(CEE/InfoCatólica) La Declaración asegura que es «especialmente significativa la incidencia de la crisis en las familias, sobre todo en las familias numerosas y en los jóvenes. El contexto socioeconómico actual nos muestra una tasa de desempleo disparada, hasta el punto de que hay muchos hogares que tienen a todos sus miembros activos en desempleo, que no reciben ingresos ni del trabajo ni de las prestaciones sociales».
Los obispos afirman que «la escasa protección social de la familia y las políticas antinatalistas son perniciosas para la sociedad y tendrán efectos económicos perjudiciales para las generaciones futuras».
También se tiene en cuenta que «los pequeños y medianos empresarios, así como los agricultores y ganaderos, viven en una angustiosa situación económica, asistiendo con impotencia a la destrucción de empleo y cierre de sus empresas, perjudicando gravemente a sus familias, su patrimonio y al mismo progreso de la sociedad».
Igualmente, la jerarquía católica española advierte que, precisamente ahora, no se puede dejar fuera de la cobertura social a la población emigrante que «con su trabajo y con sus servicios, en tiempos de prosperidad, a nuestro desarrollo y bienestar, aumentaron considerablemente los recursos de nuestro país, de la caja de la Hacienda pública y de la Seguridad Social, animaron el consumo, el mercado de la vivienda y la vida laboral en general». Además, los obispos piden «un trato humano y solidario con los emigrantes, pues la recién aprobada Ley de Extranjería restringe derechos que afectan decisivamente a su dignidad como personas».
No hay verdadero desarrollo sin Dios
El documento de la CEE cita en repetidas ocasiones la última encíclica del Papa Benedicto XVI, Caritas in veritate, para recordar que Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre y que, precisamente el primer capital a salvar y valorar es el ser humano, la persona, en su integridad.
No basta con ser conscientes de la crisis
Los obispos advierten de que «no basta contemplar la realidad compleja, sometida a una crisis muy grave; ni basta tomar conciencia de los problemas que está ocasionando. Es imprescindible un profundo sentimiento de solidaridad con todos los que sufren. Hay problemas derivados de esta crisis que están exigiendo una respuesta inmediata».
Para los prelados «una de las preocupaciones más graves tiene que ver con la ocupación y el empleo. No son fáciles ni de aplicación inmediata soluciones que sean verdaderamente eficaces. La pobreza y el desempleo degradan la dignidad del ser humano. Por ello es necesario impulsar un nuevo dinamismo laboral que nos comprometa a todos en favor de un trabajo decente».
Derecho a la vida
La Declaración de los obispos españoles recuerda, citando a la última encíclica del Papa, que «la aspiración a lograr un desarrollo integral requiere una renovación ética de la vida social y económica que tenga en cuenta el derecho a la vida: “La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social”».
Acción de la Iglesia ante la crisis y reflexión final
En el documento se subraya igualmente la gran labor social que la Iglesia hace desde sus instituciones, especialmente Cáritas y Manos Unidas: «En un mundo globalizado, donde los pobres sufren la peor parte, la Iglesia renueva su compromiso con ellos. Y lo hace porque este compromiso brota de su misma entraña de misericordia, de la fe y de su misión evangelizadora. En efecto, Jesús vino a anunciar la Buena Nueva a los pobres, reclamando también de ellos la conversión y la fe».
Por último, para los obispos españoles «es urgente un discernimiento sobre las decisiones de gasto tanto de los poderes públicos como de las familias y de cada uno en particular». Animan a «fomentar la responsabilidad hacia el bien común y hacia las víctimas más afectadas por esta situación». Aseguran que «promover actitudes cristianas para el compartir es especialmente necesario en esta coyuntura», y por ello, urgen «a las comunidades cristianas a que compartan sus bienes con los afectados por la crisis». «Algunos –recuerdan los obispos– ya lo han hecho donando el 1% de sus ingresos como un signo de su compromiso con los pobres. Por nuestra parte, la Conferencia Episcopal
Española, a través de Cáritas, se dispone a entregar un porcentaje que este año será del 1,5% del fondo común interdiocesano».