(ACI Prensa) En el documento publicado el 7 de septiembre y dirigido a los fieles de la arquidiócesis, Mons. Chomali aseguró que «no están los tiempos para ser católico. Están los tiempos para ser un gran católico. Para lograrlo, Dios nos dará su gracias, porque para Él no hay nada imposible».
El Prelado aseguró que después de la visita del papa Francisco a Chile en enero de este año y del informe elaborado sus enviados especiales «hay un antes y un después en el modo de tratar las denuncias de abusos al interior de la Iglesia y en el modo de proceder».
Mons. Chomali reconoció que «el horror de los abusos sexuales, de poder y de conciencia, se pudieron haber evitado» y afirmó que lo acontecido «cuestiona en su raíz el proceso de selección de los postulantes a los seminarios , la formación que recibieron en su interior y el acompañamiento durante su vida ministerial».
«Quienes abusaron nunca debieron haber ingresado al Seminario y menos haber sido ordenados», lamentó.
Asimismo, criticó «los protocolos, a la hora de identificar situaciones que generaban fundadas sospechas de ambientes potencialmente abusivos, así como los protocolos para recibir denuncias y actuar en consecuencia».
Mons. Chomali señaló que en el encuentro de los obispos de Chile con el Papa, este último les dijo con claridad que «hemos hecho las cosas mal».
En ese sentido, afirmó que «todos los católicos, debemos cuestionarnos sobre lo que hemos hecho, lo que estamos haciendo y replantearnos lo que vamos a hacer. Y, además, comprender que el modo de ser Iglesia o será distinta a la del presente o no surgirá nada nuevo que vuelva a encantarnos y, menos aún, a encantar a los demás».
Esta tarea implica «reconocer modos de actuar arraigados en una cultura que piensa en la Iglesia como una institución piramidal donde el Papa, los obispos y los sacerdotes mandan y los demás obedecen, y no como una comunidad donde se vive la fraternidad que nos genera la fe en Dios manifestado en Cristo Jesús y que se despliega como vida nueva en el Espíritu».
«Urge reconocer la autoridad como un servicio, y, al estilo de Jesús, lavarnos los pies los unos a los otros», expresó Mons. Chomali.
Para el Prelado, la causa última de la crisis está en que «la evangelización ha tenido poco espesor y profundidad, por lo que ha ido dejando ausente lo central: el amor a Dios y al prójimo. En el fondo, la crisis de la Iglesia es una crisis de fe que ha llevado a una vida espiritual superficial».
«Buena parte de los abusos se producen donde se han configurado relaciones asimétricas de poder, como es el caso del clericalismo, que ha desfigurado a la Iglesia y ha hecho mucho daño», agregó.
En su carta, Mons. Chomalí dio a conocer una serie de medidas concretas para llevar adelante un mejor modo de proceder en temas de abusos en la Archodiócesis de Concepción, entre las que se destacan la creación de una Política de recepción y acogida de denuncias, y de una Comisión de Apoyo en Materias de Abusos.
Además, «con el mismo celo con que colaboramos para que se esclarezca la verdad y se haga justicia, en el caso de denuncias contra obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos, hemos de colaborar para restituir la honra de la persona, en el caso en que se declare su inocencia».
Mons. Chomali también pidió perdón por sus propios errores en esta materia y expresó que «una vez que la verdad surja y se haga justicia respecto de aquellos que han sufrido abusos, y se vuelva a repetir con claridad que no hay espacio para quienes abusan en la vida consagrada, podremos mirar el futuro con esperanza».
El Arzobispo resaltó luego que «hoy es necesario recordar las palabras de San Pablo cuando nos dice que llevamos este tesoro –Jesucristo– en vasijas de barro –nosotros– , y las palabras de Jesús que nos manda servir y no ser servidos. Hoy es más urgente que nunca poner más atención y fe en el tesoro, no tanto en la vasija».
«Hemos de transmitir con fuerza que la Iglesia es el lugar para vivir la fe en Jesucristo en un contexto de relaciones humanas sanas, serenas y maduras de cara a Dios y al prójimo; una instancia privilegiada para generar un tejido de vida al estilo de Jesús que represente lo mejor del ser humano, y que por su dinámica propia se convierta en fuente de transformación de la sociedad hacia sus valores. Hemos de pedirle al Señor la gracia de volver a ser la sal y la luz del mundo», subrayó el Prelado.