(RV/CNA/InfoCatólica) El Santo Padre ha reiterado que Jesús pone en guardia contra los afanes de bienes terrenales, como enseña la parábola del rico necio, que deja de trabajar, derrocha sus bienes y hasta se hace la ilusión de que podrá alejar de sí la muerte:
“El hombre necio en la Biblia es aquel que no quiere darse cuenta, de la experiencia de las cosas visibles, de que nada dura para siempre, sino que todo pasa: la juventud como la fuerza física, las comodidades como los papeles de poder. Hacer depender la propia vida de realidades tan pasajeras es, pues, necedad. El hombre que confía en el Señor, sin embargo, no teme las adversidades de la vida, ni siquiera la realidad ineludible de la muerte: es el hombre que ha logrado alcanzar un ‘corazón sabio’, como los santos”.
Los santos acumulan sabiamente las cosas de Dios
Benedicto XVI ha evocado la memoria litúrgica de algunos santos que la Iglesia celebra en estos días, como las de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, la de san Alfonso María de Ligorio, fundador de los Redentoristas, patrono de los confesores y la de san Juan María Vianney, el Cura de Ars, que ha guiado con su ejemplo el Año Sacerdotal, recién concluido, y a cuya intercesión ha encomendado nuevamente hoy a todos los Pastores de la Iglesia.
“El compromiso común de estos santos ha sido el de salvar las almas y el de servir a la Iglesia con sus respectivos carismas, contribuyendo a renovarla y a enriquecerla. Estos hombres han logrado alcanzar un corazón lleno de sabiduría, acumulando lo que no se corrompe y descartando lo que cambia irremediablemente con el tiempo: el poder, la riqueza y los placeres efímeros. Eligiendo a Dios, han poseído todo lo necesario, pregustando la eternidad ya desde la vida terrenal”.
La fiesta de la Transfiguración del Señor
El Papa se ha referido también a la fiesta del próximo 5 de agosto, que conmemora la dedicación de la Basílica papal de Santa María la Mayor, honrando a la Madre de Dios, aclamada con este título en el concilio de Éfeso, del año 431, así como la del próximo viernes, fiesta de la Transfiguración del Señor y aniversario del fallecimiento de la muerte del Papa Pablo VI. La Transfiguración es la “plena manifestación de la luz de Cristo”, ha dicho Benedicto XVI. Esta luz hace que Cristo resplandezca tanto en la Transfiguración como después de su Resurrección, y muestra su triunfo total sobre “el poder de la oscuridad del Mal”.
Es, dijo el Papa, una oportunidad importante para los creyentes de contemplar a Cristo como “la luz del mundo” y experimentar la maravilla de la conversión, que la Biblia describe a menudo como un “salir de las tinieblas a la luz”. “¡También en nuestro tiempo necesitamos urgentemente salir de las tinieblas del mal, para experimentar la alegría de los hijos de la luz!”, exclamó el Santo Padre.
Prohibición de las bombas de racimo
En la cita para el rezo a María Santísima, Benedicto XVI ha manifestado su gran alegría por la entrada en vigor del Convenio internacional para la prohibición de las municiones de racimo. Recordando en especial a las víctimas y con el anhelo de que se impulse cada vez más el orden internacional pacífico, el Papa ha dicho:
“Mi primer pensamiento va a las numerosas víctimas que han sufrido y siguen sufriendo graves daños físicos y morales, hasta la pérdida de la vida, a causa de estos insidiosos artefactos, cuya presencia sobre el terreno a menudo obstaculiza por largo tiempo la reanudación de las actividades cotidianas de comunidades enteras. Mi anhelo y aliento es que se prosiga siempre con mayor vigor sobre esta senda, en favor de la defensa de la dignidad y de la vida humana, de la promoción del desarrollo humano integral, del establecimiento de un orden internacional pacífico y de la realización del bien común de todas las personas y de todos los pueblos”