(Zenit) Tal y como se indica en el Catecismo de la Iglesia Católica, «la doctrina católica, expresada en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconoce que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a ayudarles y a servirles. Por eso, el término sacerdos designa, en el uso actual, a los obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos.
Sin embargo, la doctrina católica enseña que los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado «ordenación», es decir, por el sacramento del Orden».
El Santo Padre ha precisado que cuando se habla de las mujeres diaconisas en los primeros siglos de la Iglesia, no se sabe realmente qué papel desarrollaban y sobre todo si habían sido ordenadas o no. «¿En cuanto a crear una comisión oficial que pueda estudiar la cuestión?». Creo que sí, ha respondido el Pontífice. «Sería hacer el bien de la Iglesia y aclarar este punto. Estoy de acuerdo y hablaré para que se pueda realizar algo así. Acepto la propuesta. Me parece algo útil esta comisión que aclare bien las cosas», ha concretado.
En contra de que, teniendo en cuenta el actual desarrollo doctrinal sobre los grados del ministerio sacerdotal y sobre participación de todos los fieles en la vida y misión de la Iglesia, las mujeres pudieran ser «ordenadas diaconisas», se pronunció la Comisión Teológica Internacional, ya en el año 2001, como resumió en una entrevista concedida por el cardenal Müller.
Bienes a custodiar por las consagradas
En la audiencia, el Papa les recordó también la necesidad de evitar una especie de mercado para dar los sacramentos, y les instó a custodiar el valor de la pobreza que protege de los errores y de la pérdida de carismas, aunque reconoció que no hay que menospreciar la administración de los bienes.
El Santo Padre advirtió también del peligro de volverse una activista social o una momia, porque cada consagrada debe tener una vida mística.
Francisco, dirigiéndose a las presentes reunidas en el Aula Pablo VI, concluyó invitando a dar un espacio justo al reposo, a consultar a las hermanas ancianas o a las enfermas atendidas en los conventos porque, dijo, son la memoria del Instituto, con su experiencia y sabiduría.