(Asia News) Quien así habla es sor Selmy Paul, misionera clarisa en India, que comparte con AsiaNews la historia de su familia, que perdonó y recibió en su casa como a un hijo al radical hindú que el 25 de febrero de 1995 mató a sor Rani con 54 cuchilladas.
«Al inicio- dice- cuando supe del homicidio de mi hermana, mi corazón estaba lleno de dolor y resentimiento. Creía que no habría podido perdonar a quien había hecho un gesto tan cruel. En cambio poco a poco he comenzado a advertir sobre mí la gracia de Dios, que me ha llevado a perdonar a Samunder. Ahora lo considero como un hermano».
Sor Rani María era una joven hermana franciscana. Nacida en Kerala, se transfirió a la diócesis de Indore (en Madhya Predesh) para trabajar al servicio de la población pobre local, en su mayoría tribal. La misionera gastó su vida su vida en favor de los habitantes de los pueblos, para los cuales logró obtener de parte de los bancos créditos y facilitaciones fiscales para cultivar terrenos. Creó grupos de apoyo para mujeres y ayudó también en los trabajos más difíciles, como la construcción de un pozo que permite utilizar agua limpia para poder beber e irrigar los campos.
Su obra social se volvió «incomoda» para los jefes del pueblo indio, los cuales precedentemente tenían en jaque a los tribales en la concesión de préstamos. En el caso los campesinos no lograsen pagar, ellos se apropiaban de la cosecha y de los terrenos.
Los créditos «oficiales» obtenidos por sor Rani María eran un obstáculo para los negocios de los jefes indios, que decidieron fomentar y armar a un pobre hindú, Samunder. Él, seguro del apoyo de ellos, realizó el homicidio delante de decenas de testigos, mientras ella se encontraba en un ómnibus que la llevaba a su casa.
Inmediatamente después del homicidio, el asesino fue abandonado por su familia y por aquellos que lo habían usado para eliminar a la hermana. Sor Selmy afirma: «Ya Samunder pensaba que nadie lo hubiese podido perdonar. Pero el Papa Francisco dice que «la misericordia será siempre más grande que cualquier pecado y nadie opuede poner un límite al amor de Dios que perdona» («Misericordia vultus» 3). Y la misericordia tiene dos significados fundamentales. Por un lado, misericordia es la decisión de mostrar perdón o compasión a alguien en el momento de necesidad, a través de la bondad, la generosidad y el amor. Por el otro lado, es la decisión de perdonar a alguien que es pecador. Esto se expresa en la forma del perdón. A través de éste dejamos de culpar y acusar a la persona e iniciamos a entenderla y a excusarla. Es lo mismo que hizo Jesús en la cruz, la comprensión misericordiosa de sus torturadores y el perdón con las palabras: «Padre perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23:34)».
Esto, continúa, «es el mismo perdón para Samunder. Él tenía necesidad de nuestro amor generoso, de la bondad y del perdón». No hubo una reacción inmediata después del homicidio, confiesa sor Selmy, que en el principio quedó «turbada por la noticia». Aquello que hizo despertar algo en ella, continúa: «fue cuando toqué el cuerpo herido de mi hermana y recordé sus palabras: «No tengo miedo de morir por los pobres para el bien de Jesús». En aquel momento mi corazón se llenó de luz, me senté y razoné sobre esas palabras. El más grande deseo de sor Rani- morir por los pobres- fue escuchado, pero yo no lograba controlar mis sentimientos. No hacía otra cosa que pensar en medio de la calle, ensangrentada, mientras moría momento tras momento».
Pero después el recuerdo de los últimos momentos de vida de mi hermana, sor Selmy dirige su mirada hacia el crucifijo: «Él me dio la fuerza y me llenó de su gracia para perdonar incondicionadamente al asesino de Rani. Entendí que era un instrumento en las manos de Dios y que Rani fue recompensada por su servicio en favor de los pobres».
Besaría sus manos
También «mis hermanos y mi familia- continúa- han recibido el mismo don de la misericordia. Uno de ellos, Stephen, me abrazó durante el funeral y me dijo «Rani tiene suerte. Su deseo de servir a los pobres hasta el final fue escuchado». La madre fue quien desde el inicio perdonó a Samunder. Sor Selmy recuerda: «cuando vino a Udainagar para visitar la tumba, le pregunté qué habría hecho si hubiese encontrado a Samunder. Ella me respondió simplemente: «Besaría sus manos, porque en ellas estaba la sangre de mi hija».
Para sellar el recorrido que la llevó a perdonar a Samunder, en el año 2002 sor Selmy lo fue a visitar a la cárcel. Quien la puso en contacto con el hombre fue Swamy Sadanand, un sacerdote local que dedica la propia vida en redimir y sanar las controversias entre la población.
Durante el encuentro en la cárcel el día en el cual se celebra la fiesta hindú del amor fraterno, «le até al pulso de Samunder el Rakhi (un brazalete rojo que simboliza el ligamen entre hermanos). En aquel momento lo acepté como mi hermano». Pocos años más tarde, después que la familia de la hermana logró hacer liberar al hombre, apelándose al gobernador, también los hermanos y la madre los han acogido como a un miembro de la familia. En el emocionante encuentro en Kerala (v. video) entra la mujer y el asesino, ya arrepentido, ella lo abrazó y luego exclamó: «Tú eres mi hijo. Estoy contenta que tú hayas venido».
La misericordia de Dios obró también en Samunder, que con el tiempo maduró la conciencia del gesto realizado y se arrepintió. Hoy «vive a unos treinta quilómetros de nuestro convento», concluye sor Selmy. «Entre nosotros hay una relación espiritual. Él viene a menudo a visitarnos y cada año en el aniversario de la muerte de sor Rani va a rendirle homenaje a su tumba y ofrece el trigo de su campo como símbolo de una vida renovada. Este es el modo en el cual él proclama la misericordia de Dios».