(InfoCatólica) Los firmantes de la carta manifiestan que «como pastores de almas e intelectuales católicos, deseamos expresar nuestra profunda gratitud y pleno apoyo a la valiente iniciativa de cuatro miembros del Colegio Cardenalicio, Sus Eminencias Walter Brandmüller, Raymond Leo Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner».
Tras manifestar el sentido de la iniciativa de los cardenales, los firmantes reconocen que han «leído los intentos de Christoph Cardenal Schӧnborn y del Profesor Rocco Buttiglione de interpretar la exhortación apostólica según una “hermenéutica de la continuidad”», pero añaden que, «a nuestro juicio no han conseguido demostrar su tesis fundamental, según la cual los elementos novedosos contenidos en AL no ponen en peligro la ley divina».
Al citar el artículo del profesor Pierantoni sobre la crisis arriana, recuerdan que entonces «la gran mayoría de los obispos, entre ellos incluso el Sucesor de Pedro, vacilaron acerca de la cuestión de la Divinidad de Cristo. Muchos no cayeron plenamente en la herejía; sin embargo, desarmados por la confusión o debilitados por la pusilanimidad, buscaron fórmulas de compromiso fácil en aras de la “paz” y la “unidad”» .Y opinan que:
«Hoy en día asistimos a una crisis metastásica semejante, que en esta ocasión afecta a aspectos fundamentales de la vida cristiana. Se continúa rindiendo un tributo simbólico a la indisolubilidad del matrimonio, el carácter de pecado grave objetivo de la fornicación, el adulterio y la sodomía, la santidad de la Sagrada Eucaristía y la terrible realidad del pecado mortal. Pero en la práctica, un número creciente de eminentes prelados y teólogos están menoscabando o negando de hecho estos dogmas – y por ende, la existencia de prohibiciones sin excepciones en la ley divina sobre el comportamiento sexual– en virtud de su énfasis exagerado y unilateral en la “misericordia”, el “acompañamiento pastoral” y las “circunstancias atenuantes”».
Igualmente creen que «con el Pontífice reinante, la trompeta emite ahora un sonido muy incierto en esta batalla contra los «principados y potestades» del enemigo, de forma que la barca de Pedro avanza peligrosamente a la deriva como un navío sin timón e incluso muestra síntomas de una desintegración incipiente» y por ello advierten que todos los obispos tienen el deber de defender la doctrina católica.