(Agencias) En la mañana del martes 23 de octubre se presentó en el Aula el borrador del Documento Final y la entrega del texto, aún reservado, a los participantes, 252 Padres presentes.
Se presenta como un resumen del trabajo realizado hasta ayer por la tarde por la Comisión de Redacción. En palabras de los redactores fue un exitoso ejemplo de sinodalidad.
Instrumentum Laboris, texto de referencia
El borrador del Documento Final, explicó en el Aula el Relator General cardenal Sergio da Rocha, fue desarrollado a partir del Instrumentum Laboris, texto básico de referencia. Sin embargo, mientras que este último surgió de dos años de escucha del mundo de los jóvenes, el Documento Final es el resultado del discernimiento hecho por los Padres durante el Sínodo. Se trata, por tanto, de documentos diferentes y complementarios que, en su conjunto, dan «una visión de la complejidad de las cuestiones planteadas y de los dinamismos existentes en el proceso de abordaje de las mismas: deben ser leídos en conjunto –precisa el cardenal– porque entre ellos hay una referencia continua e intrínseca». Además del Instrumentum Laboris, las fuentes del Documento Final son también las intervenciones, los informes y los «modos» o enmiendas resultantes de los trabajos del Sínodo.
En camino con los discípulos de Emaús
La estructura fundamental del Instrumentum Laboris se conserva en la división en tres partes: «reconocer, interpretar, elegir», pero el documento refleja la estructura del pasaje de los discípulos de Emaús: «Caminaron con ellos», «se les abrieron los ojos» y finalmente «se fueron sin demora». Los temas del Instrumentum Laboris, por lo tanto, se encuentran en el Documento Final, pero los que se han debatido durante más tiempo en el Sínodo durante estas tres semanas son más evidentes. El texto, dividido en 173 párrafos, –señaló el cardenal Da Rocha– es «el resultado del trabajo en equipo, los autores son los Padres sinodales, los participantes en el Sínodo y especialmente los jóvenes. El borrador, aún reservado, ha sido entregado a los Padres sinodales, que ahora tendrán tiempo de leerlo y podrán presentar propuestas de adiciones y enmiendas. El primer y principal destinatario del Documento Final –recordó el Relator General– es el Papa. Con la aprobación del Pontífice, en efecto, «se pondrá a disposición de toda la Iglesia, de las Iglesias particulares, de los jóvenes y de todos aquellos que se ocupan de los jóvenes en la pastoral juvenil y vocacional».
El pueblo de Dios, punto de partida y de llegada
El punto de partida y de llegada es el pueblo de Dios «en la variedad de situaciones socioculturales y eclesiales» que los trabajos ha puesto de manifiesto. De hecho, el camino sinodal –añadió el cardenal da Rocha– aún no está terminado, porque prevé una fase de implementación. «Será importante que las Iglesias particulares y las Conferencias Episcopales puedan asumir la dinámica del Documento de manera creativa y fiel para adaptar a su contexto lo que ha surgido durante el trabajo». El proceso del Sínodo no termina, por tanto, con «recetas pastorales a seguir (lo que sería lo contrario del discernimiento)» y, si el lenguaje del texto no es propiamente juvenil, se recuerda que se decidió preparar una Carta dirigida a todos los jóvenes por los Padres sinodales.
La Iglesia vive una oportunidad de conversión
En la meditación de la oración que abrió la Congregación esta mañana, un Padre sinodal, reflexionando sobre los momentos difíciles vividos por la Iglesia, expresó la invitación a vivir el Sínodo como un kairós, una oportunidad para la conversión. En efecto, los jóvenes quieren una Iglesia transparente y pobre y las palabras del Crucifijo de San Damián a Francisco de Asís, «Id y reparad mi Iglesia», son hoy un estímulo para todos. Un árbol plantado a lo largo de un arroyo –fue la meditación inspirada por la liturgia de hoy– no tiene miedo cuando llega el calor. Incluso en tiempos de sequía, los frutos del árbol no fallarán si sus raíces están plantadas a lo largo del río de agua viva que es Jesús. En este tiempo de kairós, sufrimiento y gracia –era el deseo– la Iglesia procede con valentía, llena de esperanza y empatía. La opción preferencial para los jóvenes significa dedicación en términos de tiempo, personas y recursos financieros en las parroquias y diócesis de todo el mundo.