(InfoCatólica) Cristóbal, Antonio y Juan, los «Niños Mártires de Tlaxcala» fueron canonizados por el Papa Francisco el día de hoy, en una ceremonia efectuada en la Plaza de San Pedro. También fueron canonizados junto con ellos 27 compañeros suyos.
Los «Niños Mártires de Tlaxcala»
Los «Niños Mártires de Tlaxcala» fueron tres niños ejemplares asesinados por odio a la fe. El primero de ellos, Cristóbal, nació en 1515 en Atlihuetzía, Tlaxcala. Hijo del cacique Acxotécatl se convirtió a la fe cristiana, recibió el bautismo, e intentó convencer a su padre y sus vasallos de hacerlo también. Luego, tiró sus ídolos en un intento de salvar a su padre de la idolatría.
Al saberlo su padre se enojó y decidió quitarle la vida, así que lo tomo de los cabellos, lo tiro al suelo y le dio crueles golpes por todo el cuerpo hasta fracturarle los brazos, piernas y las manos con que se defendía la cabeza, tanto que casi de todo el cuerpo corría sangre mientras Cristóbal invocaba a dios diciendo: «Dios mio, tened misericordia de mí, y si tú quieres que yo muera, moriré; y si tú quieres que viva, libradme de mi cruel padre». Viendo que el niño seguía vivo lo mando a arrojar a una hoguera, lo apuñaló y el niño le dijo a su padre: «No pienses que estoy enojado, porque yo estoy muy alegre, y sábete que me has hecho más honra de los que vale tu señorío».
Dos años después llegó a Tlaxcala un Fraile de nombre Fray Bernardino Minaya, con otro compañero, los cuales iban encaminados a la provincia de Huaxyacac y le pidieron a Fray Martín de Valencia que les diese algún muchacho para que les ayudasen a la misión evangelizadora. A esta petición de ofrecieron inmediatamente Antonio y su criado Juan (provenientes de Tizatlan, Tlaxcala). Al llegar a Tepeyacac, Fray Bernardino Minaya envió a los niños a que buscasen por todas las casas de los indios los ídolos y se los trajeran. Ellos conocían perfectamente el lugar y por ser niños, podían realizar tal empeño sin que peligrasen sus vidas. Para realizar la encomienda se alejaron un poco más de lo determinado a buscar si había más ídolos en otros pueblos.
Y es en Cuahutinchan, Pue., cuando entrando en una casa y destrozando los ídolos, vinieron dos indios, con unos leños de encina, y sin decir palabra, descargaron su furia sobre Juan. Al ver Antonio la crueldad con que aquellos ejecutaban a su criado, no huyó, sino que echó en el suelo unos ídolos que tenía, pero ya los dos indios tenían muerto a Juan, y luego hicieron lo mismo con él.
Canonización
En la ceremonia el Papa leyó la siguiente fórmula de canonización:
«En honor de la Santísima Trinidad, para la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocado en numerosas ocasiones la ayuda divina y escuchado el consejo de muchos de nuestros hermanos en el episcopado, declaramos y definimos Santos y Bienaventurados a:
André de Soverla, Ambrosio Francisco Ferro, Mateus Moreira y a 27 compañeros suyos, Cristobal, Antonio y Juan, Faustino Míguez, Angelo da Acri y los inscribimos en el Libro de los Santos, estableciendo que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los Santos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».