(InfoCatólica/National Catholic Register) Según la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, actualmente hay 37.970 monjas contemplativas en el mundo, la mitad de las cuales viven en Europa. De ellas, cinco mil se encuentran en Italia, en algo más de quinientos monasterios. Italia es el segundo país europeo con más monjas contemplativas, después de España, pero las cifras van bajando de forma constante.
El descenso se debe, como es conocido, a la falta de vocaciones para la vida contemplativa, que conlleva el correspondiente cierre de monasterios que se han quedado sin monjas. Sin embargo, durante los últimos años se han producido también en Italia cierres de monasterios femeninos que aún tenían contemplativas.
Esta tendencia se debe en parte a la nueva legislación sobre este tema aprobada recientemente. En 2016, el Vaticano publicó la constitución apostólica Vultum Dei Quaerere (buscar el rostro de Dios), que introducía, entre otras cosas, nuevas normas para favorecer la creación de federaciones de las comunidades contemplativas. Dos años después, en 2018, la instrucción Cor Orans (corazón que ora) estableció la obligación de todos los monasterios de ingresar en una federación, para «superar el aislamiento de los monasterios».
El documento también determina que, cuando un monasterio tenga menos de seis monjas profesas, perderá su autonomía y será colocado bajo la supervisión de una superiora administradora y la Santa Sede decidirá sobre su afiliación, traslado o supresión. Esta norma se ha aplicado ya en bastantes ocasiones, con resultados desiguales.
En algunos casos, la supresión o traslado forzosos de una comunidad con pocas monjas han creado una gran polémica. Por ejemplo, el monasterio de dominicas de la Santísima Anunciación de Marradi (Toscana) quedó reducido a cinco monjas cuando murió su madre priora. Según la nueva normativa, perdieron el derecho a elegir a una nueva priora y quedaron sometidas a la administración directa del Vaticano. Después de más de cuatro siglos de existencia, se está preparando el cierre del monasterio, aunque las monjas han señalado que no hay razón para ello, porque disponen de medios económicos suficientes y han tenido varias peticiones de ingreso en el monasterio. También han manifestado el temor de que las dos religiosas más ancianas sean enviadas a un asilo si se cierra la Santísima Anunciación. El 10 de diciembre, cuando llegó al monasterio la nueva administradora vaticana con la orden de cerrar el monasterio, las monjas cerraron las puertas y, desde entonces, no dejan entrar a nadie.
La representante del monasterio, Barbara Betti, ha señalado que «las autoridades eclesiásticas han intentado no aceptar nuevas postulantes, con un claro deseo de cerrar el monasterio y por eso las hermanas me pidieron ayuda». «No se puede obligar a una mujer que ha vivido durante 40 o 50 años en el mismo lugar a marcharse contra su voluntad», explicó. «Es lo peor que puede pasar a una mujer que eligió dedicarse a la vida contemplativa, porque el monasterio es su hogar y su familia». También afirmó que las hermanas habían recibido cartas de otras monjas en situación similar y que, «en toda Italia, las monjas de clausura se están preguntando qué va a ser de ellas».
Otros monasterios históricos italianos se han suprimido recientemente siguiendo la nueva normativa, como el monasterio de la Visitación de Milán, de tres siglos de antigüedad, el monasterio de la Visitación de Pistoia, el Cenáculo de Montauto, en Anghiari, el convento de clarisas de Montalto o el monasterio benedictino de Sansepolcro.
No todas las contemplativas, sin embargo, consideran que la nueva normativa sea negativa. En algunos casos, son las propias monjas las que toman la iniciativa para fusionarse con otros monasterios. Así sucedió en el caso de las clarisas de Montalto, que primero se habían federado con las clarisas de Filottrano, a unos cien kilómetros de distancia, y posteriormente se trasladaron a ese convento.
«Muchos monasterios, como el de Montalto, tienen grandes edificios con pocos miembros», señaló la antigua abadesa de Montalto. «El monasterio era muy incómodo para las hermanas mayores, porque teníamos que subir y bajar todo el tiempo, mientras que el convento de Filottrano es más práctico». Además, «unir nuestros recursos económicos nos permitió contratar personal para que nos ayude diariamente, lo que nos permite centrarnos más profundamente en nuestra vida de oración». Los habitantes de Montalto, en cambio, no están contentos con el traslado y consideran que ha dejado «un gran vacío» en la población, que perdió también su calidad de sede episcopal hace unos años.
Algunos autores han señalado con preocupación que los monasterios intervenidos y suprimidos son a menudo los que tienen una visión más tradicional de la vida contemplativa. El vaticanista Aldo Maria Valli, en su reciente libro Claustrofobia (referido a la fobia por la vida enclaustrada), afirma que esta forma de vida religiosa sufre un ataque muy claro. El vaticanista llega a sugerir que, si bien en el pasado esos ataques provenían de grupos secularizados y anticlericales, cada vez más son protagonizados por la propia jerarquía eclesiástica, que tiende a favorecer más el compromiso social que la vida contemplativa y silenciosa.
Solène Tadié, corresponsal del National Catholic Register, destaca en este sentido algunas declaraciones de altos responsables de la vida consagrada. El cardenal Joāo Braz De Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada ya indicó en 2015 las prioridades de la Congregación para los años siguientes, centradas en la que consideraba la principal emergencia de la actualidad: «acoger a los refugiados y a los pobres». «En ese sentido, me gustaría optimizar el uso de nuestras estructuras, reutilizar las grandes casas en favor de actividades que satisfagan más las necesidades actuales de evangelización y caridad, la adaptación de las actividades a estos nuevas necesidades».
Hace solo unos meses, en una entrevista para Última Hora, el cardenal afirmó también que «muchas cosas de la tradición, muchas que son de la cultura pasada, ya no sirven más». En ese sentido, citó «formas de vida» que están «ligadas a nuestros fundadores», como, por ejemplo, «una forma de rezar, una forma de vestir, dar más importancia a ciertas cosas que no son tan importantes y a otras que sí son importantes, dejarlas un poco». Para Tadié, estos comentarios y otros similares sugieren que están «cristalizando dos visiones de la vida contemplativa y de las prioridades de la Iglesia».