(EP/InfoCatólica) Según un estudio de la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes, la celebración de la Primera Comunión puede llegar a costar –entre vestido, banquete, reportaje fotográfico y recordatorios– unos 3.000 euros en ciudades como Madrid, Valencia y Barcelona.
«Los criterios de la Iglesia no sintonizan con ese boato social nunca. Es más, nos parece una contradicción entre lo que se celebra y lo que se hace. Nos entristece el boato social y lo que se genera en torno al sacramento de la Eucaristía. Los criterios y consejos que ofrecemos desde las parroquias es sencillez y dignidad», ha explicado Martín Barrios en declaraciones a Europa Press.
En esta línea, en muchas parroquias españolas proponen a los niños y a sus padres que ese día especial compartan las propinas que les dan sus familiares con los pobres y, especialmente, con los niños más necesitados, pues va «mucho más en sintonía con el sacramento». Así, les aconsejan llevar un sobre con dinero a Cáritas u otras organizaciones o incluso donarlo a alguna familia que lo necesite.
Unos 250.000 niños y niñas de entre 9 y 10 años reciben la Primera Comunión cada año en España, según los datos de la Conferencia Episcopal, que llaman la atención sobre el incremento de casos de menores no bautizados que se acercan a la Iglesia en esta época por «contagio» de sus compañeros de colegio. En estos casos, reciben casi al tiempo ambos sacramentos.
Martín Barrios ha explicado que para preparar a estos niños, en España hay en torno a 85.500 catequistas, que también forman a jóvenes y adultos pero que, en su mayoría, se dedican a los menores de entre 8 y 9 años que se encuentran en esta etapa de iniciación sacramental.
Itinerario catequético
Según el itinerario catequético establecido a nivel nacional, de cero a cinco años, la Iglesia confía la formación cristiana a los padres; de 5 a 7 años, llega la etapa del despertar religioso –cuando los niños aprenden a valorar la creación como obra de Dios–; a los 8 y 9 años es la etapa de la iniciación a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía –se preparan para la Primera Comunión–; y de los 10 años en adelante es el momento de la personalización de la fe de cara a la Confirmación.
Durante este proceso de iniciación cristiana se conjugan tres dimensiones: la catequética, la sacramental–Bautismo, Penitencia, Eucaristía y Confirmación–y la espiritual. Además, la Iglesia cuida que los niños maduren según cuatro verbos: conocer los elementos fundamentales de la fe, celebrar los misterios cristianos, vivir según el Evangelio y orar. Atendiendo a los años de preparación para realizar la Primera Comunión, en unas diócesis se piden dos años y en otras, tres, que suelen coincidir con los 8, 9 y 10 años del niño.
A partir de la década de los 70 y de los 80, progresivamente, se pasó de recibir la Primera Comunión a los 7 años a recibirla a los 9 años, pues aunque en la actualidad, los ‘catequizandos’ salen con una mayor preparación, maduran más tarde, según ha precisado Martín Barrios.
¿Meta o punto de partida?
El director del secretariado de la Subcomisión Episcopal de Catequesis ha indicado que «se nota visiblemente» que algunos niños que se preparan para recibir la Primera Comunión, ven este sacramento como una meta y no como un punto de partida y esto a la Iglesia le preocupa. Por ello, hay diócesis que han establecido que los menores que no dejen de ir a catequesis tras recibir el sacramento de la Eucaristía, puedan confirmarse a los 12 años. No obstante, la edad más frecuente en España para recibir la Confirmación son los 14 y 15 años.
Sobre la vestimenta de los niños en la Primera Comunión –blanco para las niñas, traje de marinerito para los niños–, Martín Barrios ha explicado que es una costumbre que se ha generado en la sociedad pues no está establecido cómo se debe ir vestido. Según ha precisado, quizá el blanco conecte con la vestidura blanca del bautismo, con la pureza, mientras que el traje de marinero, algunas personas lo asocian con la barca de Pedro, aunque ha puntualizado que esta última es una lectura que no tiene cabida desde el punto de vista de la fe.