(Actuall/InfoCatólica) La medida puede acabar impidiendo que los tratamientos para ayudar a los transexuales a aceptar el sexo con el que han nacido dejen de ser pagados por los servicios públicos de salud de cada país. El cambio es definitivo, se publicará en 2018 y sustituirá a la vigente desde 1990. La transexualidad pasará a llamarse «incongruencia de género».
Esta propuesta ha tenido una gran acogida entre el colectivo transexual que celebra el cambio aunque critica la definición. El término deja de figurar en el epígrafe «trastornos de personalidad y comportamiento» y pasa al epígrafe de «condiciones relativas a la salud sexual» junto a otros conceptos como «disfunciones sexuales» o «trastornos relacionados con dolencias sexuales». Es decir, deja de ser considerado un trastorno de naturaleza psiquiátrica.
La nueva Clasificación Internacional de Enfermedades-11 (CIE-11) sustituirá a la CIE-10, vigente desde mayo de 1990, año en el que la homosexualidad salió de la lista. Esta clasificación ha tenido diferentes versiones, pero la transexualidad siempre ha sido considerada un trastorno, en contra de las demandas del colectivo LGTBI.
La decisión ha tenido una gran aceptación entre el lobby LGTBI que lo considera un logro, pero a «medias», porque critican que la OMS lo haya denominado «incongruencia de género».
La mayoría de las legislaciones del mundo definen la transexualidad como una enfermedad que debe ser diagnosticada y necesita tratamiento. Sin embargo, la OMS ha querido alejarse de esta concepción. Y eso en el fondo perjudica al transexual, porque su tratamiento ya no será cubierto por la Seguridad Social de cada país, sino que tendrá que pagárselo de su bolsillo.
De hecho, esta es una de las razones por las que muchos países no han llegado, hasta ahora, a eliminar la transexualidad de la lista de trastornos psiquiátricos.
Reconoce que la transexualidad no es genética sino adquirida
La OMS reconoce implícitamente que la transexualidad no es genética, ni natural, sino adquirida (por lo tanto artificial) cuando matiza que en el caso de la transexualidad de la infancia, la definición será distinta. «La incongruencia debe haber persistido durante aproximadamente dos años y no se puede diagnosticar antes de los cinco».
Eso es así porque la propia OMS es consciente de que el 80% de las personas que sufren estos trastornos durante la infancia o la pubertad lo superan pasado un tiempo.
Y ese no es, por tanto, un problema físico sino psicológico. Se trata –ciñéndonos a parámetros científicos, no ideológicos- de un trastorno mental recogido en el Manual de Diagnósticos y Estadísticas de la Asociación Americana de Psiquiatría.
Es la llamada disforia de género, pero eso es precisamente lo que, bajo ningún concepto, acepta el lobby LGTBI y por eso ha conseguido que la OMS retire la transexualidad de la lista de enfermedades psiquiátricas.