(EP/InfoCatólica) «El recuerdo de los que murieron y el dolor de los heridos, que llevan todavía en su cuerpo y en su alma las huellas de sufrimiento indecibles, continua invitándonos a todos, singularmente a los cristianos de Madrid, a renovar nuestras plegarias por ellos, al examen de conciencia: ¿Cómo nos hemos comportado con ellos en éstos durísimos años?», se ha preguntado Rouco Varela durante su homilía.
«Oscuros objetivos de poder»
Asimismo, ha denunciado a los que «con una premeditación escalofriante estaban dispuestos a matar inocentes, a fin de conseguir oscuros objetivos de poder». «Porque hay individuos y grupos, sin escrúpulo alguno, que desprecian el valor de la vida humana y su carácter inviolable, subordinándolo a la obtención de sus intereses económicos, sociales y políticos. ¡Siempre tan mezquinos!», ha lamentado.
«No sabemos exactamente cuáles fueron los propósitos e intenciones últimos de los que pensaron, programaron y ejecutaron los atentados de Atocha; lo que sí resulta claro, es que no podrán neutralizar y menos anular los frutos de nueva y redimida humanidad», ha apostillado.
Tampoco podrán, según ha aseverado Rouco, «adueñarse del futuro de una ciudad, de un pueblo, de una comunidad política, y mucho menos, podrán definir y determinar el destino último de las propias víctimas y de sus familias». «Sin un previo arrepentimiento, profundo y radical, no podrán ser nunca instrumentos o autores de caminos de verdadera justicia y paz y por mucho que lo pretendan», ha añadido.
Además, ha destacado que, ante los atentados, «el corazón de los madrileños y de España entera se conmovió» y triunfó «el amor sobre el odio, la vida sobre la muerte y la confianza en el poder de la gracia de Cristo Crucificado y Resucitado sobre el sentimiento de impotencia y derrotismo humanos». En este sentido, ha asegurado que entonces se demostró que «el terrorismo podía ser vencido».
¿Sacrificio infecundo?
No obstante, ha advertido de que «el sacrificio» de las víctimas «arrancadas del seno de sus familias» por la «violencia criminal de los terroristas pudiera quedar infecundo por nuestra culpa, por no haber sabido convertirnos y reformarnos de verdad y en la verdad».
Asimismo, ha señalado que «hay que estar abierto al perdón siempre, aunque sólo se pueda hacer efectivo cuando se muestra arrepentimiento sincero por los crímenes cometidos y se reparan los daños causados». «El perdón de Dios llega al hombre solamente cuando este se hace verdaderamente penitente», ha agregado.