(InfoCatólica) Ante las informaciones sobre las declaraciones de Mons. Cabrera, en las que se podía interpretar que apoyaba las uniones civiles entre homosexuales, el arzobispo de Cuenca, ha remitido el siguiente texto que recoge tanto la literalidad como el sentido de dichas declaraciones:
RESPETO Y DIALOGO
1. Respeto mutuo
a) Nuestro respeto:
- Derechos universales
Como Iglesia Católica, reconocemos “la doctrina” de los derechos humanos, individuales y colectivos, civiles y políticos, establecidos en la Carta de la Declaración universal, como también en la Constitución de la República del Ecuador, 2008, Título II: Derechos, Capítulos I-VIII.
- Derechos particulares de las personas y grupos de atención prioritaria (Constitución Capítulo III, Art. 35), como de los colectivos o grupos organizados.
En este sentido, respetamos a todos los colectivos o grupos humanos, entre ellos, al colectivo TILGB, como personas y en el ejercicio de sus legítimos derechos a la vida, salud, educación, asociación, entre otros.
Por este motivo, rechazamos toda forma de violencia y discriminación que se ha dado en la historia o que pueda darse, como también nos solidarizamos con las víctimas.
b) Exigimos respeto
En un Estado laico (a-confesional, es decir, sin una “determinada” creencia religiosa –cristiana, judía, islámica, Shintoista, Ancestral; un Estado que no es “a-teo” = sin Dios; menos aún, anti-religioso =persecución a los creyentes), pluri-cultural, pluri-étnico y pluri-rreligioso, exigimos que se respete nuestro legítimo derecho a exponer y proponer nuestra doctrina sobre el matrimonio (varón y mujer), la familia y la sociedad, basada en razones científicas, filosóficas y teológicas.
La Constitución, Art. 66, 8, garantiza los derechos de profesar nuestra fe en público y en privado y a difundirla individual y colectivamente, entre otros.
Por tal motivo, rechazamos el uso de calificativos negativos a nuestra legítima posición, cuando se nos tilda de tradicionalistas, fundamentalistas, fanáticos, homofóbicos, medievales… que, además de ser ofensivos, carecen de sustento histórico y doctrinal.
2. Diálogo
Es necesario un diálogo, con altura y seriedad, en los distintos sectores de la sociedad, especialmente en la academia, sobre los grandes temas que están actualmente en debate, como:
a) Ideología de género
Como, por ejemplo:
- ¿Cuáles son los fundamentos lingüísticos y antropológicos y sus consecuencias éticas y jurídicas, especialmente en el campo educativo y familiar?
- El “género” (masculino o femenino), distinto del sexo biológico (varón o mujer, como sostiene esta ideología), ¿es sólo una “construcción social o cultural” o tiene también sus fundamentos genéticos y psicológicos?
b) La familia
La constitución, Art. 67, dice: “Se reconoce la familia en sus diversos tipos. El Estado la protegerá como núcleo fundamental de la sociedad y garantizará condiciones que favorezcan integralmente la consecución de sus fines. Estas se constituirán por vínculos jurídicos o de hecho y se basarán en la igualdad de derechos y oportunidades de sus integrantes”.
Es de suma importancia clarificar y fundamentar los llamados “diversos tipos” de familia y no dar por supuestos y, menos aún, que se pretenda imponernos como modelos que atentan contra la naturaleza misma de la familia.
c) Matrimonio civil y unión de hecho
- Matrimonio civil. Constitución, Art. 67: “Matrimonio es la unión entre hombre y mujer, se fundará en el libre consentimiento de las personas contrayentes y en la igualdad de sus derechos, obligaciones y capacidad legal”.
Esta definición está en concordancia con nuestra doctrina sobre el matrimonio.
- Unión de hecho. Constitución, Art. 68: “La unión estable y monogámica entre dos personas libres de vínculo matrimonial que formen un hogar de hecho, por el lapso y bajo las condiciones y circunstancias que señale la ley, generará los mismos derechos y obligaciones que tienen las familias constituidas mediante matrimonio”.
El registro de las “uniones de hecho”, en este caso, sería una aplicación legal de este artículo de la Constitución.
Es indispensable, sin embargo, estudiar las consecuencias personales, familiares y sociales de esta aplicación legal, especialmente para los hijos.
+ Luis Cabrera Herrera, ofm
Magisterio Católico
En el documento «Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales», promulgado por la Congregación para la Doctrina de la Fe en junio del 2003, la Iglesia rechaza no solo el matrimonio entre personas del mismo sexo, sino cualquier tipo de reconocimiento legal de las uniones homosexuales. En dicho texto, el magisterio católico enseña que:
Ante el reconocimiento legal de las uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los derechos propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva.
y
Dado que las parejas matrimoniales cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son por lo tanto de eminente interés público, el derecho civil les confiere un reconocimiento institucional. Las uniones homosexuales, por el contrario, no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no cumplen dicho papel para el bien común.
y
En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral.
El texto, firmado por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, concluye con un párrafo en el que ratifica la oposición de la Iglesia a cualquier tipo de reconocimiento legal de las uniones homosexuales:
La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad.