(InfoCatólica) El obispo vasco señala que «celebramos la Pascua de Resurrección en un contexto mundial en el que se respira un gran anhelo de paz», y se pregunta:
¿Pero acaso no será la paz una cuestión fundamentalmente política? ¿Es oportuno mezclar la resurrección de Jesucristo con una causa encomendada fundamentalmente a los gobiernos de las naciones? ¿La paz se juega, más bien, en el nivel de los retos sociales regulados por la acción política, o no estará más determinada por la educación moral interior del ser humano, que trasciende en cierta medida a las administraciones y los gobiernos?
El obispo indica que para alcanzar una paz verdadera, es fundamental la «educación moral y espiritual, en la que centró Jesucristo su predicación, llamando «bienaventurados» a los pacíficos, a los mansos, y a los que son capaces de responder al mal con el bien».
Mons. Munilla advierte que «estamos asistiendo a la pretensión de construir los procesos de pacificación sobre la base de acuerdos «políticos», excluyendo o, cuando menos, minusvalorando la dimensión moral y espiritual de la realidad. Todos tenemos en mente el rechazo del requerimiento del arrepentimiento y de la petición de perdón por parte de los violentos a sus víctimas, bajo el argumento de que esos son conceptos religiosos y de conciencia, que no pueden ser invocados en el terreno social o político».
D. José Ignacio apunta cuáles son los obstáculos actuales para alcanzar esa paz deseada:
«...uno de los obstáculos principales el que nos enfrentamos a la hora de llevar adelante la construcción de la paz, es el «cómodo» olvido del principio de subsidiariedad por parte de la mayoría de la sociedad; al mismo tiempo que se da una continua injerencia de las administraciones públicas en el ámbito familiar y en las iniciativas sociales. De este modo caminamos hacia un modelo en el que cada vez hay «más estado» y «menos sociedad»; lo que en la práctica se traduce en «más normas» y «menos conciencia». Parece como si «mamá estado» o «papá estado», pretendiera construir, por su sola estrategia política, una sociedad justa y pacífica».
Y añade:
«En nuestros días, llama poderosamente la atención la gran virulencia del debate político, cuando es un hecho constatable que los distintos partidos políticos caminan de una forma inexorable hacia un pensamiento único, conformado por lo políticamente correcto. Se alimenta la falsa esperanza de que un hipotético vuelco político pudiera posibilitar la justicia y la paz, olvidando la existencia del «pecado original»
Mons. Munilla explica que sin la conversión espiritual es imposible transformar el mundo para bien:
«..si ese «hombre viejo» que anida en cada uno de nosotros no es regenerado, el problema no será solo que estemos condenados a la impotencia para transformar el mundo; sino que la misma estructura política terminará por anular al hombre, a la familia, y a la misma sociedad».