(ABC/InfoCatólica) El rasgueo de la guitarra de Kiko Argüello acompañando el canto de diez mil miembros del Camino Neocatecumenal dio la bienvenida al Papa en un encuentro caracterizado por la presencia de familias con muchos niños, la alegría y el tono informal.
El Papa les emocionó con sus primeras palabras: «Doy gracias al Señor por el ardor de vuestra fe y el ardor de vuestro testimonio cristiano. Y por la presencia de tantos niños. ¡Veámoslos! ¡Bien!»
Les dio las gracias «por todo lo que hacéis por la Iglesia en el mundo» y les aconsejó «cuidar al máximo la comunión en las iglesias particulares, si es necesario renunciando a vivir algunos detalles propios».
Un sendero exigente
El Papa recordó que «el Espíritu llega antes que los misioneros», que encuentran el terreno ya preparado. Les invitó a emprender viaje con fe «y a cuidar mucho los unos de los otros, particularmente de los más débiles, pues el Camino Neocatecumenal es un sendero exigente, en que puede ser necesaria la paciencia, y la comprensión con quien se aleje».
Actuando como maestro de ceremonias, el iniciador del Camino fue presentando al Santo Padre los once cardenales que les acompañaban, destacando especialmente al de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y al prefecto de la Liturgia, Antonio Cañizares. El Papa saludó en primer lugar a Carmen Hernández y al padre Mario Pezzi, que forman junto con Argüello el equipo de iniciadores y responsables.
Destinos de misión
Después Kiko fue leyendo los destinos de 40 equipos de «missio ad gentes», formadas por grupos de familias con uno o dos sacerdotes y varios ayudantes, que el Papa iba a enviar a sus destinos en todo el mundo. En total suman 450 familias que emprenden viaje a un país desconocido, a veces sin conocer siquiera el idioma, pero cargadas de entusiasmo y de fe.
Una y otra vez Kiko Argüello se refería al Papa sencillamente como «Padre», a medida que le iba presentando los 1.880 sacerdotes del Camino, y los 2.300 seminaristas en cien seminarios repartidos por todo el mundo.
El Papa disfrutaba con la presencia de tanta gente buena, llena de deseos de evangelizar, y con el espectáculo de casi un millar de niños pequeños en el Aula de las Audiencias.
Colorista y sin papeles
Francisco miraba asombrado a Argüello durante su espontánea presentación, colorista y sin papeles, sobre el modo de evangelizar en sociedades que se han vuelto ateas de hecho. Después, en su saludo, le citaba como «Kiko». Era, claramente, una fiesta de familia que terminó con la bendición de las cruces que llevara cada equipo, la bendición de las familias misioneras y la de los miembros del Camino repartidos por todo el mundo.