(Zenit/InfoCatólica) Según las estadísticas, el tráfico de seres humanos constituye la tercera industria criminal más grande en el mundo, superada solamente por la de las armas y el narcotráfico. Naciones Unidas calcula que la trata de personas produce 32.000 millones de dólares al año a los traficantes.
La organización australiana Australian Catholic Religious Against Trafficking in Humans (ACRATH) es una de las principales instituciones que luchan por liberar a las mujeres de la industria del sexo, informa la agencia Fides.
Cada año, se produce hacia Australia un tráfico de miles de mujeres provenientes de Asia, Europa del este y de Sudamérica. Para obtener el “privilegio” de migrar al país, deben ofrecer sus “prestaciones” a 6 o 10 hombres por noche, hasta pagar su deuda de quince mil dólares. De este modo, a lo largo del primer mes, son obligadas a “servir” gratis a 800 hombres. Es frecuente que lleguen privadas de sus derechos y de su dignidad.
Según ACRATH, en 2003, en Australia se estableció una estrategia contra este tráfico, con una financiación inicial de veinte millones de dólares en cuatro años. Otros 38,3 millones de dólares fueron destinados al presupuesto de 2007/2008, incluyendo 26,3 millones para las nuevas iniciativas.
¿Crimen o derecho?
En un encuentro auspiciado por la ONG Collective Shout and the Salvation Army (Grito Colectivo y el Ejército de Salvación), se insistió en que “la industria del sexo constituye la fuerza más destructiva contra las mujeres de todo el mundo”.
Mientras tanto, la conciencia de este grave problema ha disminuido. Son pocas las personas conscientes de la enorme cantidad de mujeres que son vendidas en esta industria, con frecuencia totalmente ignorantes de cómo serán obligadas a pasar su vida.
Por otro lado, son muchos los que sostienen que la legalización de la prostitución reforzaría a cuantos trabajan en esta industria; con controles que permitirían mejorar las condiciones del trabajo.
Así, el periodista y autor canadiense, Victor Malerak, actualmente de viaje por Australia, piensa de modo distinto. “Hoy las mujeres explotadas en la industria del sexo son llamadas ‘profesionales liberadas’, y aunque pueden aparentemente escoger sus condiciones de trabajo, no tienen suficientes garantías de tutela”.