(Life Site News/InfoCatólica) El arzobispo aprobó el documento de Alberta el 2 de febrero, llamándolo una «orientación para acompañar a las familias con compasión y cuidado y a la vez sostener la enseñanza inmutable de la Iglesia en cuanto al Sacramento del matrimonio y de la Eucaristía».
Las directrices, publicadas en septiembre próximo pasado por los obispos de Alberta y del Territorio Noroeste, señalan que «todo católico, antes de la recepción de la Comunión, debe confesar sacramentalmente todo pecado grave del cual él o ella sean conscientes». Las directrices añaden que tal confesión «debe estar motivada por una contrición verdadera que implica, necesariamente, un arrepentimiento sincero, la renuncia al pecado y una firme resolución para enmendar la vida».
«Es posible que, a través de los medios de comunicación, los amigos o familiares, se le haya dado a entender a las parejas que ha habido un cambio en la costumbre de la Iglesia, y que ahora la recepción de la Sagrada Comunión en la Misa por personas que está divorciadas y se han vuelto a casar civilmente es permisible simplemente mediante una conversación con un sacerdote. Este juicio es erróneo», afirman las directrices.
El arzobispo Prendergast señala que aunque la exhortación apostólica del Papa del pasado abril «aborda de manera conmovedora la belleza y los desafíos del matrimonio contemporáneo y de la vida familiar», es, sin embargo, el octavo capítulo el que «ha llamado más la atención».
En ese octavo capítulo el Santo Padre exhorta a los sacerdotes a acompañar a las parejas divorciadas y vueltas a casar por lo civil, y que por lo tanto viven actualmente en el adulterio, para ayudarles a integrarse a la vida católica. El Papa agregó ahí – en lo que se ha dado en llamar una «nota al pie contundente»– que ese camino a la integración «puede incluir la ayuda de los sacramentos».
Este ambiguo pasaje ha causado el surgimiento de una serie contradictoria de directrices pastorales, algunas de las cuales permiten que los adúlteros, e incluso los que viven en concubinato, reciban la Comunión.
El arzobispo Prendergast ha dicho que las directrices de Alberta hacen «posible recibir de manera auténtica el mensaje del Santo Padre y a la vez permanecer fiel a la enseñanza de la Iglesia acerca de la indisolubilidad del matrimonio y la reverencia debida para recibir la Santa Eucaristía».
«Para aquellos que buscan respuestas fáciles a preguntas complejas, este documento, al igual que Amoris Laetitia, representará un desafío. Papara los católicos que buscan recibir, valorar y crecer en su fe, en su matrimonio y en su vida familiar, sin embargo, es una exposición compasiva de la verdad y la belleza de los Sacramentos y de la alegría y el desafío de la vida familiar», ha escrito.
Además de calificar como «erróneo» para los católicos divorciados vueltos a casar por lo civil recibir la Sagrada Comunión, las directrices de los obispos instan a las parejas a vivir según la verdad objetiva de su situación.
Si un tribunal esponsalicio «confirma la validez de la primera unión, la obediencia fiel a la indisolubilidad del matrimonio, según nos lo ha revelado Jesucristo, expresará con claridad [a la pareja] los pasos que deben tomar,« afirma la directiva de los obispos.
«Están obligados a vivir con las consecuencias de esa verdad como parte de su testimonio ante Jesucristo y de su enseñanza acerca del matrimonio», agrega.
Por ejemplo, si una pareja «no puede separarse por el bien de los hijos y de su cuidado, deberán abstenerse de la intimidad sexual y vivir en castidad »como hermano y hermana« (cf. Familiaris Consortio, 84)», declaran las Directrices.
«Esa resolución firme de vivir según la enseñanza de Jesucristo, contando siempre con la ayuda de su gracia, abre la posibilidad de celebrar el Sacramento de la Reconciliación, que a su vez puede llevar a la recepción de la Comunión en la Misa».
Y si el susodicho tribunal declarase la nulidad del matrimonio anterior, el pastor debe ayudar a la pareja a comprender la necesidad de casarse por la Iglesia.
Si bien algunos obispos emplean Amoris como un motivo para dar Comunión a aquellos que se encuentran en situación objetiva de pecado grave, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe ha reprendido a esos obispos por «justificar situaciones contrarias a la voluntad de Dios».
«El adulterio siempre ha sido un pecado mortal y los obispos que crean confusión acerca de este punto deben profundizar en la doctrina de la Iglesia», afirma Müller. «Debemos ayudar a los pecadores a sobreponerse al pecado y convertirse a la fe».
Las Directrices de los obispos de Alberta hacen hincapié en un punto similar. Los pastores deben ayudar a las parejas a hacer «examen de conciencia» según las enseñanzas de la Iglesia. Esto podría tomar «bastante» tiempo y un número considerable de reuniones, durante estas el pastor debe de intentar «conducirlos progresivamente, con suavidad y por etapas hasta la comprensión de su situación».
Los obispos de Alberta reiteran que la enseñanza de la Iglesia acerca del matrimonio está fundada en la palabra de Jesucristo: «Quien repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; y si una mujer repudia a su marido y se casa con otro, ella comete adulterio» (Marcos 10:2-12; cf. Mateo 19:2-9).
Estas palabras «representaron un reto» y dificultades en tiempos de Jesucristo, y aún en nuestros días no deja de ser así, declaran las directrices.
Traducido por Enrique E. Treviño, del equipo de traductores de InfoCatólica
Publicado originalmente en Life Site News