Yo ya lo advertí, pero nadie me hizo caso. Más no podía hacer. Advertí de lo que iba a suceder si los lectores no adquirían el libro de Higinio Fernández, Antología de poesía religiosa progresista. Incluso reproduje literalmente en el blog las terribles palabras de Loretta Apostolidis:

“No amenazo, pero sí apercibo, conmino, chantajeo, advierto y galleo (o, mejor dicho, gallineo): si no empieza a comprarse inmediatamente el libro de Higinio en grandes cantidades, pondré en pie de guerra a mis compañeras del FemIntern, las Católicas por el Derecho a Protestar, la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXII, la Plataforma One Parleña for President, el Club Hypathia Mártir, la Hermandad de Comadres Irredentas de Villamantilla, la Associazione Così Fan Tutte, la Worldwide Alliance of Untamed Shrews y el resto de mis hermanas. Y entonces van a ver todos lo que es bueno. Vietnam no fue nada comparado con la que se va a montar".

Pues bien, lo que temía ha sucedido. Antes de la publicación del artículo de Loretta, el total de ventas del libro de Higinio era de 2 ejemplares. Después del artículo de Loretta, el total de ventas del libro de Higinio es de… 2 ejemplares. Todo está perdido. Se acerca la gran tribulación, que caerá especialmente sobre los lectores de este portal, por su especial responsabilidad al no haber comprado el libro de Higinio.

Es un mal momento para ser lector de InfoCatólica. Las hermanas de Loretta rondan buscando a quién devorar. Gorgonas, medusas, lamias, arpías y esfinges andan sueltas por el mundo, a la caza de presas. Freya y las valquirias han remontado el vuelo sobre sus lobos y caballos alados, separando a los que leen y los que no leen este portal. Hera la vengativa y Diana cazadora hacen temblar a los mortales. Ya recorren el continente americano escuadrones de amazonas, cuyas flechas, afiladas con ascuas de retama, están sedientas de sangre infocatólica.

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Participante invitada: Loretta Apostolidis de Fernández, teóloga feminista, diplomada en Teología Transgenérica por la Università Aperta Giordano Bruno y esposa del conocido teólogo progresista Higinio Fernández.

Nacida y educada en Italia, pasó años en contacto con la pobreza y el indigenismo en Nicaragua y luego volvió a Europa, donde desarrolló sus capacidades teológicas y poéticas. Actualmente, Loretta está implicada en diversas causas dentro de la lucha feminista y es copresidenta honoraria de la Worldwide Alliance of Untamed Shrews.

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Por fin me decido a dejar a un lado la vergüenza, salir del armario y decirlo públicamente: cada noche, leo a mis hijos algún libro durante un buen rato. Ya está, lo he dicho. Después de rezar con ellos y antes de que se duerman, pasamos un rato muy agradable adentrándonos, por ejemplo, por las páginas de El Hobbit, Harry Potter, Chitty-Chitty-Bang-Bang, la historia de sus santos respectivos o las numerosas y soporíferas entregas de la serie Torres de Malory (a petición de las niñas, claro).

Mal que le pese a Adam Swift y Harry Brighthouse, tengo intención de seguir haciéndolo y no me siento culpable en absoluto por ello.

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Cuando se habla de la importancia de obedecer las normas litúrgicas, a veces parece que se trata simplemente de cumplir una norma por cumplirla, como si fuese algo arbitrario que la Iglesia ha decidido porque sí, al estilo de utilizar metros en lugar de pies o kilos en vez de arrobas. Es necesario resaltar, sin embargo, que al desobedecer las normas litúrgicas prácticamente siempre el cambio es a peor. Es decir, casi invariablemente el “invento” del francotirador litúrgico es más ramplón, más superficial, más mundano, menos tradicional y, por supuesto, menos bello que el original.

Vamos a ver un ejemplo muy sencillo. Al final de la primera y la segunda lecturas, el lector debe decir: “Palabra de Dios”. En cambio, una gran cantidad de los que leen en las misas dicen cosas como “Es Palabra de Dios” o “Esto es Palabra de Dios” o, como he escuchado esta misma mañana, “Hermanos, esto es Palabra de Dios”.

Ciertamente, el cambio es pequeño y a menudo inconsciente. En el primero de los casos, la diferencia es de solo dos letras. Bastan, sin embargo, esas dos letras para cambiar completamente el sentido del rito.

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Valga este tercer soneto como felicitación de esta Pascua de Resurrección para todos los lectores.

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

El mundo ha cambiado para siempre, ya nada es igual. El Señor ha vencido y nosotros hemos vencido en Él. Como signo de esa victoria de su Esposo, la Iglesia se viste de luz resucitada en la Vigilia Pascual, como una novia que se adorna con sus joyas, adornada con oro de Ofir, rebosante de alegría y de belleza. ¡Y nosotros, aunque parezca mentira, estamos invitados a la boda!

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