(Agencias/InfoCatólica) El cardenal arzobispo de Madrid ha arremetido contra las teorías socio-biológicas que “evocan el nacional-socialismo” al negar el carácter específico de la vida humana, incluso que los recién nacidos sean personas por carecer de conciencia o defienden que una cría sana de simio tiene más derecho a vivir que un feto y hasta un bebé con alguna tara psíquica o física.
“Lo más triste -ha lamentado- es que ésta antropología radicalmente materialista haya encontrado un caldo cultural y político de cultivo en las sociedades europeas postmodernas, erosionando el propio sistema jurídico del Estado de Derecho, fundamentado en el carácter prepolítico de los Derechos Humanos”.
En la conferencia “La esperanza de nuestra cultura tiene nombre: vida humana”, Rouco ha señalado que el proceso de envejecimiento que arrastran las sociedades europeas desde hace casi cuatro décadas está acelerando su “desaparición” como expresión cultural propia e inconfundible, más en tiempos de crisis.
España, a la cabeza del desastre
“España no es una excepción -ha añadido-, incluso se ha puesto de algún modo a la cabeza en algunos de los más decisivos factores socio-políticos y jurídicos subyacentes a la crisis”.
La inmigración es una solución sociológicamente “precipitada y muy corta de vista, muy interesada y egoísta en el fondo”, pues no resuelve a medio plazo los problemas económicos ni sociales “ni despeja el peligro cierto de la desaparición de nuestra cultura -ha señalado-, que se quedaría sin fuerza física ni vigor moral para sostenerse”.
El cardenal ha censurado también una práctica social y jurídica relajada del divorcio o el descenso creciente de la nupcialidad.
Existe una “confusión ética sin precedentes”, ha proseguido, sobre la naturaleza del “verdadero matrimonio” y de la familia, una negación “impresionante” del derecho a la vida de los más indefensos (concebidos, enfermos terminales y ancianos).
Decadencia y desaparición
“¿Qué esperar para estas sociedades europeas, sino decadencia física y espiritual, y progresiva desaparición de sus culturas tan fecundas para la Historia de la Humanidad?”, ha augurado.
En declaraciones previas a su intervención, el presidente de los obispos españoles ha asegurado que “una cultura que no fomente la vida, que no la propicie, se suicida a sí misma. Para que haya cultura tiene que haber gentes que la promuevan, que la protagonicen. Por tanto, tiene que haber personas, realidades sociales previas”.
“Además”, ha añadido “si una cultura determinada, con sus protagonistas históricos vivos, no promueve y favorece lo que Juan Pablo II llamaba ‘cultura de la vida’, sobre todo en España, se niega a sí misma. Desde hace casi dos milenios, el principio de ‘no matarás’, de cuidar la vida, ha sido esencial”.
También ha defendido todo aquello que sea favorecer la objeción de conciencia, no sólo desde el punto de vista de la moral cristiana, también como algo esencial de la tradición europea del Estado de Derecho.