(La Vanguardia/InfoCatólica) Lleva dos años al frente de la archidiócesis de Toledo, sede metropolitana y primada, pero acumula amplia experiencia episcopal. Braulio Rodríguez Plaza ha sido obispo de Osma-Soria (1987-1995), de donde pasó a Salamanca, y de allí en el 2002 a Valladolid. En el 2009 se convirtió en arzobispo de Toledo. Rodríguez Plaza (Aldea del Fresno, Madrid, 1944) es especialista en Sagrada Escritura, liturgia y pastoral familiar. La entrevista tuvo lugar anteayer en Tarrasa, donde dio una conferencia sobre el rito mozárabe.
- ¿Qué ha aprendido en cada una de esas diócesis?
En Osma-Soria, a ser obispo. Tenía 43 años. En Salamanca, a enfrentarme a problemas de más envergadura, en una ciudad universitaria con una universidad católica, y a ver el contraste - que se da en casi todas las diócesis de Castilla y León-entre la capital y pueblitos de 40 habitantes. Valladolid supuso afrontar un tema cultural, en el sentido que daba a la cultura Juan Pablo II, es decir, lo que mueve a las personas, sobre todo a los jóvenes. También empecé a ver los retos de la inmigración. En Toledo, las poblaciones son más grandes, y hay más sacerdotes, con lo que se puede llegar a más gente. Es una diócesis extensa, con una parte en Extremadura, que incluye Guadalupe. Si quieres estar en la realidad como obispo, tienes que viajar mucho
- ¿Les oprime la proximidad de la archidiócesis de Madrid?
No. Aunque Madrid ciudad pesa en todos los ámbitos, como ocurre en Cataluña con Barcelona.
- La archidiócesis de Tarragona, también primada, puede sentir que Barcelona la engulle.
Mi amigo Jaume Pujol, el primat,dice bromeando que me invita a ir a Tarragona siempre y cuando no vaya a cruz alzada, ja, ja ... Pero volviendo a Madrid, no siento que, eclesialmente, nos oprima, quizá porque soy madrileño, he sido cura allí y sé cómo funciona. Y en la Conferencia Episcopal, es como cuando estaba en otras diócesis. Vas a reuniones, a plenarias, y hay un presidente, que es el cardenal de Madrid. Pero no es nuestro presidente, lo es de la Conferencia Episcopal; en cada diócesis el obispo dispone.
-En la implicación de Toledo en la Jornada Mundial de la Juventud de agosto en Madrid, sí influirá la cercanía física.
Estamos preparando con ilusión los “días en las diócesis”, que se harán en varias, también en Cataluña, antes de la JMJ. Acogeremos a 15.000 jóvenes extranjeros, y la semana de la JMJ, cuando venga el Papa, irán a Madrid tres mil chicos y chicas nuestros.
-¿Cómo se ve desde allí, el centro de España, la Iglesia en Cataluña? Utilizo una expresión que usa el cardenal Sistach.
Bueno, así decimos también nosotros: la Iglesia en Castilla y León, no la Iglesia de Castilla y León ...
- La sensación es que la Iglesia de allí y la de aquí se perciben mutuamente como muy políticas, y a veces enfrentadas.
Ese aspecto se puede dimensionar demasiado, porque la realidad concreta es que, cuando tenemos encuentros, convivimos. No me rasgo las vestiduras porque vea a obispos de Cataluña hablando en catalán entre sí, o a los de Valencia hablando en valenciano. Y no veo que en la realidad de la gente haya tanta diferencia, es decir, con cristianos catalanes que visiten Toledo, y lo mismo con los de allí que vienen aquí.
-¿Sin política de por medio?
La Iglesia no debe entrar en la lucha política. Si se entiende por política estar en una polis,en una sociedad, y que los católicos deben participar en la vida pública, hay matices. Existen problemas políticos en España, y puedo tener mi opinión, pero me la reservo.
Las cosas son más sencillas. Mis hermanos bisbes de Cataluña son mis hermanos, igual que los de Astorga o los de Getafe.
- Los obispos de Cataluña han publicado el documento Al servei del nostre poble, donde dicen: "Reconocemos la personalidad y rasgos nacionales propios de Catalunya, y defendemos el derecho a reivindicar y promover lo que esto comporta". ¿Es eso ser nacionalista?
Es probable que esa percepción de nacionalismo se dé más en el nivel de los medios de comunicación. En el único debate que los obispos hemos tenido sobre nacionalismo, hace unos años, había puntos de vista distintos. Pero no hablemos de obispos "de la zona centro"; en todo caso de los que no son de Cataluña, o de los que no estamos en un lugar donde el nacionalismo constituya un hecho diferencial. En los debates entre obispos, no hay bandos territoriales. Va más bien con el talante personal de cada uno.
- El domingo 17 hubo en Barcelona una consulta sobre independencia de Cataluña, y los monjes de Montserrat rezaron para que "cada pueblo y nación pueda decidir libremente".
Los monjes, ay los monjes... Se puede rezar para que los pueblos se lleven bien entre ellos. Recuerdo haber hablado de historia con un cura catalán hace años, donde yo veraneaba, y él hablaba de Cataluña, la Marca Hispánica... "Ahora nos conviene estar en España - decía él-;si no nos conviene, nos separamos". Yo le decía: no sé, tú verás, pero estar en España también está bien. Lo curioso es que el 98% de su feligresía era de habla castellana.
-Otro tema: la persecución de cristianos en el mundo. ¿La sociedad occidental lo denuncia?
Poco. En el primer intento de declaración a nivel de Unión Europea, el Gobierno español no firmó a favor. Después, en otra instancia, ya sí lo hizo. La persecución existe en Arabia Saudí, Pakistán, Irán, Iraq, Egipto, Tierra Santa, Indonesia, partes de Filipinas, o China. En el seminario de Toledo hay tres seminaristas chinos que no saben dónde está su obispo, si en la cárcel o confinado en su casa, o si ha muerto.