(InfoCatólica) Durante los días previos y posteriores a la celebración de la Navidad, ha tenido lugar un cruce de declaraciones contrapuestas por parte de varios cardenales sobre la polémica relativa a la comunión de los divorciados en una nueva unión. Estas declaraciones son una muestra de la confusión que se ha producido en este tema fundamental, con respecto al cual importantes eclesiásticos sostienen de forma pública doctrinas diametralmente contrarias.
El cardenal Brandmüller, uno de los cuatro firmantes de los dubia presentados al Santo Padre acerca de esta cuestión, respondió a las preguntas de la revista alemana Der Spiegel con lo que quizás sea la frase más clara pronunciada hasta el momento: «quien piense que el adulterio persistente y la recepción de la sagrada Comunión son compatibles es un hereje y está promoviendo un cisma». Asimismo, el cardenal señaló que esa doctrina no podía cambiarse, ya que «según el Apóstol San Pablo, somos administradores de los misterios de Dios y no sus dueños».
Esta afirmación parece responder a la práctica, entre otros, de los obispos argentinos de la región pastoral de Buenos Aires, que en una carta reciente consideraban que «si se llega a reconocer que, en un caso concreto, hay limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad (cf. 301-302), particularmente cuando una persona considere que caería en una ulterior falta dañando a los hijos de la nueva unión, Amoris laetitía abre la posibilidad del acceso [de los divorciados casados en una nueva unión] a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía». Según estos obispos, la enseñanza tradicional de la Iglesia, recordada por San Juan Pablo II y Benedicto XVI, de que estos divorciados deben vivir en continencia si desean acceder a los sacramentos solamente tendría fuerza cuando «las circunstancias concretas de una pareja lo hagan factible».
Con estas declaraciones, el cardenal Walter Brandmüller contesta también a aquellos que, como Monseñor Papamanolis, acusaban a los cuatro cardenales y sus dubia de cismáticos y heréticos, señalando que el cisma está causado por aquellos que se apartan de la doctrina católica y no por los que la defienden y recuerdan, en cumplimiento de su misión como Sucesores de los Apóstoles.
Por su parte, el cardenal Walter Kasper, máximo exponente de la propuesta de modificar la práctica tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio y el divorcio, realizó declaraciones en sentido opuesto. En una entrevista publicada por Radio Vaticana, el purpurado alemán afirmó que el Papa ya había hablado con claridad tanto en la exhortación postsinodal Amoris Laetitia como en la carta posterior a los obispos argentinos, en la que confirmaba su interpretación de la exhortación.
También indicó que esta nueva práctica es un «desarrollo homogéneo» de la doctrina de San Juan Pablo II. Ese «desarrollo», sin embargo, parece consistir en una forma de actuar diametralmente opuesta a la exigida por Familiaris Consortio: «La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. […] La reconciliación en el sacramento de la penitencia –que les abriría el camino al sacramento eucarístico– puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio» (FC 84).
Por su parte, el cardenal Burke concedió una entrevista a LifeSite News sobre la posibilidad de que el Papa no responda a los dubia presentados acerca de la interpretación correcta de Amoris Laetitia. En la entrevista, el cardenal Patrono de la Soberana Orden de Malta indicó que «los dubia tienen que recibir una respuesta, porque se refieren a los mismos cimientos de la vida moral y a la doctrina constante de la Iglesia con respeto al bien y el mal, en relación con varias realidades sagradas, como el matrimonio y la Comunión, entre otras».
En cuanto a la posible corrección al Papa que el cardenal Burke había mencionado unos días antes, explicó que «se trata de una antigua institución en la Iglesia». Si bien no se ha producido «en los últimos siglos, se pueden dar ejemplos y se realiza con absoluto respeto para el ministerio del Sucesor de San Pedro». Frente a los que presentan los dubia y la hipotética corrección como una rebelión o un cisma, el cardenal explica que «la corrección al Papa es, en realidad, una forma de salvaguardar ese ministerio y su ejercicio».
Asimismo, indicó que era necesario mantener con firmeza las enseñanzas de San Juan Pablo II en Familiaris Consortio, «sin importar lo que digan los medios de comunicación u otros, ni tampoco si alguna cita del propio Papa parece decir algo distinto. Tenemos que dar testimonio de lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado y, de esa forma, estaremos tranquilos, no crearemos confusión ni división, como a menudo puede suceder en la Iglesia si no se actúa así».
El cardenal norteamericano también ofreció algunos detalles formales sobre la posible corrección: «sería directa, al igual que los dubia, pero en este caso ya no se trataría de plantear preguntas, sino de confrontar las afirmaciones confusas con la doctrina y la práctica constantes de la Iglesia y, por lo tanto, de corregir Amoris Laetitia». Con respeto a la posible fecha, señaló que estábamos «en los últimos días antes de la solemnidad de la Natividad del Señor, que son días de intensa gracia, y después tenemos la octava de la solemnidad y las celebraciones al comienzo del nuevo año, todo el misterio del nacimiento del Señor y su Epifanía, así que probablemente se produciría cierto tiempo después de ellas».
En relación con la forma de vivir estos momentos difíciles para él mismo y para los católicos, el cardenal Burke recordó que «tenemos que adherirnos con más fuerza a la enseñanza de la Iglesia, a su sagrada liturgia, a nuestra vida de oración y devoción y a la disciplina que salvaguarda y promueve nuestra vida en Cristo». En el mismo sentido, animó «a los fieles a que no se desanimen» y a que «estudien la fe y se introduzcan todo lo posible en la vida litúrgica de la Iglesia y se esfuercen por llevar una vida regida por la fe».
Respondiendo posteriormente a las preguntas del Vatican Insider, el cardenal Brandmüller ha explicado que el cardenal Burke «no ha dicho que una posible corrección fraterna, como la citada en Gálatas 2,11-14, deba realizarse públicamente». Más bien, el cardenal Burke estaría «convencido de que, en primera instancia, una corrección fraterna debería producirse in camera caritatis» (es decir, en privado). En cualquier caso, señaló que los cardenales esperan «la respuesta a los dubia, ya que la falta de respuesta podría ser vista por amplios sectores de la Iglesia como un rechazo a adherirse de forma clara y articulada a la doctrina definida».