(Alfa y Omega/InfoCatólica) Refugiados en los poblados de Kramles o Tilkif, a pocos kilómetros de Mosul, o viajando hasta Nívive; así están los cristianos caldeos de la segunda ciudad más grande de Irak, tomada desde la noche del 9 de junio por milicianos del Estado Islámico de Irak y del Levante (ISIL).
De visita a las comunidades caldeas de Canadá y Estados Unidos, el Patriarca Louis Raphael I Sako, ha emitido una declaración sobre los dramáticos acontecimientos y ha pedido a sus compatriotas que no cedan al pánico y se unan frente a las convulsiones sectarias que ponen en riesgo la supervivencia misma del país. Sako considera, según recoge la Agencia Fides, que la mejor solución es la creación de un Gobierno de unidad nacional que refuerce «el control del Estado y el estado de derecho para proteger el país, los ciudadanos y sus bienes y preservar la unidad nacional».
En Mosul, donde se produjo el primer ataque, no hay presencia del ejército ni de ninguna fuerza gubernamental -el gobernador Athel Nujafi consiguió escapar en el último momento, antes de que el palacio cayese en manos de los asaltantes armados- y los islamitas han puesto en libertad a miles de reclusos. Los cristianos que no han conseguido huir se encuentran ahora atrapados en sus propias casas, con el toque de queda y con interrupciones continuas de la electricidad y del suministro de agua. El obispo caldeo Amel Shamon Nona y los otros obispos de Mosul instaban a mantener las iglesias y mezquitas abiertas y a orar por la paz, algo necesario teniendo en cuenta que, como recuerda a Fides el sacerdote caldeo Qais Kage, «el avance de la milicia ISIL se ve favorecido por los grandes clanes y tribus sunita: Lo que ha sucedido en Mosul es significativo. Una ciudad tan grande no puede caer en unas pocas horas y sin el apoyo desde su interior».