Traje de baño
En los pretéritos tiempos de cordura, las nietas hacíamos caso a nuestras abuelas (casi siempre) y no arriesgábamos el pellejo bañándonos antes de que la Virgen (la de julio, la del Carmen, claro) bendijera en procesión nuestras playas. Ni después de que la Virgen (la de octubre, la del Pilar, obviamente) indicara que ni un baño más y ¡a estudiar!
Ah, y ¿qué decir del traje de baño? ¡Cuánto disfrutábamos discutiendo sobre el asunto! Que si el escote, que si el color, que si el tejido, que si el largo, que si dar ejemplo a las hermanas, que si los chicos y los hombres…
Por eso me ha hecho mucha gracia esta amable chica que explica científicamente algo de lo que la abuela, mamá y yo sabíamos, aunque no tuviéramos tantos estudios pero sí algo asimilados los mandamientos y las bienaventuranzas… y algo de sentido común.
Ah, y si quieren más doctrina sobre el asunto, acudan al elogio del pudor, no quedarán defraudados.

Ayer estuvimos, Rueda y yo, invitadas por el señor Vian, en la entrega de los 
El otro día me llamó el Director de La Caverna y me dijo que en nuestra revista no andábamos sobrados de lectores, y que él lo atribuía a que en los titulares no teníamos garra. Yo le pregunté qué era eso de «garra», porque yo había oído siempre que garras tenían los leones, los tigres y bestias así, pero no los hombres. Y que por tanto no había ningún problema en que no tuviéramos garra los cavernícolas que escribíamos en La Caverna.
Convencí a Paca Bezota de que podía permitirse el lujo de bajarse la entrevista “de pago” del The Times, por una módica libra esterlina. Más me costó convencerla de que aquello que los periódicos recogen de lo que EFE dice que dijo el padre Ángel es lo que el padre Ángel dijo. Pero también lo conseguí.