(InfoCatólica) Moseñor Joseph Coutts, arzobispo de Karachi y Presidente de la Conferencia Episcopal de Pakistan, condenó el atentado terrorista contra un santuario musulmán en la provincia de Sindh el pasado jueves, que dejó un saldo de más de 70 muertos incluyendo 20 niños y 9 mujeres. Todavía 76 de los 343 heridos continúan ingresados. El Estado Islámico se atribuyó la autoría del atentado, grupo radical que profesa la fe sunita dentro del Islam.
Para el Primer Ministro de Pakistán, Nawaz Sharif, este atentado «representa un ataque al futuro inclusivo y progresista de Pakistán, uno en el que todo hombre, mujer y niño tiene derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad en aras de la felicidad sin importar su religión» y agregó que «estos días son difíciles y tengo en mi corazón a las víctimas. No podemos dejar que estos hechos nos dividan o nos asusten. Tenemos que estar juntos para luchar por la identidad pakistaní y la humanidad universal».
El general del ejército pakistaní, Qamar Javed Bajwa, exhortó a la población a estar calmada y dijo que «los recientes ataques terroristas son ejecutados por poderes hostiles y desde santuarios de Afganistán. Todos debemos defendernos y responder».
Reacción del Gobierno
El Gobierno prometió venganza inmediata tras el atentado suicida y luego de una operación antiterrorista ejecutada este viernes asegura haber matado a «más de 100 supuestos insurgentes», solo un día después del atentado suicida.
Las operaciones comenzaron en la madrugada, solo horas después de que el atacante suicida hiciese explotar las bombas que portaba en el templo sufí Lal Shahbaz Qalandar.
El portavoz ha precisado que las operaciones continúan y que se han confiscado cantidades de armamento «considerables». Entre los objetivos se encontraban refugios insurgentes en la frontera afgano-paquistaní, pero los militares no han ofrecido más detalles acerca del lugar en el que se llevaron a cabo las operaciones o quiénes son los muertos.
El de este jueves ha sido el sexto ataque de esta semana en Pakistán, en un repunte de la violencia que se produce tras una gran disminución de las acciones desde que, a principios de 2014, las autoridades lanzaron una operación militar en las zonas tribales —que continúa en la actualidad— que había envuelto al país en cierto optimismo tras una década de continuos atentados.