(ACI/InfoCatólica) El Arzobispo de Valencia, España, Cardenal Antonio Cañizares, advirtió que un Estado que promueve el laicismo «se vuelve contra el ser humano», porque «no puede haber una sociedad libre, solidaria y que progrese sin Dios».
«El olvido y rechazo de Dios quiebra interiormente las aspiraciones del ser humano y socava las bases de la convivencia y de la dignidad inviolable de la persona. En esa ausencia se gesta la crisis moral de la actualidad», aseguró el Cardenal este viernes 21 de julio, durante su ponencia en el cierre de los cursos de verano de la Universidad Católica de Valencia (UCV).
«Quien no conoce a Dios, no conoce al hombre y quien destruye a Dios, destruye la humanidad de la persona, ignorando su verdadera dignidad y grandeza», añadió.
En enero de 2005, el Papa San Juan Pablo denunció al laicismo como una «ideología que lleva gradualmente, de forma más o menos consciente, a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado y oponiéndose a su expresión pública».
Por tal motivo, el Cardenal Cañizares recordó que este laicismo califica de «intromisión abusiva» aquello «principios morales fundamentales, válidos por sí mismos, universales y que tienen su fundamento más firme en Dios creador».
«Se intenta en vano crear una sociedad moderna en la que se prescinde de la moral como si se tratase de una imposición, lo que en realidad es una exigencia del bien común», agregó.
Sin embargo, el Purpurado señaló que no se puede tachar de «imposición moral» la defensa de la vida humana «en todas las fases de su existencia» o defender que no se «instrumentalice® a ningún ser humano.
«La Iglesia no propugna una sociedad confesional. La fe se propone, no se impone; pero los cristianos tenemos el deber de afirmar a Dios porque así afirmamos y servimos al hombre», indicó.
El Cardenal Cañizares concluyó afirmando que el problema de nuestro tiempo es la «quiebra moral y de humanidad» que se une «a la ausencia de Dios del espacio humano y cultural, camuflado, además, en una religiosidad vacía».
«La más grande de las indigencias es la falta de Dios, sin el que el mundo es árido, abatido, sin futuro y sin salida, sin esperanza. Y solo con Dios la Tierra será verdaderamente humana y habitable», sentenció.