(Toto Leal/Libertad Digital) A Lennon no le importaba el no poder acudir a los grandes eventos del fútbol mundial. Era su equipo, su selección, sus amigos, su gente, y estaba a punto de capitanearlos a todos. Pero una llamada truncó el sueño. Procedía de la Fuerza Voluntaria Lealista, y se dirigía a la BBC, señalando claramente a Lennon: si pisaba el césped con la camiseta de Irlanda del Norte, acabarían con su vida. ¿Su delito? Ser católico y jugar en un equipo reconocido como católico.
Una decisión complicada y obligada
Fue en 2002, aunque en realidad no era la primera amenaza que recibía Lennon. Tampoco la última. Pero sí la más importante. Los problemas comenzaron cuando recaló en el Celtic de Glasgow, el equipo católico de la ciudad escocesa. Los radicales unionistas del Ulster, que hasta entonces le habían mirado con recelo por su condición religiosa, le pusieron definitivamente en el punto de mira. Para ellos, ser católico y además llevar la camiseta verdiblanca era un crimen.
En el primer encuentro que jugó con la selección desde su fichaje, fue silbado e insultado por su propia afición. Cantaban tradicionales canciones anticatólicas, y lucieron pancartas con lemas como «Tenemos un Provo en nuestro equipo». Tal situación provocó una gran división en el país, que se encontraba ya en camino hacia la paz, y veía, como ha sucedido en otras ocasiones, cómo en el fútbol seguía practicándose la violencia ya supuestamente erradicada en la sociedad.
Lennon siguió jugando, con parte de su afición insultándole y otra parte animándole y silbando a quienes le atacaban, hasta aquel aciago día. Porque en cuanto fue consciente de que era amenazado de muerte por lucir el brazalete de la selección de Irlanda del Norte, abandonó el equipo. Ya no quería formar parte de él. Y no sólo era una cuestión de seguridad.
«Después de consultarlo con las autoridades del fútbol y con el servicio de policía de Irlanda adel Norte, he decidido que no voy a participar en el partido de esta tarde», señaló Lennon en la mañana del partido. «Estoy muy triste por la amenaza, y sobre todo porque mi sueño de jugar para mi país, en mi primera oportunidad de ser el capitán del equipo, me ha sido arrebatado».
El debate tras esta decisión continuó en el país, que veía cómo probablemente su mejor futbolista renunciaba a jugar con la selección por razones puramente extradeportivas. Por razones, argumentaban, que lamentablemente seguían latentes en el país, y que había que terminar de erradicar.
Continúan las amenazas
Pero con su retirada de la selección, no se terminaban las amenazas. Lennon dejó el Celtic en 2007, para regresar un año después como asistente del entrenador. Y esa misma temporada, al concluir el derbi ante el Glasgow Rangers, fue asaltado por dos individuos por la calle, que le dejaron inconsciente tras una paliza. Ambos fueron condenados a prisión poco después.
Y hace poco más de dos años, en abril de 2011, la policía interceptó un paquete bomba que iba dirigido a su casa escocesa. Eran artefactos diseñados «para matar o lisiar al destinatario», afirmó la policía, que ya unos meses antes había interceptado unas balas dirigidas al técnico que se habían enviado al parecer desde Irlanda del Norte.
Hoy, el técnico norirlandés dirigirá a su equipo en el Camp Nou. Nada le asusta, todo por el Celtic de Glasgow, su equipo. No importa que, como señalara su abogado, existan en la actualidad más de 30 webs con amenazas de muerte hacia su persona. Que tenga que tener un botón de alarma en su casa, y vigilancia continuada por parte de la seguridad del Celtic las 24 horas del día.
«Siempre he confiado en la policía y las oficinas de inteligencia, lo que generalmente me deja tranquilo, pero a veces te paras a pensar, y piensas, ‘¿vale la pena vivir así?’» señalaba recientemente Lennon. Y todo, por ser católico.
«Amo Glasgow. Ha sido mi casa durante mucho tiempo. Pero hay algo que deja atrás la ciudad, que está por encima, y cuanto antes se erradique, mejor para todos... pero tendrá que venir desde casa, tendrá que venir de las familias, de las escuelas... Todos, pero sobre todo los padres, tenemos la responsabilidad de educar y hacer crecer a los niños por el camino correcto».