(AICA) El Papa subrayó en su homilía tres puntos sobre los que desarrolló su reflexión: el primero es el amor de Jesús por la gente, su atención a los problemas de las personas. El Señor no se preocupa de cuántos lo siguen, no se le pasa por la cabeza hacer un censo para ver si creció la Iglesia; Él habla, predica, ama, acompaña, camina con la gente, mansa y humilde, observó. Y habla con autoridad, es decir, «con la fuerza del amor».
El segundo punto al que se refirió son los «celos» de las autoridades religiosas de la época. «¡No toleraban que la gente fuera detrás de Jesús! ¡No lo toleraban! Tenían celos. Esta es una actitud fea. Y de los celos a la envida, y nosotros sabemos que el padre de la envidia es el demonio, por cuya envidia entró el mal en el mundo», subrayó el Santo Padre. De este modo añadió que «esta gente sabía bien quién era Jesús: ¡lo sabía! Esta gente era la misma que había pagado a la guardia para decir que los apóstoles habían robado el cuerpo de Jesús».
Pagar para silenciar la verdad
«Habían pagado para silenciar la verdad. Pero la gente es mala ¡verdaderamente! Porque cuando se paga para esconder la verdad, estamos ante una maldad muy grande. Y por esto la gente sabía quiénes eran estos. No los seguían, los toleraban porque tenían la autoridad: la autoridad del culto, la autoridad de la disciplina eclesiástica en ese tiempo, la autoridad en el pueblo y la gente los seguía. Jesús dice que les colocaban pesos que oprimían a los fieles y se los hacían cargar sobre las espaldas de la gente. Esta gente no tolera la mansedumbre de Jesús, no tolera la mansedumbre del Evangelio, no tolera el amor. Y paga por envidia, por odio».
Durante la reunión del Sanedrín hay «un hombre sabio», Gamaliel, que invita a los líderes religiosos a liberar a los apóstoles. Así, afirma el Papa, están estos dos primeros iconos: Jesús que se conmueve al ver a la gente «sin pastor» y las autoridades religiosas.
Señores de las conciencias
«Estos, con sus maniobras políticas, con sus maniobras eclesiásticas para continuar dominando al pueblo. Y así hacen venir a los apóstoles, después de que habla este hombre sabio, llaman a los apóstoles, los hacen azotar y les ordenan que no hablen en nombre de Jesús. Después los liberan. ‘Pero, algo tenemos que hacer: les damos una buena paliza y después a casa’. Injusto, pero lo hacen. Ellos eran los señores de las conciencias y se sentían con el poder de hacerlo. Señores de las conciencias. También hoy, en el mundo, hay muchos de estos».
Yo, dijo el Papa, «lloré cuando vi en los medios de comunicación «la noticia de que crucificaron cristianos en cierto país no cristiano. También hoy, destacó, existe esta gente que «como los apóstoles «están contentos de ser juzgados dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús». Esta, dijo, «es la tercera imagen de hoy. La alegría del testimonio».
Así, concluyó Francisco: «primera imagen: Jesús con la gente, el amor, el camino que Él nos enseñó, sobre el cual debemos andar. Segunda imagen: la hipocresía de estos dirigentes religiosos del pueblo, que habían encarcelado al pueblo con todos estos mandamientos, con esta legalidad fría, dura y que pagaron también por esconder la verdad. Tercera imagen: la alegría de los mártires cristianos, la alegría de tanto hermanos y hermanas nuestros que en la historia han escuchado esta alegría, esta felicidad de haber sido juzgados dignos de padecer en nombre de Jesús. ¡Y también hoy hay muchos! Piensen que en algunos países, solamente por llevar el Evangelio, vas a la cárcel. Si llevas una cruz: te harán pagar una multa. Pero el corazón es feliz. Los tres iconos: mirémoslos, hoy. Es parte de nuestra historia de salvación».