(Asia News/InfoCatólica) El próximo 3 de febrero es la fecha más probable para la entronización como cabeza la Iglesia Auto-céfala Ortodoxa Ucraniana del metropolitano Epifanio (Dumenko). El acto tendrá lugar en Kiev.
Tras la concesión del Tomos de auto-cefalia el 6 de enero pasado, el patriarcado de Constantinopla está completando los procedimientos para validarlo definitivamente. El 9 de enero, todos los miembros del Sínodo del patriarcado de Constantinopla suscribieron el texto, difundiendo imágenes exclusivas de las firmas. Ahora, el documento, que había sido llevado nuevamente a Estambul, regresará a Ucrania con todos los sellos que le confieren oficialidad. En tanto, el presidente del Senado ucraniano, Andrej Parubij, declaró que el patriarca ecuménico Bartolomé (Archontonis) ha confirmado su intención de visitar Ucrania. Dicho viaje podría concretarse en las próximas semanas.
Además de las confirmaciones sinodales de Constantinopla, el Tomos fue sometido a la evaluación de las demás Iglesias ortodoxas auto-céfalas, con misivas del patriarca dirigidas a los primados de aquellas. Además de la ya bien sabida oposición de Moscú, respaldada con declaraciones genéricas de polacos y serbios, también el Arzobispo ortodoxo de Chipre, Crisóstomo II (Englistriotis), se negó a conmemorar al jefe de la nueva Iglesia ucraniana durante la liturgia. El arzobispo es conocido por su posición filo-rusa, asentada en el apoyo ruso ante la polémica contra la «ocupación» turca del norte del país. Al brindar declaraciones ante la agencia de prensa local Romfea, el arzobispo dijo haber declinado la propuesta de invitar a Chipre al nuevo metropolita Epifanio, presentada por otros miembros del Sínodo local. Según sus declaraciones, «todo Estado independiente tiene derecho a la auto-cefalia eclesiástica, pero por ahora no me parece que el pueblo ucraniano haya expresado tal voluntad».
Diferente es la posición del arzobispo de Atenas, Jerónimo II (Liapis), cabeza de la Iglesia ortodoxa de Grecia, quien ha considerado insuficiente un juicio del Sínodo sobre la auto-cefalia ucraniana, que igualmente ha comenzado a examinar el documento enviado, solicitando un pronunciamiento de todo el cuerpo eclesial, clero y laicos, según modalidades que aún deben definirse. Los ucranianos de todos modos confían en que contarán con la aprobación de los griegos y del patriarca ortodoxo de Alejandría, Egipto. La posición de las Iglesias de Albania y Rumania sigue siendo prudente, manteniéndose neutrales.
Quien se manifiesta oficialmente en contra es el patriarca de Antioquía (Siria), Juan X (Yagizi), muy cercano a Kirill de Moscú y a los «protectores» rusos de Siria. También los búlgaros –que junto a los serbios fueron «liberados» del Imperio otomano gracias a los rusos- son considerados aliados de Moscú contra Constantinopla: en diciembre, el metropolita de Vidin Daniil (Nikolov) difundió declaraciones en las que manifestó estar en contra de la separación de Ucrania del territorio canónico del Patriarcado de Moscú, cuya anexión tuvo lugar en 1682. Según el prelado búlgaro, «en estas decisiones se puede dar marcha atrás o se puede confrontar, como máximo, dentro de un plazo de treinta años, pero no después de tres siglos».
Bulgaria, y en mayor medida Serbia, también está involucrada en otra cuestión de auto-cefalia actualmente en curso en el mundo ortodoxo: la de Macedonia. Tras la aprobación de la autonomía ucraniana, también la ex república yugoeslava ve renovadas sus esperanzas de obtener el mismo resultado, como ya fue declarado en estos días por el metropolita macedonio Pedro (Karevskij) ante el portal religija.mk: «Esperamos alegrarnos, antes de fin de año, con el reconocimiento del patriarca ecuménico de Constantinopla, ya que cumplimos con todas las condiciones para ello». Se muestra más prudente, pero igualmente optimista, el responsable de la Iglesia macedonia, el metropolita de Skopje Stefan (Veljanovskij); también aspira a la auto-cefalia el metropolita de Montenegro, Miguel (Dedeic), que ha hecho declaraciones en ese sentido. La concesión de la autonomía eclesiástica a Macedonia y Montenegro llevaría casi con certeza a otra ruptura, entre Belgrado y Constantinopla.