(Sic/InfoCatólica) Tal y como informa Aciprensa, en el texto del 6 de abril publicado en el WSJ, McGurn responde a dos artículos del NYT escritos por Laurie Goodstein. El editorialista explica que los documentos presentados por el NYT fueron proporcionados por Jeff Anderson y Mike Finnegan, de quienes dice que son “abogados de cinco hombres que han enjuiciado a la Archidiócesis de Milwaukee”.
McGurn advierte que Goodstein no dice nada más sobre quién es realmente el abogado Anderson. En su artículo da algunos detalles sobre él: “en lo que se refiere a demandas contra la Iglesia, él es el principal abogado. En el año 2002 le dijo a Associated Press que había ganado 60 millones de dólares en acuerdos con la Iglesia; e incluso le dijo a otro semanario que ‘los estaba demandando por todo lo que tienen en todos lados’”. (La expresión grosera en inglés de Anderson es irreproducible y ACI Prensa hace esta traducción que acerca en algo a la idea original).
McGurn señala luego que “nada de esto hace que no valga la pena citar a Anderson. Lo que sí hace es convertirlo en una parte mucho más importante de lo que la historia (de Goodstein) muestra. De hecho, es difícil pensar en cualquiera con algún interés financiero mayor a éste, sobre todo cuando se intenta promover la idea de una Iglesia que no actúa contra sacerdotes abusadores, culpando de manera personal a Benedicto XVI”.
Los cuestionados documentos proporcionados por Anderson al New York Times incluyen algunos textos clave sobre algunas reuniones en el Vaticano entre tres obispos de Wisconsin (donde se encuentra Milwaukee) y el entonces Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el hoy cardenal Tarcisio Bertone. Escritos originalmente en italiano, fueron “traducidos pobremente” al inglés usando un traductor informático.
Debidamente traducidos, los documentos muestran que la Arquidiócesis de Milwaukee creaba barreras para el proceso canónico. Sin embargo, en su artículo McGurn proporciona información adicional y desafía al New York Times sobre las afirmaciones que hace respecto al hecho que el P. Murphy nunca habría sido sancionado o sometido al sistema de justicia de la Iglesia. De hecho, fue suspendido como sacerdote, un proceso que el editorialista señala como equivalente a retirarle la licencia a un médico.
El vicepresidente de la News Corporation señala también que “algunos años después, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe asumió la autoridad sobre todos los casos de abuso, el entonces Cardenal Ratzinger estableció varios cambios que permitieron una directa acción administrativa en vez de procesos que tardarían años. Casi el 60 por ciento de sacerdotes acusados de abuso sexual fueron tratados así”.
McGurn explica que “el hombre que es ahora Papa reabrió casos que habían sido cerrados, hizo más que nadie para procesar casos y hacer responder a los abusadores, y se convirtió en el primer Papa en hablar con las víctimas. ¿No es esta acaso la más razonable interpretación de todos estos eventos: que la experiencia del cardenal Ratzinger con casos como el de Murphy lo llevaron a promover reformas que le dieron a la Iglesia armas más efectivas para tratar los abusos sacerdotales?".
Para el editorialista del WSJ, es necesario que la prensa proporcione “algo de contexto y muestre algo de escepticismo periodístico sobre lo relatado por un abogado defensor que hace millones con este tipo de casos” como Jeff Anderson.