(EWTN News/InfoCatólica) A pesar de las controversias y abusos que se han producido luego del Concilio Vaticano II, la liturgia católica es en última instancia una fuente de unidad que forma a los cristianos en el sacrificio y la salvación de la cruz, explicó el cardenal Robert Sarah.
Si los católicos sienten que están sufriendo una «guerra litúrgica» divisiva, el cardenal dijo que deberían verla como «una aberración». En su lugar, la liturgia es «el espacio por excelencia donde los católicos deben experimentar la unidad en la verdad, en la fe y en amor».
«Como resultado, es inconcebible celebrar la liturgia teniendo sentimientos de conflicto y rencor fratricidas», dijo. «En este “cara a cara” con Dios, que es la liturgia, nuestro corazón debe estar purificado de toda enemistad, y se requiere que cada sea respetado en su propia sensibilidad».
Continuidad y no ruptura con el pasado
El cardenal Sara, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, subrayó la necesidad de reafirmar que el Concilio Vaticano II nunca pidió una ruptura con el pasado. Más bien, debe promoverse la visión del concilio de la renovación litúrgica.
El Cardenal había preparado sus observaciones para la XVIII Conferencia Litúrgica Internacional de Colonia, que se centra en el décimo aniversario de la instrucción Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI, que dio amplio margen a los sacerdotes para la celebración de la liturgia según el Misal de 1962, ahora conocido como la forma extraordinaria.
El discurso del cardenal , que no entregó en persona debido a otros compromisos, abordó varios debates sobre la liturgia y la dirección de la Iglesia Católica después del Concilio Vaticano II.
Después del Concilio, el Beato Pablo VI publicó un nuevo Misal Romano, ahora conocido como la forma ordinaria, que fue ampliamente traducido del latín a los idiomas locales.
Enriquecernos con todas las formas litúrgicas
El Cardenal Sara dijo ambas formas ordinarias y extraordinarias de la liturgia deben traer a los fieles «la belleza de la liturgia, su santidad, el silencio, el recuerdo, la dimensión mística y la adoración».
«La liturgia debe ponernos cara a cara con Dios en una relación personal de intensa intimidad. Debe sumergirnos en la intimidad de la Santísima Trinidad», dijo, añadiendo que «la liturgia debe permitirnos alcanzar todos juntos a la unidad de la fe y al verdadero conocimiento del Hijo de Dios».
Rechazó cualquier esfuerzo para oponer un misal romano al otro y viceversa, así como la oposición a la liturgia de las iglesias católicas orientales.
«Más bien debemos entrar en el gran silencio de la liturgia, permitiéndonos enriquecernos con todas las formas litúrgicas, ya sean latinas o orientales», explicó.
Sin un silencio místico y un espíritu contemplativo, la liturgia seguirá siendo «una ocasión de divisiones odiosas, de enfrentamientos ideológicos y de humillaciones públicas de los débiles por parte de quienes afirman tener autoridad, en vez de ser un lugar de unidad y comunión en el Señor».
Importancia de la formación litúrgica
El Cardenal Sara habló de la importancia de la formación litúrgica, que debe comenzar con una proclamación de la fe y una catequesis basada en el Catecismo de la Iglesia Católica. Esta formación «nos protege del riesgo de las desviaciones más o menos aprendidas de ciertos teólogos ansiosos de “novedades”».
Para el cardenal Sara, el corazón de toda la liturgia cristiana auténtica incluye esfuerzos para mejorar y estimar su belleza y santidad, así como «mantener el correcto equilibrio entre la fidelidad a la Tradición y el legítimo desarrollo». Este último punto significa «absoluta y radicalmente» rechazar cualquier Interpretación que entiende la historia litúrgica como una ruptura con el pasado.
El cardenal habló extensamente de las divisiones sobre la liturgia, e hizo algunas fuertes críticas para algunos abusos.
Mientras que el sentido de lo sagrado es inseparable de la liturgia, algunos de los fieles han sido tan maltratados o profundamente perturbados por las celebraciones superficiales de la liturgia.
El cardenal Sara criticó una visión de la reforma litúrgica que no cumplió con la restauración auténtica pensada por el Concilio Vaticano II. Esta visión se llevó a cabo con «un espíritu superficial» y erróneamente dirigido «a eliminar a toda costa un patrimonio percibido como totalmente negativo y anticuado para cavar un abismo entre antes y después del Concilio».
Para el cardenal Sara, el Concilio Vaticano II no pretendía ocasionar «una ruptura con la tradición», sino más bien un redescubrimiento y una confirmación de la tradición «en su más profundo significado».
«De hecho, lo que se llama “reforma de la reforma”, y que tal vez debería llamarse con mayor precisión «el enriquecimiento mutuo de los ritos», para adoptar una expresión del magisterio de Benedicto XVI, es ante todo una necesidad espiritual» , explicó.
La Crisis espiritual de la Iglesia está vinculada a la crisis litúrgica
«El cardenal Joseph Ratzinger repitió incansablemente que la crisis que ha estado sacudiendo a la Iglesia durante los últimos cincuenta años, principalmente desde el Concilio Vaticano II, está vinculada a la crisis de la liturgia y, por tanto, al irrespeto, a la desacralización y a la horizontalidad de los esenciales elementos del culto divino».
Como el cardenal Ratzinger escribió en sus memorias, está convencido de que «a crisis que en la Iglesia que estamos viviendo actualmente se debe en gran medida debida a la demolición de la liturgia».
Afrontar el problema
El cardenal Sarah añadió: «no podemos cerrar los ojos al desastre, la devastación y el cisma que los promotores modernistas de la liturgia han provocado remodelando la liturgia de la Iglesia según sus ideas».
Sostuvo que aquellos que promulgaron cambios negativos en la liturgia olvidaron que no es sólo una oración, sino que es especialmente un misterio «que no podemos comprender por completo, pero que debemos aceptar y recibir en la fe, el amor, la obediencia y el silencio de adoración».
Este es el verdadero significado de la exhortación del Concilio a la «participación activa de los fieles» en la liturgia.
La «crisis de la fe», que desde el Concilio ha afectado a muchos fieles cristianos, y especialmente a muchos sacerdotes y obispos, les ha hecho incapaces de entender la liturgia eucarística como un sacrificio idéntico al Sacrificio de la Cruz.
El Cardenal Sara enfatizó que la Misa es «el sacrificio vivo de Cristo que murió en la cruz para liberarnos del pecado y de la muerte, para revelar el amor y la gloria de Dios Padre». Cada celebración de la Misa apunta a «la gloria, la adoración de Dios y la salvación y santificación de los hombres».
Reformar el mundo con el Evangelio
Los verdaderos adoradores de Dios no reforman la liturgia según sus propias ideas y creatividad para complacer al mundo. Más bien, «reforman el mundo con el Evangelio» para ayudarle a acceder a la liturgia que es «el reflejo de aquella que se celebra desde la eternidad en la Jerusalén celestial».
El cardenal Sarah subrayó el enfoque de Benedicto XVI. La carta del Papa de 2007 a los obispos que acompañan a Summorum Pontificum dijo que tenía como objetivo «permitir el enriquecimiento mutuo de las dos formas del mismo rito romano» y abrió la posibilidad de perfeccionarlas «destacando los mejores elementos que caracterizan a cada una».
Pautas para Summorum Pontificum
El cardenal ofreció las pautas para Summorum Pontificum, diciendo que debe aplicarse «con mucho cuidado» y no como «una medida negativa y regresiva, que pretende regresar al pasado. Tampoco debe aplicarse como algo que construye muros y crea un gueto».
Más bien, debe ser «una contribución importante y genuina a la vida litúrgica tanto del presente como del futuro de la Iglesia».
Donde se celebra la forma extraordinaria, dijo el cardenal, los pastores han reportado un «mayor fervor» entre los fieles y los sacerdotes. Donde se celebra la forma ordinaria, ha habido un impacto positivo en la liturgia, especialmente en el redescubrimiento de las posturas de adoración del Santísimo Sacramento, como el ponerse de rodillas y la genuflexión.
El Cardenal Sara dijo que hay un renovado sentido de la importancia del «silencio sagrado» en partes importantes de la Misa que permite a los sacerdotes y fieles «interiorizar el misterio de la fe que se celebra».
La reforma litúrgica en sí tiene un objetivo místico, dijo: «Por lo tanto, la liturgia debe reformarse para ser más fiel a su esencia mística».