(InfoCatólica) Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Kazajistán y miembro de los Canónigos regulares de la Santa Cruz, participó el lunes 5 de diciembre en una reunión sobre los dubia presentados al Papa por cuatro cardenales en relación con la pastoral de los divorciados en una nueva unión. En la reunión, que tuvo lugar junto a la Basílica de Santa Balbina, en Roma, participaron también los cardenales Burke y Brandmüller.
Mons. Schneider, cuyos padres fueron condenados por Stalin a trabajos forzados en el Gulag, mostró su preocupación por la similitud entre las reacciones ante los dubia y el deseo de imponer por la fuerza una «línea del partido» ideológica. En ese sentido, el prelado señaló que la formulación de dubia «es una práctica común en la Iglesia. Es necesario que sea posible plantear preguntas abiertamente, sin miedo a sufrir represiones. La reacción ante los dubia es una prueba del ambiente que existe actualmente en la Iglesia. Vivimos en una atmósfera de amenazas y rechazo del diálogo con un grupo específico. Parece que sólo se acepta el diálogo con el que piensa lo mismo que todos los demás».
Mons. Schneider advirtió con palabras muy duras que «hoy en día, algunos miembros del clero, incluso entre los de más alto rango, sustituyen el sexto mandamiento por el nuevo ídolo de la práctica sexual entre personas que no están casadas válidamente. En cierto sentido, el becerro de oro es venerado hoy por esos clérigos». Explicó que la admisión de los divorciados en una nueva unión «a los sacramentos sin pedirles que vivan en continencia como condición sine qua non, equivale en el fondo a permitir que se incumpla el sexto mandamiento. Y estos eclesiásticos, como si fueran nuevos Aarones, tranquilizan a esas personas, diciéndoles que pueden estar tranquilas y contentas, es decir, que pueden continuar en la alegría de adulterio, la laetitia adulterii, gracias a una nueva via caritatis y un supuesto sentido maternal de la Iglesia, e incluso que pueden recibir la Eucaristía».
El obispo señaló que este modo de actuar convierte «al pueblo católico en el hazmerreír de sus enemigos, es decir, del mundo incrédulo y sin moral, que puede decir acertadamente», por ejemplo, que en la Iglesia «se puede tener una nueva pareja además del cónyuge y vivir con esa pareja está admitido en la práctica», «se acepta una cierta poligamia» y «el cumplimiento del sexto mandamiento del Decálogo, que tanto odia nuestra sociedad moderna, ecológica e ilustrada, puede admitir excepciones legítimas». En el mismo sentido, el mundo podría decir triunfantemente que «el principio del progreso moral del hombre moderno, según el cual debemos aceptar la legitimidad de los actos sexuales fuera del matrimonio, finalmente ha sido reconocido y aceptado implícitamente por la Iglesia Católica».
Asimismo, señaló como «una gran lección y una severa advertencia para los pastores y fieles de la Iglesia» que «el primer santo que dio su vida como testigo de Cristo fuera Juan el Bautista, el precursor del Señor». En efecto, «su testimonio de Cristo consistió en defender la indisolubilidad del matrimonio y condenar el adulterio, sin una sombra de duda o de ambigüedad». Su ejemplo y el de los que hicieron lo mismo a lo largo de los siglos «deben guiar particularmente a los pastores de la Iglesia en la actualidad, para que no cedan a la tentación clerical más característica de querer complacer más a los hombres que a la santa y exigente voluntad de Dios, una voluntad que es a la vez amorosa e infinitamente sabia».
Finalmente, Mons. Schneider deseó que el Espíritu Santo suscitase «en todos los miembros de la Iglesia, desde el fiel más humilde y sencillo hasta el Soberano Pontífice, cada vez más defensores valientes de la verdad de la indisolubilidad del matrimonio y de la práctica inmutable de la Iglesia a este respecto, incluso si esa defensa les causa graves perjuicios». También indicó que sólo es verdaderamente misericordiosa una pastoral matrimonial «que conduce a las almas pecadoras por el camino seguro de la vida eterna. ¡Y eso es lo que cuenta!».