba perforada».

A su esposo le parece lo más hermoso que se ha escrito jamás.

Bloy denuncia el cristianismo mundano y liberal de la sociedad burguesa. Critica de forma tremebunda la fuerza destructiva de los lugares comunes culturales, filosóficos y teológicos, que alejan radicalmente de la Escritura y de la Tradición; la perversidad de las ideologías y el absolutismo de la técnica; la oscuridad diabólica de la tibieza y la ridiculez del antropocentrismo europeo.

Hay muchos, «muchos, que viven de lugares comunes y de burradas», afirma en sus Diarios. Y muchos de estos muchos mueren sin haber sido capaces de liberarse de tópicos y disparates

Escribe en sus Diarios:

 
«La felicidad es el Martirio, la dicha suprema de este mundo, el solo bien envidiable y deseable. ¡Ser cortado a trozos, ser quemado vivo, tragar plomo derretido POR AMOR A JESUCRISTO!» (Septiembre de 1905)
Ya en 1902: «No queda nadaexcepto lo que hemos hecho o sufrido por Dios.» Impresiona cuando afirma que él, lo único que quiere, es tomarse en serio el cristianismo, y todo le hastía excepto la santidad. En enero de 1895 escribe sobre la acción de la gracia: «En general, estoy sobre todo expuesto a asquearme de mis esfuerzos, tan seguro estoy de que Dios obra todo en mí».

* * *

La lectura de Bloy, en especial de sus Diarios, siempre será provechosa al católico de hoy. Le despertará y levantará de la crisis, de la inseguridad, de la confusión. Su ardiente apología del catolicismo le recordará la inconmovible certeza de la fe. Nunca le dejará indiferente el arrollador deseo de martirio y santidad que contienen las páginas de El invendible.

Finalmente, nadie mejor que su esposa para sintetizar el legado que nos deja el escritor católico francés:

«Es un adorador de la Cruz y un habitante del Sueño. […] LEÓN BLOY permanece. Se le ha querido matar con el silencio, con el arma más cobarde y más mortífera contra un escritor. ¿Por qué? Porque no es como los demás; porque siente horror de vender su pensamiento. Porque se ha tomado en serio el cristianismo»

 
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
 
David Glez.Alonso Gracián
 
 
 

26.10.17

(218) En tiempos de prueba

En tiempos de prueba, fácilmente decae la fe. No creamos que depende principalmente de nosotros mantenerla en alto. Hay que pedirla y no dejar de orar.

En tiempos de prueba, fácilmente decae la esperanza. No creamos que depende principalmente de nosotros fortalecerla y reactivarla. Hay que pedirla y no dejar de orar.

En tiempos de prueba, fácilmente se enfría la caridad. No creamos que depende principalmente de nosotros conservarla y aumentarla. Hay que pedirla y no dejar de orar.

Hay que tener vida sacramental, que nutre la oración, y la sustenta. Hay que pedir la fe, y la esperanza y la caridad. Porque la causa segunda, ¿qué puede obtener por sí sola?

 

La importancia de mantener, en estos tiempos difíciles, el alma tensionada hacia la perfección cristiana, es vital. Creer en la eficacia y primacía de la gracia es más urgente que nunca.

Si confiamos en nuestras solas fuerzas estaremos perdidos. Una vida sacramentalmente intensa, en que la Santa Eucaristía, la confesión frecuente, la oración litúrgica, y la confiada inmersión en el tesoro de la Iglesia y sus sacramentales, es vital.

Nosotros proponemos una renovación de la vida interior, dada la crisis de fe actual. Que nunca decaiga ni nuestro amor al ministerio petrino, ni a la autoridad docente de la Iglesia. Escritura y Tradición y tradiciones, en la obediencia al Magisterio de la Iglesia (su intérprete auténtico), son los pulmones con que respirar.

Y no olvidemos ser más marianos más que nunca.

 

25.10.17

(217) La yugular de la Iglesia

«Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre» (Jn 19, 25)

«Y así como el género humano fue sometido a muerte por obra de aquella virgen [Eva], así recibe la salvación por obra de esta Virgen» (SAN IRENEO, Contra las herejías, 4, 19, 1)

«La humanidad de Cristo por estar unida a Dios; la bienaventuranza creada por ser goce de Dios; la bienaventurada Virgen por ser Madre de Dios, tienen una cierta dignidad infinita que les proviene del bien infinito que es Dios. Y en este sentido, nada se puede hacer mejor, pues nada puede ser mejor que Dios.» (SANTO TOMÁS, Suma Ia, q25, a6, ad4)

«María, trono de la recta doctrina» (SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Homilía IV)

* * *

1.- María es la yugular de la Iglesia.

 

2.- A María por Jesús. Y una vez en María, a Jesús.

 

3.- Sin María el credo está incompleto.

 

4.- Si se evangeliza sin Madre, se anuncia orfandad.

 

5.- Quien no tenga a María en la garganta, nada tiene que decir en la evangelización. 

 

6.- El amor a la Inmaculada expresa predestinación.

 

7.- Fuera de la maternidad de María no hay salvación.

 

8.- Si María es secundaria, entonces la Iglesia también es secundaria.

 
9.- La Santísima Virgen, por ser Madre de Dios, posee como una cierta dignidad infinita.
 

10.- A la Inmaculada Concepción nos confiamos, destructora de herejías, vencedora del diablo.

 
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
 
 
David Glez. Alonso Gracián
 
 
 

12.10.17

(214) Cabeza de Leviatán

CABEZA DE LEVIATÁN

Diarios de Alonso Gracián

 

26 de septiembre de 2017

Confiesa el salmista al Señor: Tu congregisti capita Leviathan, Tú aplastaste la Cabeza del Leviatán (Sal Vulg 73,14).

La Cabeza del Leviatán, que piensa el modernismo. Afirmar la verdad al mundo de hoy tiene un tremendo poder contra ella, porque la verdad aplasta la mente del monstruo, que es la voluntad de error.

 
Pío XII combatió con gran potencia los fundamentos de la Nueva Teología, que luego se hicieron los topicos estructurales del personalismo. Le debemos mucho a la Humani generis.

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24.09.17

(212) Contra la tiranía de los tópicos.- Crisis actual y personalismo

Estamos inmersos en una crisis eclesial de fondo. Creo que es indudable. Una crisis de gran calado que puede conducirnos a lo que hemos denominado puerta de ratonera. Ha sido fácil entrar, costará salir.

Para liberarnos de la trampa y emerger hacia la luz, que es siempre bíblico-tradicional, será necesario superar una amplia cantidad de tópicos y lugares comunes que debilitan el pensamiento cristiano,  y lo vuelven propicio a novedades y vulnerable ante el error.

Porque merman su identidad católica. Porque ciegan su entendimiento y dificultan todo perfeccionamiento doctrinal. Porque oscurecen la voluntad de Dios, que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2, 13)

Estoy convencido de esta tesis: la mente católica necesita desembarazarse del paradigma personalista para poder combatir eficazmente el modernismo. No todo es negativo ni falso en el personalismo. Lo que tiene de bueno, ha sido aprovechado. Pero cuanto tiene de errores, prejuicios y fallos de sistema, debe ser rechazado. Y es que a menudo cuesta sustraerse a la impresión de que la mente católica actual vive de eslóganes morales de procedencia humanista.

En esta serie de artículos analizaremos los clichés que la ideo-sincrasia fenomenológica y la Nueva Teología han insuflado en el pensamiento católico actual. Y digo ideo-sincrasia, forzando el lenguaje, para significar el conjunto de conceptos e ideas propios de la idiosincrasia personalista. Titulo la serie Contra la tiranía de los tópicos, aunque podía haberla intitulado también Contra los personalistas, a la manera clásica, y no sin ánimo belicoso. 

No está de sobra recordar que «nuestra guerra no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas» (Efesios 6, 12)

 
1.- Pregunta: ¿el personalismo es la “filosofía” oficial de la Iglesia? Respuesta: no. Es una construcción conceptual que coloca a la persona en el centro de su reflexión. Pero no es propio del pensamiento católico tradicional colocar a la persona en el centro de su reflexión, porque en el centro está la Santísima Trinidad y su gloria. Luego el personalismo, en contra de lo que se cree comúnmente en los ambientes académicos católicos, no es la filosofía propia del catolicismo —ni es la “superación” de Santo Tomás, como se enseña hoy día. De hecho, no es propiamente hablando filosofía. Si se dice filosofía personalista, es sólo impropiamente.
 
Tópico personalista es que el tomismo es racionalista y no respeta el misterio. Tópico personalista es que Santo Tomás tiene como defecto fundamental no ser personalista. Tópico personalista es que el personalismo es un renacimiento. Más bien, nos retrotrae al humanismo renacentista, condescendiente con lo pagano, respetuoso de idolatrías, esencialmente semipelagiano y subjetivista. Es el huevo donde se incubó el modernismo.
 
2.- Prejuicios contra el concepto de sustancia.- Al fundador del personalismo, Emmanuel Mounier (1905-1950), «no le gusta, por ejemplo, usar la palabra “sustancia” para referirse a la persona por las connotaciones estáticas y “cosistas” que despierta» (Burgos, Juan Manuel, El personalismo, editorial Palabra, p. 81). Debido a la enorme difusión que ha tenido su estilo intelectual, no es de extrañar que hoy día en general se minusvalore teológicamente el término Transusbtanciación, y se pretenda que sea una forma cosista de hablar del misterio eucarístico.
 
Tópico de la fenomenología de la persona y de su alergia a la Escolástica, es minusvalorar el concepto de sustancia. Ha sido lugar común durante el posconcilio —rico en antiaristotelismo y platonismo idealizante—, llegando a afectar incluso a buenos teólogos (no tomistas), teólogos que luego han sido grandes personalidades en la Iglesia, y ocupado importantes puestos de responsabilidad docente o pastoral. Teólogos que en los 70 escribieron sobre el problema de la transubstanciación, y que luego, gracias a Dios, se han desdicho del mismo y afirmado la doctrina correcta. Pero el prejuicio antisustancia persiste, y es utilizado como recurso ecuménico.
 
3.- La desactivación del sistema inmunológico de la Iglesia ante el marxismo cultural.- No olvidemos, por ejemplo, que para su fundador, Mounier, «Un marxismo abierto no podía estar muy lejos de un realismo personalista, si se reuniera con la primitiva inspiración de Marx, quien a través del desorden de las cosas, divisaba sobre todo la enajenación de las personas, y a través del ordenamiento de las sociedades, la liberación de los hombres» (Obras, vol. III, p. 186).
 
Es por la indefensión hacia el marxismo que vino la difusión de la Teología de la Liberación, y por su reinterpretación situacionista aterrizó entre nosotros la actual Teología de la Anomia, no precisamente venida del cielo, sino de la Nueva Moral condenada por Pío XII, y de la Nueva Teología, condenada por el mismo Pontífice.
 
De ambas procede un utopismo humanista que considera el cristianismo como un proyecto de liberación social inmanente al margen de la ley moral: un hombre nuevo en un paraíso terrenal, contra el ÚNICO orden de la gracia, que es el orden de la Iglesia. Es la vieja ambición de los humanistas del Renacimiento, que resurge con el progresismo católico.
 
Es muy significativo que el grito de los personalistas, en consonancia plena con los intereses de su mentor intelectual, Jacques Maritain (1882- 1973), sea, desde el primer número de la revista Esprit (1932), “Rehacer el Renacimiento”.  Los sueños de Pico de la Mirandola (1463- 1494) encontrarían aquí su eco: el hombre no tiene una sustancia definida, puede llegar a ser lo que quiera, y aquí radica su dignidad.
 
No le debe chirriar nada de esto al marxismo cultural ni a su eco, la intelectualidad progresista católica, desactivada ante la ideología de género. La utopía renacentista de un hombre nuevo que puede llegar a ser lo que quiera, fundamentada en el rechazo del concepto de sustancia, encuentra así terreno abonado en el personalismo. Es la “versión piadosa” de la ideología de género. Y en cuanto utopía de autoperfeccionamiento y autorredención, el resurgir intelectual del homohomohomo, el hombre-trinidad, de Carolus Bovillus (c.1474- c.1566), —cuya teología, curiosamente, influye incluso en la manera personalista de explicar la sexualidad matrimonial.
 

4.- ¿La doctrina social de la Iglesia es de izquierdas?.- No. Pero de los inicios del personalismo procede ese ingenuo lugar común, por el cual la doctrina social de la Iglesia es de izquierdas. ¿No procederá de aquí el prestigio que los teólogos progresistas han tenido durante todo el posconcilio? No olvidemos que Bernhard Häring (1912-1998), cuya teología está latente en Amoris laetitia, es un ultrapersonalista, y que de la caja de Pandora de su moralismo ecologista surgieron males que echan humo hasta el día de hoy. La moral de situación es una moral que quiere ser de izquierdas, porque en el fondo mendiga del marxismo. Pero también quiere ser de derechas, porque no se atreve a la autodestrucción, y se vuelve liberal. En conclusión, no más que antimetafísica existencialista, cuyo profeta es Heidegger (1889- 1976), omnipresente en la Nueva Teología. 

 

5.- ¿Cumplir con la ley de la Iglesia es propio de fariseos, y no cuenta como testimonio?.- Según este tópico, cumplir es lo propio de fariseos egoístas e individualistas, pura rigidez estática, sometida a la tiranía del espacio; frente al vivir dinámico y comunitario, puro tiempo creativo, que es lo propio de los verdaderos cristianos, hijos de la historia y de las circunstancias cambiantes y mutantes de la vida.

Bajo este punto de vista, parece imposible ser cristiano sin pertenecer a una viva y dinámica comunidad, sea parroquial, sea un movimiento, sea una asociación. El comunitarismo ha sido defendido también teológicamente por Henry de Lubac (1896- 1991) como teoría eclesiológica e incluso como soteriología. Ha influido tanto, que lo colectivo parece imponerse a lo individual.

De esta forma, en el posconcilio, el egoísmo —en cuanto pecado contra el comunitarismo piadoso—, se convierte en el gran mal de la sociedad, por encima de todo pecado, por encima incluso de la apostasía, el aborto, el adulterio, o la herejía. ¿Será que Cristo vino a redimirnos no tanto del pecado, como del egoísmo? ¿Será que salvarse no es fin propio del sujeto, sino de la comunidad? Aceptando este supuesto, es fácil menospreciar la salvación propia como derecho y tarea propia del individuo. Queda sobrevalorado el compromiso, el activismo, la pertenencia a un grupo, como condición para ser buen cristiano y crecer en cristianismo. Se pretende que es malo querer ser una sustancia individualLo propiamente cristiano es hacerse componente creativo de una comunidad. El comunitarismo es la dimensión no egoísta del cristiano. Cumplir, por sí solo, es egoísmo farisaico.

Lo importante, según esto, es la responsabilidad y sus valores comunitarios, que laten por debajo de las meras normas particulares y particularistas. O como dice Mounier: «no sólo no se trata de ir a la Iglesia con un corazón fariseo, sino además de que todos sepan que yo soy cristiano, para que todo el mundo juzgue al cristianismo por todos mis actos» (Obras (vol IV, p.635).

Cabe preguntarse si no es una falsa contraposición, también tópica: cumplir contra dar testimonio. Parece que el que va al templo a cumplir el precepto dominical es un fariseo, en lugar de cristiano que da testimonio de guardar la ley moral y comprometerse en su perfeccionamiento natural y sobrenatural. Pero se considera que lo importante es “encarnar” el espíritu en lo personal y comunitario, como creía Mounier. Y cabe preguntarse, de nuevo, si ir a la Iglesia a encontrarse con Cristo donde realmente está, es decir, en la Eucaristía, centro y culmen de la vida cristiana, no es precisamente el distintivo del ser cristiano. Cabe preguntarse si, como cree el personalista, el encuentro con el Salvador es ante todo comunitario, personal y subjetivo, o si por el contrario es primeramente eclesial, sacramental y ontológico.

 

6.- Cabe preguntarse, también, si los prejuicios antimetafísicos de la fenomenología de la persona son capaces de fundamentar una filosofía o una teología. La respuesta es no. El personalismo no alcanza a ser filosofía. - ¿Acaso los fenómenos son las esencias? ¿Acaso podemos conocer la realidad renunciando al conocimiento de las esencias para construir sobre los fenómenos? como si éstos fueran más esenciales que las esencias— ¿No es condenarse al mero existencialismo? 

Obviamente son preguntas retóricas. La respuesta es no: la fenomenología de la persona no puede servir a la teología católica, porque sustancialmente sólo consiste en meras descripciones y descripciones y más descripciones que no alcanzan el ser, como certeramente diría el filósofo tomista Manuel Ocampo Ponce, bloguero de Infocatólica.

En este sentido nos parece vano el empeño inductivo de Maurice Nédoncelle (1905-1976). Sencillamente, porque no se puede indagar «en la realidad de la persona desde un punto de vista fenomenológico para extraer después sus conclusiones» (Íbid, p.32), y al mismo tiempo considerar superfluo o inconveniente el conocimiento abstractivo de las esencias,  ni siquiera al modo fenomenológico puro, es decir el de Edmund Husserl (1859- 1938) —que no renuncia a la intuición de las esencias. Es obvio que en una metafísica antimetafísica muy similar podrá fundamentar Bernhard Häring su justificación de la anticoncepción y la defensa de excepciones a los actos intrínsecamente malos.

7.- Tengamos en cuenta, y no lo olvidemos, en qué consiste un paradigma.- Como enseña la RAE: teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento. Apliquemos la definición al personalismo: tópicos o conjunto de tópicos cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar, y que suministra filosofías y teologías innecesarias para resolver problemas pastorales y avanzar en la enseñanza del Depósito.

Este conjunto de tópicos y lugares comunes no será nunca una filosofía, porque mucha corteza no hace la pulpa. La fenomenología personalista es claramente anticientífica y subjetivista, en contra del pensamiento escolástico tradicional, que es científico y objetivo. 

Por eso es necesario ir resolviendo disonancias y regresar al pensamiento tradicional católico. La mente católica necesita desembarazarse del paradigma personalista para poder combatir eficazmente el modernismo, para poder volver a transitar caminos que han sido embarrados: el camino de la objetividad, el camino de la Tradición y de las tradiciones, el camino de la identidad católica. No es posible superar la crisis, por tanto, sin un pensamiento católico fuerte, claro, preciso como una espada.