(ABC/InfoCatólica) Después le han seguido en esta macabra lista el periodista norteamericano Steven Sotloff, los cooperantes británicos David Haines y Alan Henning, y el turista francés Hervé Gourdel.
Diane Foley, madre de Jim (como era conocido por los suyos), y su marido John, acaban de realizar un viaje relámpago por Europa para promocionar la fundación que lleva el nombre de su hijo y cuyo fin es apoyar a los periodistas que trabajan en zonas de conflicto.
Dicen que el tiempo cura las heridas, pero en el caso de una madre es lógico que estas tarden más en cicatrizar. Diane es una mujer fuerte, pero su cara refleja el estrés vivido desde el día que desapareció su hijo hasta su ejecución pública. Sin embargo no le faltan fuerzas para alzar la voz y honrar la memoria de su hijo.
Una de las espinas que tiene clavadas Diane son las amenazas recibidas de parte del gobierno estadounidense. «La comunidad internacional necesita debatir para que pueda haber una política consistente para negociar en materia de secuestros», comenta. Esperan poder reabrir este polémico debate a través de la Fundación James Foley.
Solo tras confirmarse el asesinato de Jim, la familia fue informada del fracaso de una operación militar para liberar a Foley y a otros rehenes en Siria. Sobre cómo fueron los días de cautiverio de su hijo, Diane saca a relucir su fe: «La oración ayudaba a James, oraciones de nuestra comunidad cristina en Rochester, New Hampshire, y de amigos y familiares de todo el mundo». «Compañeros cautivos dijeron que nuestro hijo oraba cinco veces al día y rezaba el rosario a menudo, lo que le ayudaba a sentirse cerca de Dios y a los que él amaba», agrega Diane en su entrevista con ABC.
«Nos queda su alegría»
El lema del estado New Hampshire parece pensado para Jim: «Live Free or Die» (Vive libre o muere). Diane considera que la muerte de su hijo no ha sido en vano. De hecho ante cualquier insinuación sobre abandonar su trabajo, Jim siempre respondía lo mismo: «Es mi pasión, tengo que poner voz al sufrimiento de toda esta gente». Su madre recuerda cómo acabó recalando en el periodismo: «Primero se dedicó a la enseñanza con niños pobres, madres solteras, prisioneros; después decidió ser escritor, y finalmente, combinó ambas pasiones con el periodismo de conflictos».
La madre del periodista se emociona al recordar cómo era Jim. «Nos quedamos con su alegría, su gran sonrisa, su gran corazón. Su auténtico tesoro eran sus amigos y los hacía allá donde quiera que fuera. Disfrutaba de la vida y estaba muy interesado en oír historias de la gente. Tenía gran compasión por los pobres, los niños y aquellos que sufrían la guerra» explica.
Se ha hablado mucho sobre la presunta identidad del autor material de la decapitación de James Foley. Diane tiene muy claro lo qué le diría a esta persona si un día se lo encontrase cara a cara: «Vuestro odio es muy triste y lo que hacéis no es de Dios».
Pero a Diane y John les queda ahora el consuelo del mensaje enviado por Jim a su familia. El mensaje fue entregado a escondidas de sus captores a uno de sus compañeros de celda que fue liberado poco antes de la decapitación de Foley. Jim hizo memorizar a uno de sus compañeros de cautiverio un mensaje personal para sus seres queridos repleto de recuerdos y mensajes esperanzadores sobre su eventual liberación.