(Aica) San Gregorio de Narek (Krikor Naregatsí), monje del siglo X, que fue llamado el «san Agustín de los armenios», no tanto por la cantidad de sus obras sino por el influjo que tuvo entre los fieles.
El gran Doctor de la Iglesia armenia nació alrededor del 950, en el pequeño pueblo de Narek, en Armenia, de una familia de escritores. Su madre murió mientras Gregorio todavía estaba en edad temprana, su padre Khosrov, quien más tarde se convirtió en arzobispo, escribió el más antiguo comentario de la iglesia armenia sobre la Divina Liturgia.
Al morir su esposa, Khosrov confió a Gregorio y a su hermano Juan a su primo Ananías Vartabed, llamado «el filósofo», abad del monasterio de Narek, fundador de la escuela local y del monasterio del pueblo. En aquella época el monasterio, situado en las orillas del lago Van en Vaspuragán (hoy territorio ocupado por Turquía) era floreciente en vocaciones y en vida espiritual.
La vida de San Gregorio se sitúa en plena época de la separación de la Iglesia Apostólica Armenia de su fidelidad a Roma, en una época de paz y prosperidad anterior a las terribles invasiones de los turcos y los mongoles. Se trata de unos años en los que la Iglesia armenia experimentó un auténtico renacimiento cultural, al cual contribuyó grandemente el mismo Gregorio.
El monasterio de Narek, hoy deshabitado, fue destruido como comunidad religiosa en el siglo XX, tras el Genocidio Armenio, la deportación forzosa y exterminio de un número indeterminado de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas, por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.
A la edad de 25 años fue ordenado sacerdote y nombrado formador de los novicios. Su fama de santidad y sabiduría trascendió las paredes de Narek, pasó a los monasterios vecinos y se convirtió sin pretenderlo en reformador de la vida monacal. Elegido abad del monasterio, llevó una vida de gran humildad y caridad, plena de trabajo y oración, animada por un ardiente amor por Cristo y su Santísima Madre. Por la envidia de su sabiduría, y debido también a la estricta observancia de las normas de vida conventual, se ganó la enemistad de algunos que abrieron contra él una auténtica persecución; lo llegaron a acusar injustamente de herejía, y aquella campaña terminó con la deposición de sus cargos.
Su tumba, lugar de peregrinación hasta el genocidio armenio
Gregorio fue un distinguido teólogo y uno de los poetas más importantes de la literatura armenia. Entre sus obras se destacan un Comentario sobre el Cantar de los Cantares, muchos panegíricos y una colección de noventa y cinco oraciones en forma poética llamada «Narek», por el monasterio en el que vivió. Murió alrededor del año 1003 y fue enterrado en el mismo monasterio. Su tumba fue el destino de peregrinaciones hasta la época de las masacres perpetradas por los turcos.
Fiel a la tradición de su Iglesia, Gregorio era un gran devoto de la Virgen, le cantó con acentos inspirados y según la tradición María también se le habría aparecido.